lunes, 20 de junio de 2022

La divertida conspiración dieciochesca que sigue fascinando: Vuelve El Barberillo de Lavapiés al Teatro de la Zarzuela.


En abril de 2019, un año antes del cataclismo que cambiaría nuestras vidas tanto sociales como líricas, el Teatro de la Zarzuela estrenó una nueva producción de uno de los títulos más emblemáticos del género: El Barberillo de Lavapiés. Como es habitual con esta obra maestra de Barbieri, el teatro colgó el cartel de "no hay billetes" en casi todas las funciones. De aquéllas funciones, hablé generosamente en mi crítica de entonces. Tres años después, tras una pandemia, un confinamiento, una reducción de aforo y de nuevo la vuelta de los aforos pre-covid, el TZ vuelve a programar este clásico, y prácticamente con los mismos repartos y el mismo maestro que entonces.


Admito que para mí supone una nueva oportunidad, porque en 2019 no alcancé a ver la puesta en escena de Alfredo Sanzol debido a la pésima calidad de mi asiento, limitándome a solo escuchar una obra que no conocía. Tres años después, he podido apreciar en vivo esta producción, que es como gana todos los enteros que no se aprecian en el vídeo del streaming que el teatro emitió en su día. Sanzol busca transmitir que esta es una obra atemporal, en el sentido de que los vaivenes políticos que se mencionan, y las opiniones vertidas por Lamparilla siguen siendo aplicables tanto en la España del siglo XVIII como en la de 2022. Para ello, toma una decisión tan aplaudida como controversial: en un escenario completamente vacío, sobre un fondo negro, tiene lugar toda la acción. Esto permite intensificar la trama y centrarse en los personajes, quienes llevan el peso de la ambientación. La dirección de actores, las danzas de Antonio Ruz y el vestuario goyesco y colorido de Alejandro Andújar son los encargados de llevarnos al siglo XVIII y compensar la ausencia total de decorados. Por otro lado, el coro y los personajes principales se encargan de mover unas negras paredes escénicas, que intentan recrear la idea de calles, balcones, y demás, algo que conviene a las escenas de huída, pero que afecta a las escenas corales, cuya música y danzas celebran ese Lavapiés castizo que no podemos ver. Si bien muchas situaciones de agilidad están bien resueltas (por ejemplo, un momento de belleza plástica se puede destacar en el dúo de Don Luis y la Marquesita, cuando la luz anaranjada -¿las farolas?- se proyecta en los negros bloques escénicos), se echa en falta ver en escena el Madrid de Carlos III, y ver a sus personajes moverse por él. 


La música de Barbieri es rica, colorida, castiza, y engancha desde el principio, con una sucesión de números excelentes. Lamparilla, el protagonista, es una versión española y a veces, hasta más interesante que el Fígaro rossiniano. Es sorprendente la inspiración casi operística en las escenas de los nobles, que contrasta con la alegre, vivaz y folclórica de los personajes cómicos. José Miguel Pérez-Sierra vuelve a ponerse al frente de la orquesta, y como en 2019, ha dirigido la obra con una increíble fuerza, y unos tempi tan ágiles como llenos de vivacidad. Desde el primer compás, uno siente que la orquesta suena con el mismo entusiasmo que inspira la obra. Pérez-Sierra resalta con sus  tempi, el casticismo de la obra y la rapidez asociada a la comedia. El Coro del Teatro de la Zarzuela tuvo uno de sus mejores días, con una brillante intervención, en momentos tan gloriosos como el principio de la obra.

Cuando hay reposiciones de montajes, lo habitual es que el reparto cambie, o se mantengan algunos cantantes, sobretodo cuando las producciones viajan. Sin embargo, este montaje ha mantenido tanto  en su presentación en Oviedo en marzo de 2020, como ahora, el mismo reparto. Salvando las distancias, uno puede encontrar un símil en las producciones de Patrice Chéreau de Desde la Casa de los Muertos y Elektra, que conservaron la totalidad o la mayor parte del reparto allá por donde viajaron. Y ciertamente, uno puede pensar que estos artistas llevan la obra en las venas a consecuencia de rodar tanto esta obra, porque el nivel de excelencia es el mismo, incluso superior a 2019. 


Borja Quiza ha hecho suyo el personaje de Lamparilla. Uno puede ver la fuerza escénica con la que aborda el pícaro personaje, en un excelente retrato en lo actoral, reafirmando la idea del "parentesco" entre el barbero de Barbieri y el de Rossini, dada la vis cómica de este barítono. En lo vocal, puede con la agilidad de su primera entrada y su agradable voz transmite mejor al personaje. Excelente a partir del segundo acto, muy especialmente en el dúo con Paloma, del que hoy día, de tan aplaudidos, hubo también un bis de este número.

Cristina Faus es igualmente una excelente Paloma, con un timbre de mezzosoprano que resulta cálido, dulce,  y seductor en los momentos con Lamparilla. Faus explora el gracejo del personaje, una maja madrileña muy inteligente y salerosa. 

María Miró fue también una gran Marquesita del Bierzo, buena como actriz, y con una preciosa voz.

Javier Tomé, a distancia de los tres anteriores, fue un correcto Don Luis, aunque mejoró sensiblemente en el tercer acto, donde como Miró, divirtió mucho cuando  sus personajes se convierten en majos.

Abel García como el Militar Don Pedro realizó una creíble, divertida interpretación del tiránico pero al mismo tiempo servil personaje.


La prueba de que esta ha sido una feliz tarde de domingo se refleja en un teatro lleno hasta la bandera, con un público de diversas edades, que ríe, canturrea, aplaude enfervorecido, hasta el punto de conseguir un bis, y sale con una sonrisa. Al igual que con El Rey que Rabió, esta es una obra que nos demuestra cuán actual puede seguir siendo el género. Y más actual lo es con esta música que, 148 años después de su estreno en este mismo teatro, sigue siendo tan celebrada y admirada.

Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.



No hay comentarios:

Publicar un comentario