En el ciclo de voces del Teatro Real de esta temporada hacía su debut en el concierto de hoy el bajo-barítono galés Bryn Terfel, después de 25 años de larga y dilatada carrera. Aunque hace tres años ya había cantado un Holandés Errante en el Auditorio Nacional con un enorme éxito de público y crítica, nunca se había escuchado su enorme voz en el regio coliseo.
Terfel es una de las figuras más importantes del panorama lírico internacional. Aclamado en todo el mundo, empezó siendo un notable intérprete mozartiano, para luego ser un gran intérprete de roles como Scarpia, Wotan o Hans Sachs, y también ha cosechado éxitos en Broadway. De su variado repertorio ha dado cuenta en este recital de presentación.
La orquesta del Real ha estado dirigida por el director catalán Josep Caballé-Domenech.
La primera parte del concierto estuvo dedicada exclusivamente a Wagner. La orquesta empezó con el preludio del tercer acto de Lohengrin, tras el cual Terfel hizo su entrada y cantó el monólogo de Sachs Was duftet hold der flieder, del acto segundo de Los Maestros Cantores de Núremberg. Abordó está aria maravillosamente, con una proyección ideal, y un estilo de nivel, convenientemente pausado; si bien el enorme volumen de su voz sugería un poco de bastedad para Sachs, aunque no inconveniente del todo para el personaje.
Y llegó el momento de La Walkiria: tras una interpretación orquestal de la cabalgata, Terfel volvió para acometer los tremendos adioses de Wotan, otro de sus grandes personajes. Wotan ya es otro cantar, y aquí el galés dio una de cal y otra de arena. El problema del registro agudo es que tiende a ser demasiado gutural, casi de ladrido. Con mucha dulzura cantó der freier als ich, der Gott, para luego acometer mejor Der augen leuchtendes paar. En el final de la escena, el fuego mágico fue realmente la encarnación del dios, dentro de sus posibilidades, y terminó cantando las palabras finales Wer meines speeres spitze fürchtet, durchschreite das feuer nie! a pleno volumen. Si musicalmente fue irregular, con un problemático agudo, la interpretación fue intachable. Pese a que no me gustó que en los primeros acordes estaba de espaldas mirando al director, inmediatamente se dio la vuelta y el cantante desapareció para dejar paso al dios: con esa mirada autoritaria, totémica, propia de un animal escénico. Cuando empezó a invocar a Loge, mientras la flauta y el xilófono sonaban, Terfel movía la mano con una sonrisa, como si estuviera dirigiendo el rumbo de las llamas que rodean la roca de las Walkirias. Y tras cantar con solemnidad sus palabras finales se fue mientras la orquesta iba cerrando la escena, como si realmente se tratase de una representación escenificada de la obra. En cuanto a la orquesta, esta no era la misma que acometió el Oro hace un mes: le faltaba práctica y al parecer el director iba demasiado rápido, con una dirección más de acompañamiento que destacable: las partes orquestales no destacaron demasiado, quizá mejor en la Cabalgata que en Lohengrin. En el monólogo de Maestros es donde estuvo más inspirada, especialmente el viento. En el final de Walkiria a veces sobrepasaba al cantante, y el viento estaba poco refinado y tampoco el compás final transmitió mucho.
La segunda parte fue mucho más ligera y accesible para ambas partes (sobretodo para el bajo,la verdad sea dicha), aunque tras alcanzar el cielo con la música de Wagner al principio parecía saber a poco. Así, en la obertura de La belle Helène de Offenbach la orquesta estaba más cómoda y el estilo del director de orquesta más adecuado. Luego llegó el aria Son lo spirto che nega del Mefistófeles de Boito, donde Terfel volvió a mostrar cierta soltura, y sobretodo gracias al uso de la brutalidad musical que le caracteriza, logró una gran caracterización del demonio operístico, con unos silbidos tan característicos que en los aplausos logró hacer silbar al público. Finalizada la parte operística siguió el famoso Die Moritat von Mackie Messer de La Ópera de Tres Peniques de Kurt Weill, que acometió muy bien. Siguió la obertura y Oh, what a beautiful morning de Oklahoma de Rodgers y Hammerstein, el número How to handle a woman de Camelot de Loewe (del que habló un poco antes de cantar, y dando las gracias al público por venir) y el famoso If I were a rich man de El violinista en el Tejado, de Jerry Bock. Números que fueron los mejor cantados de la noche junto al monólogo de los Maestros. En ellos, Terfel cantó con estilo, vis cómica y la voz sonó maravillosa. En la obertura de Oklahoma la orquesta estuvo muy bien.
En los aplausos finales, alguien del público le pidió que cantara un número. pero el cantante replicó diciendo que "me gustaría cantar una canzón galesa": la preciosa Ar Hyd y nos (Durante toda la noche), que fue un precioso cierre de recital con cantante y orquesta en buena forma. Fue el único bis que Terfel dio, suponemos que para sorpresa de algunos.
Pese a que quizá no haya podido estar en su mejor momento vocal, el público acogió calurosamente al artista, que habría cantado en el Real en una producción de Falstaff; según se rumoreaba en la prensa y los foros, si el desaparecido Gerard Mortier no hubiese fallecido. Sea como fuere, siempre será un placer escuchar en este teatro a grandes voces, y al mismo tiempo animales escénicos como el señor Terfel.
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