domingo, 1 de mayo de 2022

Los Almaviva y sus sirvientes, al desnudo: Las Bodas de Fígaro en el Teatro Real, primer reparto.


Madrid, 30 de abril de 2022.

El primer reparto de Las Bodas de Fígaro cuenta con un elenco internacional y una gran diva española. Tras el éxito de la función juvenil, ahora tocaba ver el primer reparto. 

Cuando vi por primera vez Las Bodas en el Teatro Real en enero de 2003, una joven María José Moreno interpretó el rol de Susana. Recuerdo como un momento bellisimo a la soprano cantar su famosa aria del acto cuarto con el teatro en silencio. Ella, tumbada sobre un banco mientras la noche iluminaba de azul oscuro el escenario. Moreno fue de lo mejor de un reparto que incluía a Simón Orfila, Barbara Bonney, Pietro Spagnoli y Ruxandra Donose, todos bajo la batuta del gran Antoni Ros Marbá.


Ahora, la gran soprano española interpreta el rol de la Condesa. Moreno aún conserva su voz juvenil, deliciosa y brillante. Es una gran intérprete, y su bella voz nos transmite una Condesa de Almaviva frágil, bella, delicada, sensible, y sufridora de las infidelidades de su marido. No obstante, también se pone de manifiesto que la voz  es un poco ligera para el rol, y eso se hacía evidente, sobretodo en el Porgi Amor. En las sucesivas escenas del segundo acto se mostró más entregada, incluso mostrando buena coloratura (su especialidad) y agudos en el terceto con el conde y Susanna.


El clímax de la función, sin embargo, llegó con el Dove Sono, su gran aria del tercer acto, que con todo, abordó bellamente. Moreno sacó aquí sus tablas, que son muchas y con las que trató de compensar cualquier posible limitación, para transmitir la melancolía que aqueja a su personaje, en una lectura introspectiva. Incluso en el da capo logra un exquisito fraseo y pianissimos muy bonitos. Otro momento bellísimo fue el final, cuando perdona al Conde, donde cantó con una gran dulzura, como la de una mujer generosa que finalmente perdona, y la música la convierte en un ángel, algo que sí casa con la bella voz de Moreno.


André Schuen interpretó a un potentísimo Almaviva. Este barítono francés tiene una voz que se deja oír, y supo afrontar muy bien su aria del tercer acto, pese a la incomodidad de cargar sobre un hombro a Uli Kirsch (el ángel) mientras cantaba. Dado su imponente porte, su retrato del personaje es el de un macho alfa temperamental.

Vito Priante fue un Fígaro que resultó una agradable sorpresa. Al igual que Schuen, una voz potente, bien proyectada y con una buena actuación. Un Fígaro vigoroso.

Julie Fuchs fue una gran Susanna. Esta soprano francesa tiene con un timbre de ligera pero que se deja oír con rotundidad. Durante toda la obra interpretó a una Susanna potente, bien cantada, y muy bien actuada. Su interpretación del Deh, vieni non tardar fue bastante buena.

Rachael Wilson como Cherubino estuvo en un nivel notable, aunque me pareció que el Voi che sapete lo abordó en forte, quizá demasiado para mi gusto. Aun así, una voz notable.

Monica Bacelli, a quien vi como el niño en L'Enfant et les Sortilèges en 2002 en este escenario, es una Marcellina de voz ya avejentada, pero que no pierde volumen. 

Fernando Radó fue un Bartolo notable.

Sobre la puesta en escena de Claus Guth, ya dije todo lo que tenía que decir en mi crítica del preestreno. Esta vez he recordado lo incómodo para Almaviva cantar con el ángel a cuestas, como ya dije, o por ejemplo la austeridad de ver la marcha nupcial del tercer acto convertida en una riña entre el matrimonio Almaviva mientras no hay nadie en el escenario, o ver al ángel rabiar mientras los demás bailan una danza dieciochesca.

Esta vez, he encontrado mejor a la Orquesta del Teatro Real bajo las órdenes de Ivor Bolton. Ya no he encontrado a la orquesta perdida durante la Obertura. Incluso la he encontrado más contundente, pero no exenta de desequilibrio, especialmente en el volumen durante la ejecución de la misma. Después, a lo largo de la obra volvió la orquesta a sonar como un acompañamiento decente, con tempi a veces lentos, otras veces rápidos (Voi che sapete). De nuevo, me atrevo a afirmar que su mejor momento fue el Non più andrai, la marcha nupcial o los finales, donde el metal y la percusión se exhibieron lo mejor que pudieron. Aún así, se echó de menos el nivel logrado hace dos años con La Flauta Mágica. El Coro tiene una breve intervención, la cual abordó correctamente.


Aunque el público casi llena el teatro, parece que la función ha sido acogida fríamente, si lo comparamos con el ímpetu del preestreno joven. Tardó en arrancarse a aplaudir el respetable, aunque sí lo hizo en varios de los números más famosos, y la más ovacionada fue Moreno. Vuelven las Bodas, vuelve a disfrutar el público madrileño. Creo que esta reposición ha sido más razonable dado el tiempo transcurrido desde la última y el cambio radical de estética. ¿Cuándo volveremos a ver esta ópera? No se sabe, pero si hay algo cierto es que volverá a ser bienvenida por los jóvenes, de los cuales serán nuevos aficionados que no la habrán visto, como por el público del Real, que siempre parece querer verla. En estas funciones, el triunfador se llama  Wolfgang Amadeus Mozart.


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