lunes, 18 de julio de 2022

El regreso de Plácido Domingo a su teatro: entrañable concierto en el Teatro Real con Sonya Yoncheva.


Madrid, 17 de julio de 2022.

En junio de 2019, Plácido Domingo se daba un baño de multitudes en la Catedral de la Almudena. El cantante de ópera más famoso y posiblemente el más admirado del planeta. Un artista que despertaba en España una admiración y respeto casi unánime entre muchos españoles, cosa rara en un país dado a politizar a sus celebridades. Un artista que en un escenario pudiera hacer cuanto quisiera, que contaba con no pocos aplausos: desde interpretar roles de barítono, con la misma pasión de siempre, hasta dirigir la orquesta del Festival de Bayreuth, reservada para los grandes de la dirección de orquesta. De repente, unos meses más tarde, en agosto de ese mismo año, un grupo de mujeres en Estados Unidos acusó a Domingo de acoso sexual y abuso de poder. No fue acusado formalmente ante un tribunal, no hubo juicio, pero sobre el tenor español cayó no solo la furia del movimiento Me Too (que en Estados Unidos había hecho caer a peces gordos del mundo del espectáculo, esta vez sí con pruebas y juicios) sino también la de la cancelación, sin considerar la presunción de inocencia. Domingo en un principio se disculpó por el daño posiblemente hecho, aunque aseguró no haber acosado a nadie. Luego, negó toda acusación. No obstante, también tuvo muchos apoyos, no solo de su legión de admiradores, los llamados dominguistas, sino también de sus colegas de profesión, con muchas mujeres entre ellos. 
Sin embargo, las puertas se cerraron no solo en Estados Unidos, el país que le convirtió en un dios de la lírica, sino también en España, ya que el Ministerio de Cultura le canceló una función en el Teatro de la Zarzuela, y él mismo se retiró de sus funciones previstas en La Traviata para el año 2020. Entre tanto, la pandemia del Covid-19 llegó y cerró los teatros y toda la vida social. Domingo, para colmo de males, enfermó de Coronavirus. Tras el parón pandémico, Domingo retomó su carrera. Primero en en el Bolshoi de Moscú, luego en Viena, y después vinieron Verona, Múnich, París, Buenos Aires, además de nuevos escenarios en Europa del Este, y finalmente, en junio de 2021 volvió a su Madrid natal. Una ovación de ocho minutos le recibió en el Auditorio Nacional, en una gala benéfica. Un éxito que disgustó a la ministra de Igualdad, y a otras damas de la izquierda política española. Sus admiradores, que aún se cuentan por cientos de miles, millones, en el mundo, nunca le dieron la espalda. Sin embargo, faltaba volver al escenario donde era el rey absoluto hasta 2019: el Teatro Real de Madrid. Este regreso se ha dado, pero no en la programación de abono, sino en el marco del Universal Music Festival, organizado por el Real para estrellas del pop. 


Junto a él, la Orquesta Sinfónica del Teatro Real dirigida por Jordi Bernàcer, y la famosa soprano Sonya Yoncheva.  

El programa, fue el siguiente:

Primera parte

Sinfonía - La forza del destino, Giuseppe Verdi - Orquesta Titular del Teatro Real
Nemico della patria - Andrea Chénier, Umberto Giordano - Plácido Domingo
Pace! Pace, mio Dio! - La forza del destino, Giuseppe Verdi - Sonya Yoncheva
Perfidi… Pietà, rispetto, amore…Macbeth, Giuseppe Verdi - Plácido Domingo
Sinfonía - Luisa Miller, Giuseppe Verdi - Orquesta Titular del Teatro Real
Madamigella Valery? - La traviata, Giuseppe Verdi - Plácido Domingo y Sonya Yoncheva

Segunda parte

Pleurez pleurez, mes yeux - Le Cid, Jules Massenet - Sonya Yoncheva
O vin, dissipe la tristesse - Hamlet, Ambroise Thomas - Plácido Domingo 
Méditation - Thaïs, Jules Massenet - Orquesta Titular del Teatro Real
Ciel! Mio padre! - Aida, Giuseppe Verdi - Plácido Domingo y Sonya Yoncheva

Propinas:
Petenera - La Marchenera, Federico Moreno Torroba - Sonya Yoncheva
Amor, vida de mi vida - Maravilla, Federico Moreno Torroba - Plácido Domingo
Torero quiero ser - El gato montés, Manuel Penella - Plácido Domingo y Sonya Yoncheva



A sus 81 años, Plácido Domingo sigue estando en activo en los escenarios. Ello no quiere decir que la voz no haya acusado cada vez más desgaste en los últimos tiempos, tanto por la edad, el Covid, y el escándalo. A lo largo de su gloriosa carrera, Domingo ha sabido administrar su bella, vigorosa, potente voz de forma inteligente y adecuarla a lo que los medios le permitían con el transcurso del tiempo, lo que ha hecho que la magia de verle, oírle, haya durado tanto tiempo. Además, tiene el innegable carisma y entrega propios de un animal escénico. A su entrada, el público se puso en pie y aplaudió. Esta ovación habría durado más si no hubiera sido porque el propio Domingo hizo un gesto para empezar. 


Ya sin un legato estable, Domingo aprovecha las notas, los agudos y el timbre que le quedan para recordarnos la gloria con la que hemos crecido.  Hay momentos en los que parece que todo sigue tan bien como siempre, esa forma de abordar la tremenda frase "Nemico della patria", pero en otros, el volumen a veces no le acompaña. Me llama la atención que hayan bajado el tono en "Pietà, rispetto", del Macbeth que ha cantado en los últimos años en todo el mundo, incluido en Madrid, hace cinco años, pero aún  queda pasión, garra escénica en frases como "La nenia tua sarà". En el dúo de Traviata y en el de Aida, aun dándolo todo, a veces me parecía que recurría  al parlato, aunque luego remontaba con frases como "dei faraoni tu sei la schiava". Las propinas fueron otro cantar. Domingo ha sido uno de los embajadores de la zarzuela, cantándola en todas partes. Y fue aquí donde conquistó a su público. Primero con Amor, vida de mi vida, donde cantó con su habitual fuerza y gallardía, y luego en el dúo final "Torero quiero ser", a dúo con Yoncheva, donde conquistó con su gracejo y sus movimientos en escena, además de con un canto entregadísimo. 


Yoncheva se apuntó un éxito personal. La diva búlgara deleitó una vez más al Real con su potente voz, su tono oscuro y su gusto para el canto, además de unos bellos pianissimi. Desde el dúo de Traviata, donde conmovió al público en el Dite alla giovine, pasando por una verdaderamente gloriosa segunda parte para ella, empezando con una bellísima interpretación del aria Pleurez mes yeux, y luego en el dúo Ciel, mio padre, donde deslumbró con su dramatismo y su agudo deslumbrante.  En las propinas, empezó con una interpretación de "Petenera" de la Marchenera, con la que ya conquistó al público del Teatro de la Zarzuela el año pasado, pero aún mejor estuvo en el dúo final con Domingo.

La Orquesta del Teatro Real dirigida por Bernàcer, cumplió con su cometido de acompañar a los solistas, si bien el director de orquesta optó por unos tempi lentos en los momentos orquestales. En la obertura de la Forza del Destino el viento estuvo a su buen nivel habitual, aunque no tanto los metales. El mejor momento orquestal sin duda fue la Meditación de Thais de Massenet, donde como era de esperarse, el primer violín se llevó una sonora ovación.



Al final, el público obsequió con una gran ovación a Domingo, quien debería de haber vuelto en la programación oficial y no fuera de la misma. Un público que no ha dado la espalda al tenor, pese a que no llenaba la sala, quizá por los altos precios de las localidades. Plácido Domingo vuelve a su teatro, a su público, tras unos tres años que le deben de haber parecido tres eternidades, por todo lo que ha tenido que enfrentar, y también por cómo ha cambiado la vida lírica y la vida de todos tras esta pandemia. Nadie sabe si la carrera de Domingo vuelva a ser la que era antes de lo sucedido, aunque también el estado vocal es importante a la hora de decidir ese futuro. Pero sí hay una cosa fuera de toda duda. Bueno, dos. La primera, que necesita a la escena y a su público como el aire. Y que una vez que se haya retirado, cualesquiera que sean las adversidades que le pudieran haber sobrevenido, y cualquier conducta que pudiera haber tenido en su vida, el nombre de Plácido Domingo está escrito con letras de oro en la historia de la lírica de la segunda mitad del siglo XX. Y esta, por mucho que ahora algunos teatros importantes quieran olvidarlo, no se entiende sin su presencia. Ni tampoco buena parte del mundo lírico de hoy. Su arte le sobrevivirá, y cada vez que oigamos un Radamés, un Otello, un Don José, un Cavaradossi, o grabaciones de zarzuela, él y su poderosa voz siempre estarán presentes. Ese es el legado de los grandes artistas.


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