domingo, 10 de julio de 2022

El triunfo de un gran pueblo es un drama familiar: Nabucco en el Teatro Real.


Madrid, 9 de julio de 2022.

El Teatro Real tiene una deuda histórica, debido a su joven historia reciente, con muchos títulos tanto clásicos como inéditos en su escenario. Parece ser que poco a poco va cumpliendo esa deuda. Y es que después de 151 años, una de las óperas más populares del repertorio, Nabucco, de Giuseppe Verdi, vuelve a su escenario. 

Nabucco es parte del repertorio, principalmente debido a su famosísimo coro, el Va, Pensiero, que cantan en el tercer acto los esclavos hebreos que eran cautivos en Babilonia. Una pieza musical que trascendió la escena, ya que en plena era del Risorgimento italiano, cuando Italia preparaba su unificación, los italianos del norte eran "cautivos" del Imperio Austríaco. Y de hecho se hizo tan popular que la gente gritaba "Viva V.E.R.D.I", o lo que es lo mismo "Viva Vittorio Emmanuele, Re d'Italia". Incluso mucha gente lo cantó en el cortejo fúnebre del propio Verdi en Milán, en 1901. A día de hoy, sigue siendo una pieza muy popular, y en Italia, no solo entre los aficionados.

Aun así, resulta inexplicable el por qué de que esta ópera tan popular y querida no haya subido todavía al escenario del Real desde su reapertuta en 1997. No significa que no se haya visto en Madrid en todo este tiempo ya que al menos en 2003 una compañía privada la hizo en el Palacio de Vistalegre, y las compañías Ópera 2001 y Concerlírica la han paseado de vez en cuando por teatros de la periferia como Pozuelo, Alcobendas, Boadilla del Monte o San Sebastián de los Reyes con compañías de Europa del Este, además de que la producción itinerante de Ignacio García la interpretó en 2017 en una función única, en un teatro del centro de la capital. Sin embargo, habría que retroceder a los tiempos de cuando se hacía ópera en el Teatro de la Zarzuela, para saber cuándo fue la última producción importante en Madrid de este título, en este caso en 1971, con Cornell McNeil y Elena Suliotis.

¿Posiblemente se deba a que había otros títulos que poner? ¿O quizá que, como bien ha dicho el director artístico, Joan Matabosch, recientemente en la prensa, este es un título vocalmente muy exigente, sobre todo para la soprano? Ciertamente, para la soprano, el rol de la villana Abigaille es temible debido a la tremenda tesitura. Incluso la mismísima Maria Callas, posiblemente la mejor intérprete de esta ópera desde que hay grabaciones, lo cantó tan solo en dos ocasiones. En cualquier caso solo cabe la celebración por este justificado regreso.


En esta ocasión, llega desde Zúrich en una producción de Andreas Homoki, la cual traslada la acción de la obra a la misma época en la que se estrenó, en pleno Risorgimento. Una costumbre ya realizada en los últimos años, partiendo de la premisa en que el pueblo italiano en época de Verdi se identificaba con el pueblo judío en uno de sus múltiples cautiverios a lo largo de milenios de historia. El único decorado es una pared de color jade que se mueve a medida que avanza la acción, y que hace juego con el vestuario femenino. Homoki no solo se centra en la identificación del pueblo italiano con el judío en época babilonia, sino también en el drama familiar que acecha a Nabucco y sus dos hijas. La rivalidad entre estas hermanas, por la sucesión y por el afecto de su padre, se hace visible desde el inicio, cuando en la obertura se narran la muerte de su madre y sus juegos de niñas. Estas versiones infantiles de Fenena y Abigaille aparecen a lo largo de la obra para confrontar a los personajes, como recordatorio de otros tiempos felices. El vestuario de Wolfgang Gussmann incluye trajes decimonónicos, con miriñaque  y del mismo color de la pared, en verde jade, para las damas, y para los caballeros traje y sombrero de copa. Para Nabucco y Abdallo trajes militares, y para los hebreos, vestidos como el pueblo llano, dando una idea de clase obrera oprimida, algo de lo que también se tomaba consciencia en la Europa de la época. Lo que no termina de encajar muy bien es la coreografía de Kinsun Chan, ya que los caballeros hacen un baile extraño en la cabaletta de Abigaille del acto segundo. Aunque, la dirección de actores tiene dos ideas muy felices: primero, que tras el electrizante dueto final de Abigaille y Nabucco, el pueblo cae al suelo ante su poder, y tumbados empiezan con el Va, Pensiero, irguiéndose poco a poco hasta llegar al tremendo "o mia patria, si bella e perduta", donde ya están erguidos, siendo un momento sobrecogedor. El otro es el final. Abigaille apunta a todos en un arranque de locura hasta que en un momento de forcejeo con Fenena, se dispara a sí misma por accidente. Entonces canta su tremenda escena final en los brazos de Nabucco y Fenena, y tras su muerte, todos se van, incluido Ismaele, dejando a Nabucco y Fenena totalmente destrozados: el triunfo de los hebreos, que vuelven a su patria, es la derrota total de la familia real babilonia, que ha quedado destruida.

La Orquesta del Teatro Real ha llegado a un nivel de gran intensidad teatral bajo la electrizante dirección de Nicola Luisotti, habitual del repertorio verdiano en la ciudad. Luisotti ha dirigido con unos tempi rápidos, ágiles, aunque a veces subiendo un poco el volumen de la orquesta, pero ese estilo se adapta al estilo de este primer Verdi, más próximo al bel canto, pero en el que ya da muestras de su genio musical, cuya partitura transmite los sentimientos y la psicología de los personajes como nadie en la escuela italiana de la época. El metal destacó en el inicio de la obertura, y las cuerdas lo hicieron en el segundo acto, antes del aria de Zaccaria y en la introducción al cuarto. La flauta no podía destacar menos en el famoso coro. 

El Coro del Teatro Real ha sido estos días, y sigue siendo el protagonista para el gran público. Y más aún con el altísimo nivel de esta formación dirigida por el gran Andrés Máspero. Ya desde el inicio de la obra, dieron muestras de su buen hacer. En esta ocasión, las voces masculinas impresionaron por su vigor, dejando claro el alto nivel de los barítonos y bajos del mismo. No se queda atrás el coro femenino, en la segunda parte de la primera escena de la obra. Pero donde todo el mundo los quiere oír, naturalmente es en el Va, Pensiero. Es aquí donde llegaron a una emoción enorme. Esta pieza la cantan en escena los judíos, que tantos exilios han padecido en la historia, como cualquier pueblo sufriente, hoy en día pueden ser los refugiados ucranianos,  sirios o afganos, o los inmigrantes en general. Verdi, afectado también en lo personal cuando compuso esta música, canaliza el dolor de un pueblo que añora, que ama a su patria. Todos podemos ser ese pueblo y quizá esa sea una razón de que se siga bisando no solo en Italia, sino también en Nueva York y ahora en Madrid. Desde el estreno el coro del Real ha bisado esta pieza, formando parte ya del espectáculo (lo que a veces, quizá desvirtúe el encanto original de lo excepcional de un bis, en favor de la publicidad para la compañía). Tras una interpretación soberbia, en la que desde que están tumbados en el suelo, hasta el verso "o mia patria", acompañados por la orquesta y la trompeta, hasta el emocionante verso final "al patire virtù", cuando termina con una nota en piano alargando la u final hasta lo emocionante, el público del Real estalló en una enorme y larga ovación. Se esperaba el bis, y los aplausos y las vivas a Verdi se oían en la sala, con los coristas sin salir de sus personajes. Se veía feliz a Luisotti y a la orquesta. Fue entonces cuando el maestro se dirigió al público, alzó el pulgar, y el bis comenzó. De nuevo la emoción. Sea como fuere, es emocionante escuchar de nuevo una obra maestra y cantada por un buen coro.

Madrid es una fiesta estos días con ocasión del Orgullo LGTBIQ+, así que la ciudad era un hervidero de gente este fin de semana, más aún con estas temperaturas. Pero la fiesta también se ha trasladado al Teatro Real, con un segundo reparto de primerísimo orden.


George Gagnidze interpretó a un Nabucco que fue de menos a más. La voz ya tiene un timbre un tanto gutural, pero a partir del segundo acto mejora, transmitiendo la indefensión del personaje destronado por su propia hija, especialmente en el dúo con Abigaille en el tercer acto.


Saioa Hernández  interpretó a Abigaille, un rol complicado donde la haya, y se saldó con una gran ovación. Es una voz que sale airosa del tremendo reto. Desde un grave impresionante a unos agudos potentes que se dejan oír por encima de sus compañeros y la orquesta, hasta un legato destacable. Ya en el primer acto apuntaba maneras, pero en su famosa aria del segundo "Anch'io dischiuso un giorno" se destacó por una gran sensibilidad, para terminar con una cabaletta espectacular. Pero fue en el dúo con Nabucco en el tercer acto donde logró impresionar  con su técnica, saliendo airosa de ese reto. En el final resultó conmovedora tanto en lo vocal como en lo actoral, donde dio vida a una Abigaille inestable, traumatizada por sus circunstancias.

Alexander Vinogradov dio vida a Zaccaria, o Zacarías, siendo el mejor intérprete de la noche, con una poderosa voz, con un grave propio de un bajo profundo y con una autoridad que lograba imponerse. En todas sus arias e intervenciones dominaba la escena. 

Michael Fabiano interpreta a Ismaele. En esta ópera el tenor no tiene el protagonismo que tendrá en otras obras de Verdi, pero el tenor estadounidense imprime a este personaje el carisma necesario para destacar. Vigoroso, heroico, viril es el timbre de la voz de Fabiano, y en el primer acto, donde tiene lucimiento su personaje, destacó por su dramatismo, así como en el tercer acto cuando pide piedad para sí ante el pueblo al que ha traicionado enamorándose de Fenena, la hija del rey opresor.

Elena Maximova como Fenena tiene una voz oscura, de sonido pastoso, pero consigue sacar su plegaria del cuarto acto, que acomete con dignidad.

Simon Lin como el Gran Sacerdote de Baal tiene un impresionante timbre de bajo. Excelentes Fabián Lara como Abdallo y Maribel Ortega como Anna, especialmente esta última con una bella y generosa voz (por eso cantó la Brunilda de Sigfrido en Asturias).


Triunfo total de la obra de Verdi, en un público que aplaudió generosamente a este reparto. Había ganas de ver Nabucco, y seguramente para muchos por vez primera. Lo que indica que es deseable que nunca más pase tanto tiempo sin una producción importante de esta obra en el Real. No hay justificación para esa ausencia. 



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