jueves, 16 de agosto de 2018

Vídeo: Tannhäuser desde el Festival de Bayreuth, 2014.





La siguiente en mi lista wagneriana era el Tannhäuser del Festival de 2014, que tanta polémica causó y tan mala respuesta recibió del público; hasta el punto de ser retirada tras el cuarto año. Y no es para menos: a título personal creo que es de las peores producciones que jamás haya visto en vídeo y posiblemente lo sean del propio Festspielhaus.

Sebastian Baumgarten obtuvo el encargo de estrenar la nueva producción de Tannhäuser en el Festival de 2011, y se llevó un enorme abucheo. La producción fue criticada por sus fallos y su falta de coherencia dramática. Pero además se le puede añadir un estatismo al girar siempre en torno a un mismo decorado. Se puede añadir la falta de sensatez constante y la falta de comprensión. Baumgarten traslada la acción a una fábrica, llenando el escenario de máquinas fabricadoras de alcohol y gas, llevando una de ellas el nombre de Biogas. ¿Y qué tiene que ver todo esto con la obra, cualquiera que sea la actualización que pretende llevarse a cabo? Absolutamente nada.


El director de escena pretende que el alcohol que emana de esas máquinas esté hecho con toda la miseria moral de la humanidad, esa que desea la lujuria del Venusberg en sus sueños eróticos pero luego acusa con el dedo a todo aquél que ha traspasado los límites y se ha metido de lleno en él. Y esa miseria moral está representada por desperdicios. En el escenario se ve por tanto durante toda la obra una plataforma de tres pisos, de la que la planta baja es una sala de máquinas industriales. En el fondo aparece una pantalla donde se proyectarán vídeos. Además, a ambos lados de escenario se encuentran espectadores elegidos para formar parte del espectáculo. Antes de empezar, se muestra en vídeo a los artistas que se preparan para la obra, colocándose el mono de la fábrica en la que trabajan.


Al comenzar la obertura tiene lugar una proyección de vídeos de bacterias, radiografías humanas y todo lo relacionado con la biología e incluso la producción de alcohol. La bacanal del Venusberg es una jaula redonda que emerge del suelo donde se ve una especie de insecto o crisálida horrible de la que salen los bacantes mientras que Tannhäuser y una Venus embarazada hacen el amor. Luego, mientras el héroe entona su canto a Venus unos figurantes vestidos de espermatozoides bailan al son del ritmo que Venus les marca. Luego desaparece el Venusberg y el acto primero nos muestra al pastorcillo gamberro vaciando una botella de alcohol que Tannhäuser le ordenará vaciar en la máquina. En el fondo, aparece una proyección de la Virgen María sin velo, en topless y los pies en primer plano.  Luego aparecerán los peregrinos en batas marrones y con actitud desorientada.  En el segundo acto, aparecerá Elisabeth con un sugerente traje rojo y eligiendo algunas joyas para lucir. La entrada de los invitados supone la aparición del coro y los figurantes vestidos como trabajadores de la fábrica mientas al fondo se proyecta en alemán la frase: "¿Qué droga necesita la gente?" Venus es una de las invitadas al evento, contrastando su campechanería con la elegancia de Elisabeth. Tannhäuser, desde una tribuna juzga el canto de sus compañeros, y luego acurrucado en el regazo de Venus canta su himno en las narices de una Elisabeth perpleja, quien además ha sido un poco manoseada por Biterolf. Tras escandalizar con el himno, aparece la jaula del Venusberg, el escenario se iluminará de rojo, Elisabeth se lesionará y con su sangre embadurnará a Tannhäuser, mostrándole que con su sangre ella pide por su alma al creador.  Al final, los peregrinos jóvenes vienen al escenario con la misma actitud aturdida de los mayores.

Paralelamente a la función y antes de la misma, tiene lugar en el escenario una performance que refleja los quehaceres de la fábrica. En el segundo descanso, los figurantes que interactúan con los músicos, primero limpiarán el suelo, luego embadurnarán una de las máquinas y luego celebrarán una pequeña misa en la que cantarán, aunque a un nivel no muy operístico precisamente. Tras esta eucaristía el público que ocupaba la sala les dio un sonoro abucheo.

En el tercer acto, (tras el coro de los peregrinos-trabajadores con movimientos robóticos y nada creíbles)  Wolfram intentará dar consuelo a una Elisabeth destrozada y ataviada con un traje de lana con capucha (menudo calor para la soprano), quien tras cantar su plegaria se suicidará entrando en la máquina de Biogas; para convertirse en materia prima. Entonces saldrá Venus, comiendose un helado de hielo mientras se marca un bailecito con Wolfram al son de la canción de la estrella. Luego desaparecerá, Tannhäuser cantará su narración y luego emergerá Venus con los bacantes convertidos en zombis. El final se muestra con el Venusberg expuesto y Tannhäuser muerto en lo alto de esa jaula, el coro ocupando la escena, con Elisabeth como una aparición mariana y Venus mostrando orgullosa al hijo que acaba de tener con Tannhäuser.


El equipo musical de esta producción no puede tampoco compensar la poco agradable puesta en escena. Tras el fracaso inicial en 2011 con Tannhäuser y Venus, el director Thomas Hengelbrock no regresó. En 2012 Christian Thielemann se ocupó de la obra y en 2013 y 2014 el director Axel Kober.

Kober es un director habitual en teatros alemanes, pero no tiene la personalidad de un gran director como Thielemann. Los tiempos son conservadores y a veces un poco lentos, más dedicados a acompañar que a destacar por sí mismos.

Torsten Kerl interpreta a un Tannhäuser en la línea habitual de muchos tenores que cantan este repertorio: voz con aguante, pero no siempre emisora de belleza, aunque la voz de Kerl es mejor que la de otros tenores. Sin embargo no quiere decir que sea hermosa, ya que el agudo no existe y conforme se muestre más cansado, la voz se afea. La narración de Roma fue digna de olvido.

Camilla Nylund no fue una Elisabeth ideal: la voz es bella pero además de que parece que le falte volumen, no es muy expresiva. A nivel actoral parece más adecuada, ya que físicamente es el prototipo de belleza nórdica, alta y rubia. Su mejor momento, sin ser algo extraordinario, fue la plegaria del tercer acto.

Markus Eiche interpretó a Wolfram, pero pese a sus buenas intenciones su interpretación no pasó de ser plana. Sus canciones en el segundo acto y la gran romanza del tercero sonaron bien de entonación y proyección pero le faltaba emoción. Pero no podemos evitar reconocer que hizo lo que pudo.

Kwangchul Youn fue la principal voz del reparto, con su gran voz de bajo y sus aún hermosos graves. En esta época Youn aún estaba en plenitud de facultades. Michelle Breedt fue una Venus graciosa en cuanto a actuación, y vocalmente correcta; pero no muy destacable. Lothar Odinius fue quizá la revelación de la noche, con su heroico Walter muy bien cantado. Thomas Jesatko cumplió como Biterolf. Katja Stuber tiene una voz deliciosa como el pastorcillo.




Una producción olvidable y de la que nada se puede salvar. El próximo año, Tobias Kratzer y Valery Gergiev tienen por delante el reto de superar esta producción que queda inmortalizada o como placer grotesco o de cómo no se debería hacer un Wagner en Bayreuth.

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