domingo, 28 de julio de 2019

Don Giovanni en el Lago de Coslada. 27 de julio de 2019.



               
Este verano, la ciudad de Coslada ha organizado un "verano cultural" en el parque del lago, donde se realizan espectáculos gratuitos al aire libre en un pequeño anfiteatro a orillas del mismo. Uno de esos espectáculos ha sido Don Giovanni, de Mozart, en una nueva producción a cargo de la compañía Camerata Lírica de España.


Esta pequeña compañía privada tiene cierto recorrido en la Comunidad de Madrid y en otras provincias españolas, llevando la lirica a pueblos y pequeñas ciudades donde este tipo de espectáculos se ven con poca frecuencia. 


El tenor y director artístico Rafael Albero ha sido el responsable de la puesta en escena, que ha tratado de reproducir una versión clásica que el público pudiera entender y disfrutar. En el escenario se ha visto un escenario corpóreo de una calle empedrada de la antigua Sevilla.

La obra se ofreció con acompañamiento de piano y algunos cortes con el fin de no acabar tarde y ofrecer lo más elemental de la trama, especialmente en el segundo acto. El pianista Sergio Kuhlmann se encargó de suplir el acompañamiento orquestal con el piano.

En cuanto al reparto, se empeñó en la mejor medida de lo posible, con unas voces femeninas en general superiores a las masculinas con Raquel del Pino como una estupenda Zerlina, Carmen Arrieta como una Doña Ana que se llevó una gran ovación al final y Elvira Padrino como una poderosa Doña Elvira. Entre las masculinas, Andrés del Pino fue un Don Giovanni que tenía el perfil físico ideal para el personaje, aunque el mejor fue Houari López (tenor habitual en las antiguas y añoradas funciones de Ópera Moncloa) como Don Ottavio, cuya interpretación de Dalla sua Pace fue quizá el mejor momento de la noche. Abelardo Cárdenas como Leporello (con una gran vis cómica) y Alberto Camón haciendo doble papel de Masetto y el Comendador completaron el reparto, cumpliendo bien con su cometido.



Al ser una función al aire libre, la función pudo disfrutarse en el disfrutable y apacible ambiente de un anochecer en un parque con un lago, pero no estuvo exenta de contratiempos, como el excesivo volumen de la amplificación que resultaba bastante molesto y reberveraba excesivamente en los tímpanos. 

Pese a que el aire fresco y quizá el excesivo volumen vaciaron un poco el anfiteatro, los aún muchos que quedaron en él aplaudieron entusiasmados una propuesta, que a tenor de lo escuchado entre el público, es de agradecer y se espera que se repita en los próximos años. Ojalá pudiera recoger el testigo de las inolvidables y esperadas funciones en el Templo de Debod que de 2009 a 2014 hacían las delicias de los madrileños.

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