Tras la aventura del Lohengrin de Bayreuth de este año, he querido seguir incursionando en las producciones actuales que se hacen en la colina verde. Ahora me ha tocado ver Los Maestros Cantores de Núremberg, en la producción del año pasado.
Hace un año se estrenaron los primeros Maestros a cargo de alguien que no pertenecía a la familia Wagner en 55 años (recordemos que en 1951 y 1952 esta obra se encargó a Rudolf Hartmann), cayendo el encargo en el director de escena australiano Barrie Kosky, director de la Komische Oper de Berlín. No pudo ser más acertada esta elección: Kosky es judío y nadie podría haber epatado mejor la obra predilecta del régimen nazi y en el que fuera su teatro más preciado. Para él, era importante tratar el tema del antisemitismo en el templo musical de Wagner. El maestro al parecer lo profesaba, y su esposa aún más. Esto se ve en las humillaciones y desprecios que sufrirá Beckmesser en el montaje. Por otro lado, profundiza en la proyección que el compositor hizo de sí mismo en el personaje de Hans Sachs. Por ello, la acción se traslada a la vida de Wagner. Sachs es Wagner, Eva es Cosima, Pogner es Liszt, Beckmesser es Hermann Levi, director judío que trabajó con el músico. El trabajo de Kosky es increíble, teniendo en cuenta que aquí Beckmesser no es ese cascarrabias borde que no se hace querer en el montaje de Wolfgang Wagner, sino un músico humilde, noble y de perfil bajo que sufre injustas humillaciones por parte de todos. Y consigue mostrar en escena el horrible (y aún vigente) tema del antisemitismo a través de la historia alemana. Juzga a Wagner en el mismo sitio en el que fueron juzgados los fanáticos que conviertieron al arrogante compositor en un músico estigmatizado y como diría el propio Kosky, teniendo siempre que justificarse.
Se abre el telón con la obertura, donde vemos una preciosa recreación de Wahnfried, en una reunión de té con los Wagner. David y Walter von Stolzing salen del piano del maestro, convertidos en sosias suyos. Y más tarde lo harán los maestros, vestidos como en la época del verdadero Hans Sachs. De hecho, una de las señas del montaje es el anacronismo entre el decorado y el vestuario fiel a la época original. En el primer acto, vemos el primer desdén a Beckmesser por parte de los presentes, ya que él no toma parte de la plegaria inicial. Luego, Stolzing-Wagner intentará cortejar a Eva-Cosima, y luego interactuará con David-Wagner, mientras Sachs-Wagner está pendiente de la acción y ensayando el texto. Al final del primer acto se ve cómo se retira el escenario de Wahnfried para mostrar las paredes del tribunal de Núremberg. En el segundo acto se ve éste con el suelo cubierto de césped. En este acto, todos los personajes salvo Beckmesser y Sachs ya se visten como en la época de Durero. Al final del mismo, Beckmesser tras cantar la serenata y comenzar la pelea con David, es golpeado por unos maestros que luego le ponen una máscara de judío inspirada en las aberrantes caricaturas de rotativos nazis como Der Stürmer. A la vez, un globo de la cabeza de ese mismo judío caricaturizado y horrible se va apoderando de la sala. En el momento de cerrarse el telón se desinfla al punto de que la cabeza se gira y una enorme estrella de David se ve en el escenario.
El tercer acto tiene lugar en la sala ya acondicionada como el tribunal y con todos los personajes ya vestidos como en el siglo XVI menos Sachs, que sigue siendo Wagner. En la escena festiva final vemos al coro vestido de pueblo de Núremberg de jolgorio y aplaudiendo a todos los maestros... menos a Beckmesser, que es recibido con un despreciativo silencio. Finalmente, en el monólogo de Sachs todos los asistentes se han ido y éste se encuentra en el estrado recitando solo su monólogo hasta que el decorado del tribunal se levanta para dar paso a una orquesta ficticia y un coro que serán dirigidos por este Sachs-Wagner que terminarán el acto.
Como siempre, la orquesta y el coro están a unos niveles excelsos. Philippe Jordan dirige una versión de tiempos lentos pero capaces de transmitir la humanidad y el drama presentes en la obra. También sabe tratar con agilidad la escena del final del segundo acto o el interludio del acto tercero y el coro "Sankt Krispin". Excelentes preludios.
El reparto no ha estado tampoco a la altura, ciertamente. Michael Volle es un gran actor y tiene el porte adecuado, pero Sachs le queda grande incluso en volumen. El monólogo del acto segundo fue casi en sprechgesang. Algo mejor en el tercer acto, con mayor presencia vocal pero adoleció de la rotundidez musical que necesita Sachs. Johannes Martin Kränzle en cambio sí fue un gran Beckmesser tanto actuado como cantado, aunque eché en falta un poco de volumen. Klaus Florian Vogt es un habitual en Bayreuth, y aunque actuó bien su canto inmaculado benefició pero no convenció del todo a su Stolzing. Muy bellas las canciones del acto tercero pero por razones que se me escapan no me creí del todo el personaje. Gunther Groissböck fue un discreto Pogner.
Anne Schwanewilms cantó Eva ya acusando un declive considerable. Soy uno de los pocos entusiastas de su voz, pero aquí salvo por unos pocos momentos de belleza la interpretación fue plana. En cuanto a los secundarios, excelente Daniel Behle como un David de bella voz y bien actuado, y aún mejor estuvo Wiebke Lehmkuhl como Magdalena con su poderosa voz de contralto. Un lujo Georg Zeppenfeld como el Sereno.
La función fue un éxito y fue bien recibida, aunque la pobre Schwanewilms fue fuertemente abucheada. También se escucharon abucheos en el acto segundo, según dice la prensa. Una función redonda y disfrutable pese a un reparto vocal que no alcanzó el nivel deseable.
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