Le tengo el mismo cariño que a mis óperas favoritas. Jesucristo Superstar es mi musical favorito. Y su versión película de 1973 está en mi discografía peculiar de cabecera. Por eso cuando lo vi anunciado con el legendario Ted Neeley y cantado en su idioma original en el Teatro Philips de la Luz en la Gran Vía no dudé ni un segundo en hacerme con una entrada.
Es innegable, que el gran reclamo de estas funciones es el Jesucristo de Ted Neeley. Su interpretación de Jesús de Nazaret en la película de 1973 es icónica. Por eso sorprende que sea capaz de interpretarlo a los 74 años de edad, aún en forma y en el marco de una gira larga por Europa. En estas cuatro décadas desde la película, espectadores de todo el mundo han podido conectar con su genial interpretación del hijo de Dios. Cuando entra en escena y dice sus primeras líneas Why should you want to know? Don't you mind about the future sabemos que estamos ante un gran artista. Neeley transmite un magnetismo en escena que atrapa desde el primer momento. Su Jesús transmite autoridad a la vez que humildad. Es capaz de mostrar ternura ante Magdalena y los enfermos, serenidad ante Judas y la angustia en el segundo acto.
Sería absurdo ignorar las limitaciones propias de su edad. Aunque la voz se mantiene, suena avejentada. A veces parece perderse, y para evitarlo prefiere reservarse, acudiendo al canto parlato. Sin embargo, los falsetes aún son impresionantes, algo que preludia el momento mágico que vendrá en el acto segundo. Gethsemane es el momento principal del personaje y lo que justifica en gran medida este espectáculo, ya que es aquí donde Neeley demuestra por qué es el Jesucristo de referencia. Cuando el escenario se silencia y las luces se apagan para iluminarle, la voz guardada emerge en su esplendor, la tragedia de Jesús se hace evidente en su entrega. Y cómo no, el famoso falsete Why? que sigue siendo impresionante y poderoso en escena. Una interpretación memorable.
Por todo eso, hay que agradecerle que nos siga deleitando con su creación, con su capacidad para llegar a los espectadores en uno de los mejores musicales de la historia.
Nick Maia interpretó a un Judas de gran nivel. Pese a empezar con un prometedor Heaven on their minds al que afectó el atronador sonido de la orquesta, creó un Judas muy bien cantado, actuado y bailado. El Superstar puso a bailar a todo el auditorio. Posee una voz estupenda y se desenvuelve con agilidad por el escenario. Esperemos que lo interprete en futuras producciones y se haga un nombre con el personaje.
El resto del elenco, italiano en su mayoría, aun estando a niveles inferiores respecto de los protagonistas cumplió muy bien. Simona Di Stefano fue una bella Magdalena y con una voz muy agradable, alcanzando en Could we start again, please? su punto más álgido junto al agradable Pedro de Mattia Braghero. Giorgio Adamo fue un Simón Zelotes de gran voz y gran ritmo. Andrea di Persio fue un Pilato de voz no fea pero sí de poca fuerza, aunque muy bien actuada en la escena con Jesús. Salvador Axel Torrisi fue un Herodes divertidísimo y bien cantado, además de tener un físico espectacular. Paride Acacia fue un Anás caricaturesco y Francesco Mastroianni cantó un Caifás con enorme voz de bajo.
Emanuele Friello dirigió una orquesta pequeña que incluía guitarras eléctricas, dos teclados y viento. La amplificación sonaba muy fuerte y eso no permitía escuchar bien a los cantantes en muchas ocasiones. Las guitarras eléctricas cumplieron bastante bien, lo que no puedo decir del viento en alguna ocasión, sobretodo en la escena de Simón Zelotes.
Massimo Romeo Piparo es el creador de esta producción con una puesta en escena funcional, que comparada con otras grandes producciones puede parecer pobre; a mayor gloria de Neeley. Sin él, creo que perdería mucho, porque parece estar hecha principalmente para su lucimiento.
El escenario tiene una escalinata en el lado derecho, mientras que en el izquierdo se encuentra la orquesta sobre una plataforma rodante que en el otro lado tiene unas columnas que completan la escenografía. En el fondo, unos pasadizos transparentes donde se mueven a veces los coros y donde también hace las veces de pantalla para las proyecciones. Las apariciones de Jesucristo son de gran solemnidad, emergiendo de la escalinata como aparición triunfal y divina. La influencia o la intención de reproducir el ambiente de la película se manifiesta en el vestuario, sobretodo en el de Judas que es casi idéntico, en deslumbrantes danzas o en la caracterización, con el fin de parecerse lo máximo posible a los originales. Una idea bastante original es que el número Superstar empiece fuera de la sala, en el vestíbulo del teatro, para que luego Judas y las coristas hagan su entrada entre el público, para terminar con el público en pie extasiado y la sala iluminada. Otros momentos cumbre fueron el Gethsemane, con la cruz iluminándose varias veces en pleno éxtasis musical, la coloridísima escena de Herodes con el escenario iluminado con luces de colores o en la escena de los azotes donde se proyectan imágenes de guerras, genocidios y atentados terroristas de nuestra historia reciente.
Aunque la producción es bastante mejorable y en ocasiones insuficiente, es una oportunidad histórica, por la talla de un Ted Neeley cuya caracterización de Jesucristo es una de las mejores de la historia del teatro musical y del cine. Un público de todas las edades aplaudía enfervorecido por la actuación del protagonista y la inmensa música. Y esto es algo que podremos contar en el futuro, con todo.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con su publicación en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
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