sábado, 13 de mayo de 2023

Estrambótica modernidad: Trato de favor en el Teatro de la Zarzuela.


Madrid, 12 de mayo de 2023.

Hace pocos días, Daniel Bianco, director del Teatro de la Zarzuela, presentaba la que sería su última temporada al frente de este teatro. Desde su llegada, Bianco siguió la necesaria política de modernizar el género en lo que le ha sido posible, no solo en la creación de las exitosas temporadas del Proyecto Zarza, sino en el encargo de nuevas obras. Tras la accidentada "Policías y Ladrones", que tuvo que sortear la huelga y la pandemia, como la producción de Mario Gas de la clásica "La Tabernera del Puerto"; ahora llega "Trato de Favor", un encargo hecho a Lucas Vidal, un exitoso compositor de música para cine, y al escritor y presentador de televisión venezolano Boris Izaguirre, todo un icono popular. 

Más de uno podría preguntarse qué podría salir de un encargo así. Y el resultado ha sido una historia estrambótica, con un argumento que al público le puede sonar de un caso real: Ana Mía,una diva de la música en prisión por un fraude a Hacienda. La prisión en escena no es algo que sea ajena al público de la lírica; ya en Leos Janacek compuso en los años 20 su última ópera, "Desde la Casa de los muertos" ambientada en una prisión masculina de la Rusia zarista, ni tampoco será ajena al público más o menos profano que vaya a verla: las series de televisión "Vis a Vis" y "Orange is the new Black" de Netflix, acercan al respetable en épocas recientes a la representación de una prisión femenina.



En "Las Albricias", una lejana prisión de España, la esperan la directora que está enamorada de ella, y con la que mantendrá una relación sentimental en el segundo acto, la supervisora general de prisiones que en principio impedirá que ella tenga privilegios, el hombre que la catapultó al estrellato y que es el único que cumple condena en dicha prisión por fraude, y sus compañeras, todas expectantes ante su llegada. Con este punto de partida, una historia en la que el amor (de Juan Miguel y Mayka hacia Ana Mía, y de la Venenosa a Juan Miguel), los celos, la corrupción solapada bajo una capa de aparente respetabilidad, la presencia de la televisión, resultan en una obra  de humor estrambótico plagado de referencias que el público conoce, lo que aumenta la diversión. La presencia de la diva en la cárcel, y la posibilidad de rentabilizar dicha estancia por parte de la supervisora, hacen que la prisión se convierta en una especie de local de moda, con espectadores asistiendo cada noche al show de Ana Mía, quien pone de moda el estar en prisión, tanto, que no solo es elegida para representar a España en Eurovisión, sino que su actuación se transmite desde allí. Y cómo no, este es el momento en que Boris Izaguirre, aparece para presentar dicha actuación, una canción llamada "Viva la Reina Isabel". Ver esta obra el día antes del verdadera Festival de Eurovisión, en un año en el que la actuación española no despierta demasiado entusiasmo, y que además las alusiones de superar al "tercer puesto" del año pasado, lo hacen todavía más desternillante.



La puesta en escena de Emilio Sagi, con la excelente escenografía de Daniel Bianco, nos pone en situación con el decorado de la prisión que da la sensación no solo de ser más amplia, sino también de hacernos tan prisioneros como las señoras de la historia. Incluso, de hacérnosla olvidar en la reconstrucción del plató de Eurovisión, acompañados de la excelente iluminación de Albert Faura. Si hay algo que no falla es indudablemente la puesta en escena, una de las mejores del año en la temporada lírica de Madrid, y posiblemente la mejor de toda la temporada del Teatro de la Zarzuela.

La música de Vidal es una mezcolanza de estilos, en la que no puede dejar de reconocerse la música para cine, como en el preludio del acto segundo, pero también aludiendo a la música castiza como en la llegada de Ana Mía a la prisión o la romanza de su asistente y rival Chelo. Andrés Salado dirige a la Orquesta del Teatro de la Zarzuela que el martes pasado interpretó tan bien la Cuarta Sinfonía de Bruckner en el Auditorio Nacional, que acometió todo lo bien que pudo hacerse una obra de la que no hay referencias anteriores debido a que se trata de un estreno. No obstante estaba al servicio de la misma, y se veía a la orquesta entregada.


Un rol como Ana Mía, solo podía ser pensado para una gran diva. Y eso en el panorama lírico nacional lo representa Ainhoa Arteta, una artista temperamental y tan ligada a este género y a este teatro, y tan conocida por el público general por su belleza, su presencia glamurosa y sus intervenciones en diversos programas de televisión, además de su emotivo regreso a la lírica, tras una enfermedad cubierta mediáticamente, con dos conciertos en este escenario, prometiendo en el último de ellos que lejos de estar acabada, habría Arteta para rato. Es evidente que la soprano vasca, a sus 58 años, ya está en un bien entrado período de madurez vocal. Si aún mantiene el centro que con la edad ha conseguido dar más dramatismo a sus interpretaciones, el agudo es cada vez más problemático para ella. La escena de la entrada en prisión es un ejemplo claro de esto último. Pero si hay algo que se mantiene todavía firme es su garra escénica, ya que a nivel actoral, en escena es capaz de bordar el rol de diva de Ana Mía, con sus todos sus gestos, sus ademanes, para pasar al enorme drama de la escena final.

Nancy Fabiola Herrera interpreta a Mayka, la directora del centro que ama a Ana Mía. La mezzosoprano canaria dio una interpretación conmovedora de este personaje, con su bella y delicada voz, lo que contribuyó a que esta directora, lejos de dar una imagen dura, fuese la de una mujer frágil y enamorada. Amparo Navarro en el rol de Chelo, la secretaria y rival de Ana Mía dio una de las mejores intervenciones de la velada,  tanto en el primer acto como en la escena final con su romanza "Mi Chanel", en la que dio unos pianissimi que con justicia hicieron que fuese muy ovacionada al final de la pieza. Destacables las intervenciones de Gurutze Beitia como Mercedes, la supervisora y corruptible supervisora de prisiones, así como Amelia Font y María José Suarez como la Colombiana y la Venenosa, dos mujeres tan perversas como divertidas. Enrique Ferrer como Juan Miguel, el descubridor de Ana Mía, y que aún sigue enamorado de ella, destacó a nivel actoral, además de que su tesitura es complicada cuanto menos, aunque su personaje tiene menos presencia en el acto segundo. 


Esta zarzuela no tiene pretensiones, más allá de divertir al público, cosa conseguida por los comentarios y las risas que se oían. Algo que choca con la hostilidad que esta obra ha recibido de varios sectores, incluido algunos autoproclamados como defensores de la zarzuela. Desde su propio anuncio el año pasado como parte de esta temporada, algunos se llevaron las manos a la cabeza con tan solo ver el nombre de Boris Izaguirre en el cartel. Pero incluso después de su estreno hemos tenido críticas profesionales de tan solo dos palabras, o comentarios en redes sociales que hablan de mafia rosa, o de que los grandes autores debían estar llorando. Sobre todo porque en esta obra se glorifica al género: en la cárcel se hace un festival de zarzuela, la protagonista es una célebre intérprete de la misma y en el final se glorifica el género. Al fin y al cabo, un arte sigue vivo cuando se crean nuevas obras, con indiferencia de que la obra en cuestión tenga o no calidad o se olvide. Porque si se quiere disfrutar, no se puede ir pensando en que se va a encontrar a Bretón o a Chapí. 



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