Mi primer contacto en vivo con una obra de Mahler tuvo lugar en 2016, cuando vi La Canción de la Tierra en el Auditorio Nacional, con la gran Waltraud Meier y su habitual compañero en escena, el tenor Robert Dean Smith. En ese entonces no tenía mucho interés por Mahler. Mi interés era la gran diva alemana. Seis años más tarde, por fin me siento capaz de apreciar la belleza de la obra mahleriana. Y es que el compositor austrohúngaro era un mago de la música. Su obra es capaz de cautivar a primera vista, con su fuerza orquestal, su espectacularidad, su riqueza melódica, al mismo tiempo que supone siempre un reto, ya que siempre requiere de una gran orquesta.
Mahler explota al máximo las posibilidades de una orquesta. Pero más allá de su belleza y espectacularidad, si algo caracteriza a sus sinfonías es el patetismo, muchas veces el pesimismo, otras tantas la búsqueda de lo espiritual, de redención y también esperanza, así como una obsesión con la muerte. La búsqueda de un Dios al que un colega famoso como Bruckner no solo encontró sino que le dedicó su música. Mahler estrenó su primera sinfonía en Budapest en 1888. En un principio tenía cinco movimientos, pero desde su reestreno en 1896 se quedó en cuatro, y aún tuvo alguna revisión hasya 1906. La tradición la ha llamado "Titán", y es una obra en la que el compositor austrohúngaro demuestra su capacidad para componer una gran música, uno de los más populares momentos del posromanticismo. En esta obra tan descriptiva como fabulosa, Mahler recrea como nadie, la belleza de los paisajes rurales austríacos, el amanecer, los animales, los seres fantásticos y melodías populares
Ya desde el inicio del primer movimiento, Mahler recrea el amanecer de una forma muy moderna, con la flauta y la cuerda en una melodía larga, de la que van emergiendo el clarinete, los fagotes, como criaturas que dan la bienvenida a un nuevo día. El segundo movimiento es una danza típica austríaca, con elementos del yodel y del vals, este último marcando la primera y la tercera partes del movimiento. El tercero es una marcha fúnebre, en la que los animales acompañan al cazador en su cortejo fúnebre, sobre la base del Frère Jacques (Bruder Martin en alemán), que se convierte poco a poco en una apesadumbrada danza con ritmos más bien bohemios. El cuarto es una torrente musical, en el que las emociones afloran alternando momentos épicos con otros de absoluta y celestial calma, para acabar en una apoteosis final con una explosión de sonido.
La Orquesta Nacional de España ha programado esta sinfonía en el marcó de un triple programa, dirigido por Pablo González, dedicado a música "viandante": la primera obra ha sido Unvollendete Wege (Caminos Inconclusos) de Nuria Núñez Hierro, que recibía su estreno absoluto. Una pieza de 10 minutos en la que hay una interesante sección de viento, cajas musicales y también una interpretación destacable de tuppers de aluminio donde se guarda la comida para llevar. La segunda pieza fue el Concierto para violín y orquesta número 2 de Henryk Wieniawski, un virtuoso violinista que también fue un destacado compositor. Esta obra es completamente romántica, y se notan las influencias de un Brahms y un Beethoven. Aquí contó con la intervención de la violinista Ana María Valderrama, quien dio una apasionada y aplaudidísima versión del tercer movimiento, alla Zingara.
Tras el segundo descanso vino el Mahler, ya con la gran orquesta reunida en el escenario. Aquí he de decir que me voy a ir a lo personal: lejano ya el recuerdo de aquella Canción de la Tierra con la diva Meier, he recordado, o mejor dicho, vuelto a disfrutar por primera vez, de lo impactante que es escuchar a Mahler en vivo: toda una fuerza de la naturaleza musical, con una explosión de melodías, sonidos, volumen, una exuberancia orquestal que electriza, que hace que uno salga atónito, impactado, alucinando con esta experiencia sobrenatural. Y eso que se trata del joven Mahler, aun tendrían que venir la Segunda, la Quinta con su Adagietto, o la Canción de la Tierra.
Aquí hay que decir, que aunque ya entrada en calor, la orquesta fue de menos a más, aun dentro de un sonido notable. En el primer movimiento el viento madera sonó un un brillo especial, haciendo ver el amanecer. Espectacular el clarinete, tanto en el primero como en el tercer movimiento. El metal empezó algo discreto, pero ya en el segundo movimiento estaba en plenitud. Precisamente en esta pieza la orquesta sonó viva, con una cuerda ya entregada. En el tercero, González sacó de la orquesta una versión estupenda, una marcha fúnebre en la que se destacó el aspecto de danza macabra, y ahí la cuerda tuvo un papel relevante. Aunque no como el que tendría en el movimiento final, donde realmente estuvo excelente, y la orquesta sonó en plenitud. Impactante el tutti orquestal final, con una verdadera explosión de la percusión, que resonaba en la sala envolviendo al espectador en el triunfo final.
El concierto fue recibido con un enorme entusiasmo del público, como no puede ser de otra forma tras un Mahler. Como muestra de solidaridad con Ucrania, antes de que empezara el concierto la orquesta interpretó la famosa Aria de la Suite número 3 de Bach, una música celestial, que llama a la calma, a la paz, tan necesitada ahora por el pueblo ucraniano.
ENGLISH
Meeting Mahler's First Symphony.
Madrid, March 18, 2022.
My first live contact with Gustav Mahler's music was with Das Lied von der Erde, at the Auditorio Nacional de Música in Madrid, in June 2016. However, my interest was only to see Waltraud Meier (a noted performer of the piece), the last Wagner diva, maybe for the last time. Six years later, I am again at the same symphony hall, but now at last interested by Mahler as a musician, and able to appreciate the magic of his music. His music is like the love at first sight: it seduces the listener with its exhuberant, rich melodies, its orchestral power and the challenge it means for a music venue, as it often requires a big orchestra.
Mahler exploits the possibilities of an orchestra. But beyond any spectacularity, his symphonies are distinguished by their pessimism, pathetism, as well as the search of spiritualism (The search of God, in which his colleague Bruckner not only suceeded but devoted all his music to Him), redemption and hope, as well as an obsession with death. Mahler premiered his First Symphony in Budapest in 1888, in a five movements, all of them with names, like a symphonic poem. He reduced them to just four in the 1896 revival, now presenting just as a symphony with no name, and still he made revisions until 1906. Tradition has called it "Titan". This is a work in which he proved his ability to compose a great, majestic (influenced by Wagner's style) music, one of the best known exponents of Post-romanticism. In such a beautiful as well as descriptive work, the composer portraits like no one the beauty of Austrian-Hungarian landscapes, nature, and folk legends.
From the very beginning, Mahler describes sunrise in a very modern way in his score, with the flute and strings in a long melody, from which emerge the clarinets and the rest of woodwind, like creatures welcoming the new day. In the second movement, we can hear a folk Austrian dance, in which waltz and yodelling rythms appear. The third one is a Funeral March, starting from the Frère Jacques (Bruder Martin in German) melody, to merge with Bohemian dance rtyhms. The last movement is apotheosical, representing the rising to Heaven, in which emotions flower amidst tender and strong melodies, leaving the listener totally mesmerized and amazed.
The Orquesta Nacional de España (Spanish National Orchestra) has programmed this masterpiece alongside two "wandering" pieces, under the baton of Pablo González. The first work was Unvollendete Wege (Unfinished paths) by Nuria Núñez Hierro, which received their world premiere. A contemporary piece in which woodwind has a relevant part, as well as music boxes and aluminium foil pans. The second piece was Henryk Wieniawski's Violin Concerto nº2 in D minor. Wieniawski was a gifted violinist who also composed fine music. This popular concerto is one of the most celebrated romantic violin works, with influences by Brahms or Beethoven. This piece had the participation of the violinist Ana María Valderrama, who gave a beautiful and passionate rendition of the final movement, alla Zingara.
After the pause, Mahler's turn came. I have to say that since it was a long time from that Das Lied von der Erde with Meier, this concert has been a kind of re-baptism in live experiences of Mahler's music. I rediscovered how supernatural could be to listen his spectacular music live, with all its powerful volume and sensations.
Despite being already in great shape, the orchestra improved its rendition as the work went by. In the first movement, the woodwind shone specially, drawing the sunrise to the listener. Clarinet sounded spectacular both in First and Second movement. Brass started correct but found their way, and by the second movement they sounded great. In the second movement, strings' rendition was totally devoted. In the third movement, González took from the orchestra a rendition in which the Funeral March sounded like a macabre dance, and brass and strings played an important role, but not as superlative as in the Final movement. Then, the orchestra reached their height, alongside the percussion, and the final tutti was a true musical explosion, resounding in the hall so the listener could join this final apotheosis.
There was no option for the audience but to receive this piece very warmly. As a gesture of solidarity with Ukraine, the orchestra performed the famous Air from the Suite nº3 in D minor by J.S. Bach, a heavenly music, calling to peace, which is urgently needed by the Ukrainian people now suffering the horrors of the war.
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