viernes, 12 de mayo de 2023

ESP/ENG: Una íntima resurrección. Segunda Sinfonía de Mahler como cierre de la temporada de la ORTVE.




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Madrid, 11 de mayo de 2023.

Con Mahler empieza y con Mahler termina la presente temporada de la Orquesta y Coro de Radiotelevisión Española, en la que será la última de Pablo González como maestro titular de la agrupación. Esta temporada llamada "Raíces", con una importante presencia mahleriana en la programación, se abrió con la Tercera Sinfonía y ahora se cierra con la Segunda, llamada "Resurrección".

Una de las obras más majestuosas y populares del compositor austrohúngaro, la Segunda Sinfonía requiere una gran orquesta, dos solistas, especialmente una contralto de enjundia, y un potente coro. Mahler empezó a trabajar en esta obra poco después de terminar la Primera Sinfonía, pero empezó a trabajar en serio tras la muerte de Hans von Bülow, tras oír en su funeral el coral de Gottlieb Klopstock, Auferstehung, o "resurrección", en español. Gracias a la "revelación" que tuvo tras oírlo, decidió, siguiendo la estela de Beethoven, el utilizar la voz humana en su nueva sinfonía, que si bien tras su estreno no contó con el apoyo masivo del público, sí que contó con el de sus colegas directores de orquesta y compositores. 

Esta sinfonía apoteósica en cinco movimientos supone un viaje, una búsqueda de lo espiritual, algo que a Mahler, judío convertido al catolicismo, le hizo obsesionarse con la búsqueda de Dios y la resurrección en esta obra. Este viaje inicia con un primer movimiento épico, seguido de un segundo movimiento más íntimo, para seguir con un tercero más festivo, folclórico, cuya música es heredera del segundo movimiento de la primera sinfonía, al que recuerda bastante, para luego adquirir tintes más épicos. Pero el inicio del cuarto movimiento, donde entra en juego la voz humana, supone un cambio radical. La voz de contralto es la primera en anunciar la resurrección, una voz angelical de esperanza que alivia el dolor, acompañada de una música celestial. A diferencia del pesimismo a partir de la quinta sinfonía, aquí la esperanza, la llamada a un mundo mejor es una constante. El quinto movimiento, el coral y posiblemente el más importante, se inicia con una larga introducción orquestal, en la que un solo de trompeta fuera de escena nos recuerda a la música que este instrumento tendrá en la Quinta Sinfonía. Entonces llega el coro, con reminiscencias a Bach e incluso  a la música polifónica renacentista, pronunciando levemente la palabra "Auferstehen" (resucitar, en alemán), como un susurro, abriéndose paso en la sala, sumándose luego la soprano y la contralto. Si el coro de la Novena de Beethoven canta a la amistad y la alegría, el de esta Sinfonía lo hace a la esperanza, en un mensaje lleno de optimismo donde el dolor y la muerte son sustituidos por la resurrección de la vida, cerrando la obra con un tutti final con el coro y orquesta en máxima apoteosis.




Pablo González, conocedor de la música mahleriana, ha interpretado esta gran sinfonía en una versión notable, más íntima y humana que majestuosa, pese al desempeño de las cuerdas (impresionantes en el primer movimiento) y la percusión (que tenía a dos coristas tapándose los oídos), además del metal, en transmitir el vigor que requiere. El tercer y el quinto movimiento fueron memorables. El coro estuvo espléndido en su cometido, haciendo que incluso un susurro como el inicio de la obra se oyese por toda la sala y al mismo tiempo se impusiera haciendo que el potente mensaje de la obra llegue a sobrecoger y emocionar como es requerido. 

Gerhild Romberger y Berna Perles fueron las solistas, mezzosoprano y soprano respectivamente. Romberger interpretó el famoso y celestial Urlicht con un timbre inicialmente oscuro pero al mismo tiempo capaz de sonar aterciopelado,  agudo, más seductor que imponente, sonando más a un ángel que susurra que a una voz sobrenatural y autoritaria. En su breve intervención, Perles cumplió sobradamente, incluso haciendo notar sus agudos.

Hoy el Teatro Monumental estaba casi lleno, muestra de la popularidad de Mahler entre el público, quien estalló en una fuerte ovación al terminar la obra.


ENGLISH: An intimate resurrection. Mahler's Second Symphony to close ORTVE's current season.




With a Mahler symphony begins and with Mahler  symphony is going to end the current season of the Orchestra and Choir of Radiotelevisión Española, which will be the last one for Pablo González as its principal conductor. This season called "Raíces" (roots), with an important Mahlerian presence in the programming, opened with the Third Symphony and now closes with the Second one, called "Resurrection". One of the Austro-Hungarian composer's most majestic and popular works, the Second Symphony requires a large orchestra, two soloists, especially a powerful contralto, and a powerful choir. Mahler began to work on this work shortly after the First Symphony was finished, but only after the death of Hans von Bülow, after hearing during his funeral the Gottlieb Klopstock's chorale Auferstehung, or "resurrection," in English. Thanks to the "revelation" he had after hearing it, he decided, following in the footsteps of Beethoven, to use the human voice in his new symphony, which although after its premiere it did not have the massive support of the audiences, it did have that of his fellow conductors and composers.

This tremendous symphony in five movements is a journey, seeking  the spirituality, something that made Mahler, a Jew converted to Catholicism, obsessed with the search for God and the resurrection in this work. This journey begins with an epic first movement, followed by a more intimate second movement, to continue with a more festive, folkloric third one, whose music is heir to the second movement of the first symphony, which it is quite reminiscent of, to later acquire more epic overtones. But the beginning of the fourth movement, where the human voice begins to be heard, marks a radical change. The contralto voice is the first to announce the resurrection, an angelic voice of hope that eases pain, accompanied by heavenly music. Unlike the pessimism from the fifth symphony onwards, here hope, the call for a better world is a constant. The fifth movement, the chorale and possibly the most important, begins with a long orchestral introduction, in which an offstage trumpet solo reminds us of the music this instrument will play in the Fifth Symphony. Then the choir arrives, reminiscent of Bach and even Renaissance polyphonic music, faintly pronouncing the word "Auferstehen" (to be resurrected, in German), like a whisper, making its way into the hall, then joining the soprano and contralto. If the choir of Beethoven's Ninth symphony sings a celebration friendship and joy, Mahler's second one does so of hope, in a message full of optimism where pain and death are replaced by the resurrection of life, closing the work with a final tutti with the choir and orchestra in complete apotheosis.  



Pablo González, connoisseur of Mahler's music, has conducted this great symphony in a remarkable version, more intimate and human than majestic, despite the performance of the strings (impressive in the first movement) and the percussion (which had two choristers behind covering their ears), in addition to metal, in transmitting the vigor it requires. The third and fifth movements were done in a very accomplished way. The choir was splendid in its role, making their entrance to sound like a whisper, but heard throughout the room and at the same time prevailing, making the powerful message of the work to overwhelm and move as required.

Gerhild Romberger and Berna Perles were the soloist singers, mezzo-soprano and soprano respectively. Romberger sang the famous and heavenly Urlicht with a tone beginning dark, but at the same time capable of sounding more seductive than imposing, sounding more like an angel whispering than a supernatural and authoritative voice. In her brief intervention, Perles sang well, even making her high notes stand out.

Last night the Teatro Monumental was almost full, a sign of Mahler's popularity among the public, who gave  a loud ovation to the performers at the end of the concert.

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