Carmina Burana es una de esas obras conocidas y repetidas hasta la saciedad no solo en televisión, sino en salas de conciertos, por múltiples orquestas de diverso renombre, en auditorios de todo el mundo (aunque su estreno fue escenificado). Pero lo que muchos pasan por alto, o directamente ni saben es la época en que esta innegable obra maestra se creó, y que es un inevitable producto de la época más odiada de la era moderna: la Alemania nazi.
Cuando Carl Orff, musicólogo (quien tuvo un papel preponderante en la musicopedadogía moderna) y especialista en música antigua, estrenó su obra magna en 1937, los nazis llevaban cuatro años en el poder, y entre sus criminales políticas estaba la censura de la música, y de esta manera, la eliminación de toda la vanguardia musical, a la que acusaban de "judía, bolchevique" y sobre todo "degenerada", imponiendo una estética de corte conservador, nacionalista, y a la fuerza rimbombante en muchos casos, ya que el fin último era político, y por fuerza la nueva música debía ajustarse al "espíritu alemán", la creación "aria", que ahora era la única permitida. Toda la vanguardia musical había quedado prohibida en Alemania: la Segunda escuela de Viena que era atonal, dodecafónica y serialista, de Schönberg, Berg y Webern, o la modernidad de Bartok, Krenek, Stravinsky, Hindemith o la fuerza de la escuela rusa de Prokofiev, Shostakovich, por no hablar de los judíos como Korngold, Mahler, Schrecker o Weill. Si uno compara esta esta obra y la compara con las de todos los autores anteriores, puede resultar más conservadora, más melódica, incluso limitada comparada con las anteriores, a pesar de su belleza y su fuerza, valores que hoy entendemos de manera distinta que las entendían Hitler, Goebbels y los suyos.
Aun así, esta obra despertó recelos al principio: a los críticos nazis no les gustaba el erotismo que desprendía, pero el régimen terminó aceptándola con entusiasmo. Carmina Burana (o Canciones de Beuron en latín), es una colección de cantos en latín y alemán antiguo que en la Edad Media escribían y cantaban los goliardos, clérigos fugados y vagabundos que al saber escribir, pudieron preservar sus creaciones al escribirlas. Poemas que hablan del amor, de la sensualidad, de placeres tales como la lujuria y la gula, la naturaleza. Estos clérigos vividores celebraban la vida en sus composiciones. Orff las descubrió en la década de los años 20, y de toda la colección hizo una selección de 24 textos a los que puso música, entre ellos la archiconocida "O Fortuna", que abre y cierra la obra. A estos textos les añadió una orquestación rica, exuberante, espectacular, seductora, incluso pegadiza, y muy acorde con la celebración de la vida que hacían sus autores, además de complicadas partes vocales para los tres solistas: falsetes difíciles para el tenor y el barítono, además de una complicadísima tesitura aguda para la soprano. Todas estas cualidades la convierten en una de las obras más populares y celebradas del Siglo XX y desde luego la más importante que jamás se creara en el terrible Tercer Reich , aunque reducir Carmina Burana a esa nefasta época es algo tremendamente injusto, habida cuenta de su belleza, su complejidad, un reto para cualquier músico, y su fama merecida.
Para cerrar el verano, la edición 2022 de los Veranos de la Villa que se celebra cada verano en Madrid, se cierra con un concierto en el que se interpreta esta obra al aire libre, en el Monumento al rey Alfonso XII del Estanque del emblemático y turístico Parque del Retiro, obra del arquitecto Mariano Benlliure, cuyo 75 aniversario de su muerte se celebra este año. No lo hace, sin embargo, con una orquesta completa, sino en una redución para coro, pianos y percusión, a cargo del Coro Nacional de España, y del conjunto de música contemporánea Neopercusión, quien dio un inolvidable concierto dedicado a Stockhausen el pasado diciembre.
El Coro Nacional de España, bajo la dirección de Miguel Ángel García Cañamero, en una interpretación memorable, ha visto más resaltado su protagonismo, más si cabe, en una obra donde el coro es el protagonista, al estar desprovisto de una orquesta completa. Las potentes voces masculinas se hicieron notar a lo largo de toda la obra, tanto en la segunda y no tan conocida Fortune Piango Vulnera, como en los Miser, Miser de la canción del tenor. Las voces femeninas no se quedaron atrás, especialmente en Amor Volat Undique, parte que habitualmente hace un coro infantil, y en el resto de la obra estando a la altura de sus compañeros masculinos.
El barítono Enrique Sánchez Ramos quizá era un poco ligero al principio, pero tampoco se puede pedir una voz demasiado grave cuando tiene que cantar el Dies nox et omnia, donde tiene que alternar el falsete con graves profundos.
El tenor Diego Blázquez Gómez sí logró una gran versión de la estremecedora canción Olim lacus colueram, con un falsete sobrecogedor.
La soprano Margarita Rodríguez Martín tiene un timbre de lirico-ligera. Si bien en su primera intervención, la melancólica Amor Volat Undique, tuvo un inicio un tanto reservado, luego en la bella In Trutina y en la complicada Dulcissime logró sacar su parte adelante, pidiendo con los agudos y sobreagudos, que retumbaban en los altavoces.
El conjunto Neopercusión, al mando de Juanjo Guillén, podría parecer un poco corto comparado con la gran orquesta que esta obra requiere, pero en este arreglo de percusión y dos pianos, ha conseguido dar vida tanto a la pasión y la opulencia de los coros, como el piano, con el estanque y la noche de fondo, transmitir los momentos de mayor ligereza de forma más intimista que una orquesta.
Al acabar la obra, el coro se permitió un bis: un fragmento del Himno a la Alegría de la Novena Sinfonía de Beethoven. Tras lo cual, terminó el concierto, como la edición 2022 de los Veranos de la Villa. Ha habido, como en esta clase de eventos, choques, ruidos, la gente aplaudiendo al final de las canciones, incluso policías y gente del samur desfilando por delante del público en un momento tan indicado como el trágico Veris Lieta Faces. Se dice, yo no estuve en la zona, que mucha gente salió disparada porque a mitad de concierto se dispararon los aspersores de riego. También, que el alcalde de Madrid anunció en su cuenta de Twitter "un concierto de Carmina Burana", que nadie se podía perder. Mucha gente asumió que aludía a Carmina Burana no como una obra sino como a una persona, lo que la mofa quedó garantizada.
Pero nada ha impedido el disfrute de la obra, gracias a una ampliación buena y equilibrada.
¿Volverán así los grandes eventos al aire libre, donde los madrileños comulgan en masa con la música clásica, cuando antaño Daniel Barenboim y la West Eastern Divan Orchestra congregaban a las masas en la Plaza Mayor como cada verano? Ojalá sea así.
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