Celebramos un año de andadura de este blog con la reseña de la premiere del Festival de Bayreuth de 2018. No puede ser mayor dicha para mí, wagneriano de corazón. Aunque no haya sido en la propia colina verde, sino en un vídeo subido a internet, de la retransmisión que tuvo lugar el 25 de julio en la televisión alemana y que días más tarde se pudo ver en todo el mundo. Por no hablar de la generosa subida de usuarios a Youtube del vídeo de tan magna función. He ido a acto por día. Pero a pesar de las altas expectativas y las buenas reseñas, siento que algo me falta o no me termina de satisfacer.
El director de escena Yuval Sharon tenía por delante no sólo ocuparse de un trabajo ya em marcha, sino también de superar a la producción que la precedió, aquella de las ratitas o el Rattengrin como yo lo llamo.
El color azul impregna la producción. Se dice que como alusión al montaje de Wieland Wagner. Los decorados son lo más bello del trabajo, una bella pintura que evoca un paisaje impresionista: un paisaje con un lago al amanecer o anochecer. Se agradece un poco de belleza en estos tiempos de fealdad o estupidez que imperan sobre el escenario del Festival. El problema ya viene con el vestuario, porque si bien es cierto que los trajes parecen evocar en los hombres al siglo XVI y en algunas mujeres a la pintura holandesa del siguiente siglo, dando un toque de intemporalidad, los protagonistas llevan a las espaldas alas de insecto. ¿Se ha convertido Lohengrin en un experimento zoológico en Bayreuth? No importa la belleza y la elegancia de los trajes (salvo el de Elsa) que parecen clásicos, porque esas alas de mosca les quitan todo sentido. Pareciera que fueran un signo de distinción, en la mente del director.
El telón se abre y se ve este paisaje, con poca iluminación que sugiere una situación de oscuridad. En el centro se ve una caseta que parece un poste eléctrico. Lohengrin no puede venir en el mejor momento, ya que Elsa es condenada a la hoguera cuando hace su aparición en una especie de avioneta murciélago que está arriba de la caseta, mientras que cuando sale de la misma se ilumina plenamente el escenario. Espectacular la pelea con Telramund: el villano con una espada y el héroe con un rayo, ambos luchando en el aire con arneses. El segundo acto mejora, con la presencia de los decorados y la oscuridad de la noche por medio de una iluminación tenue en el primer cuadro. En el segundo, la catedral de Amberes es como un pasillo enorme anaranjado, más parecido a un molino. En el tercero vemos la caseta del primer acto que gira para convertirse en el lecho de los protagonistas, una habitación ruinosa con la pintura de las paredes saliéndose; también de color naranja.
El elenco al completo: primera fila de izquierda a derecha: Piotr Beczala (Lohengrin), Waltraud Meier (Ortrud), Tomasz Konieczny (Telramund), Georg Zeppenfeld (Rey Enrique) y Egils Silins (Heraldo). Anja Harteros (Elsa) se encuentra sola en la segunda fila, más cerca en la imagen.
Dice la prensa que en alusión al movimiento Me Too, se ve como Lohengrin ata a Elsa al poste eléctrico que hay en medio de la habitación, a medida que se acerca a hacer la pregunta prohibida. Cuando la hace, se desprende una fuerte descarga que se lleva por delante a Telramund, que estaba a punto de entrar. Lo mejor de la puesta en escena, en mi humilde opinión, es la escena final. Ya no vemos la caseta de marras. Ahora vemos el bello paisaje pintado, ahora con un lago plateado de fondo. La escena se oscurece poco a poco para centrarse en Lohengrin, mientras canta su gran aria. Pero no dura mucho la alegría, porque el ajuar que le deja a Elsa antes de irse es una cesta naranja que se ilumina al abrirse. Ortrud aparece atada y a punto de ser condenada, pero la aparición de Gottfried lo cambia todo. El hermano de Elsa es un figurante disfrazado con un traje verde que recuerda al muñequito de los semáforos de Berlín Este. Al final, Lohengrin abandona la escena mientras Elsa y su Hermano se dan la mano, los demás caen abatidos al suelo y Ortrud contempla la escena aturdida.
Christian Thielemann dirige a la magnífica orquesta. La dirección es ágil y transmite esa gran tensión dramática que hace que la orquesta de cuenta de la gloria trágica de la obra. Aún así, a veces hay momentos de descoordinación en el viento metal; pero en general el resultado ha sido excelente. Grandes interpretaciones de los preludios y del interludio del acto tercero. El coro dirigido por Eberhard Friedrich igualmente ha logrado un gran nivel.
Waltraud Meier como Ortrud.
Esta producción suponía el regreso, pero también la despedida definitiva de Waltraud Meier; la gran intérprete wagneriana de los últimos treinta años. A sus 62 años, la diva se despide del Bayreuth que la hizo una estrella en 1983. No hace falta decir que debió cantar este personaje mucho tiempo antes y quizá lo habría hecho si no hubiese tenido desavenencias con Wolfgang Wagner en el año 2000. Pese a todo, la interpretación fue mejor de lo que me esperaba. Quizá se lo preparó a conciencia porque pese a que no resiste la comparación con ella misma hace diez o veinte años, supo cantar su Ortrud a un gran nivel. Aún mantiene el bello centro que la caracteriza, aunque la voz tiende a vibrar y no tiene el aguante de antaño. El agudo aún impacta, pero mientras no dure mucho tiempo porque entonces tiende a ser disonante. Si en la escena de la maldición estuvo aún notable, en el final pasó algún apuro. Lo que sigue intacto en ella son las tablas y el animal escénico que es, unidos a su espectacular belleza física. Gracias al montaje que la rejuvenece, su actuación fue impecable. Ella sabe transmitir el miedo, la maldad, las intrigas de su personaje pese a las limitaciones que el montaje le da. Fulminantes miradas, autoridad escénica, gestos enormemente teatrales hacen que su Ortrud, ya histórica, se despida con gran dignidad.
Piotr Beczala y Anja Harteros como la pareja protagonista en el tercer acto.
Piotr Beczala debuta en Bayreuth, tras el éxito que obtuvo hace dos años con este papel en Dresde. Pero la voz pese a su belleza con un gran dominio del pianissimo, no termina de hacerse al heroísmo que también pide el personaje. Sus mejores momentos fueron la entrada y el tercer acto, pero le faltó autoridad en el segundo, incluso volumen.
Anja Harteros fue Elsa, con luces y sombras. La voz es naturalmente bella, pero hay momentos en que el agudo le juega una mala pasada, lo que podría despertar sospechas de declive vocal. Pese a una entrada tímida, mejoró en los actos siguientes. En el último acto su interpretación fue destacable.
Tomasz Konieczny fue un Telramund que tuvo un comienzo poco memorable, pero que mejoró en el acto segundo pese a que la voz no tiene el mejor registro agudo.
Sorprendentemente, lo mismo le ocurre al gran Georg Zeppenfeld como el Rey Enrique, tras un comienzo tímido recuperó su nivel al final del acto. Además, es un gran actor.
Egils Silins fue un Heraldo decente, pero con altibajos y con un primer acto tampoco para el recuerdo.
Final
La función podrá haber sido notable y estuvo plagada de estrellas, pero el total ha sido notable pero no excelente ni para los estándares actuales. Confiemos en que mejore el nivel musical conforme pasen los años. Para los que estamos años esperando o no tenemos la oportunidad de ir a Bayreuth, esta transmisión de vídeo lleva la magia de la colina verde a todo el mundo.
Aquí hay un vídeo con la función completa.
https://www.youtube.com/watch?v=Umig-R-nts0&t=9869s
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