domingo, 7 de enero de 2024

Tres reinas, tres monumentos: Las Tres Reinas Tudor por Sondra Radvanovsky en Madrid.

Madrid, 6 de enero de 2024.

El año 2024 en el Teatro Real comienza con dos conciertos, de dos de las divas más famosas del momento: Lise Davidsen, y Sondra Radvanovsky, quien trae a Madrid, después de hacerlo en Barcelona y Chicago, su gala de los tres finales de la Trilogía Tudor donizettiana, que es una de las citas más esperadas de la temporada. 

Radvanovsky es una de las sopranos más celebradas en Madrid. El verano pasado cantó en El Escorial, pero aún se recuerda su gloriosa serie de funciones de Tosca que dio en 2021 en el Teatro Real, junto a Carlos Álvarez y Jonas Kaufmann, cuando bisó el Vissi d'arte, en unas veladas que ya son calificadas de históricas. En el concierto que nos ocupa, la soprano estadounidense se suma a otras grandes artistas que han cantado en concierto los tres finales de la llamada Trilogía Tudor, tres óperas compuestas por el gran Gaetano Donizetti, uno de los maestros más importantes de la ópera italiana y que junto a Bellini y Rossini, forma el gran trío de la ópera belcantista. 

La Trilogía está formada por las óperas Anna Bolena, Maria Stuarda y Roberto Devereux, tres óperas con tres reinas como protagonistas: Ana Bolena, María Estuardo de Escocia e Isabel I de Inglaterra. Estas tres obras requieren de una soprano de enjundia, una artista virtuosa capaz de afrontar no sólo la difícil tesitura de cada personaje, sino que también  debe, a través de la música, transmitir el pathos trágico de cada una de esas protagonistas, a las que, en la línea de la tradición belcantista, les está reservada una gran escena final complicada de cantar.  Grandes sopranos como Leyla Gencer, Montserrat Caballé, Beverly Sills, y en un pasado más reciente Edita Gruberova y Mariella Devia, han dejado en la memoria del público grandes interpretaciones de estos tres personajes. Precisamente en 2018, Mariella Devia interpretó los finales de Stuarda y Bolena en el Teatro Real, en su histórica despedida del público madrileño, además de su también histórico Roberto Devereux en 2015. 

Hoy en día, Sondra Radvanovsky es posiblemente la intérprete más distinguida de estas tres difíciles óperas, especialmente Roberto Devereux, en la que ha sido muy aplaudida. Junto a ella, y como ya fuera en Barcelona y Chicago, Riccardo Frizza dirige a la Orquesta del Teatro Real, y un largo elenco la acompaña en cada una de las tres escenas, y el emergente director de escena Rafael R. Villalobos es el encargado del concepto escénico. 

Radvanovsky es una de las sopranos más relevantes de la actualidad. Lo es por su poderoso caudal vocal, ya que estamos ante una voz enorme, y su asombrosa técnica, con un legato increíble, sus agudos espectaculares, y su capacidad para alternarlos con pianissimos etéreos. Cierto es que la dicción no es su fuerte, pero su canto entregado y su temperamento escénico suplen esa carencia.

Empezó el concierto con Anna Bolena, de la que dio una versión muy emocionante del aria "Al dolce Guidami", cantado con el alma, con un agudo prístino y un manejo de la coloratura que mantuvo en la cabaletta "Coppia iniqua", donde sorprendió, aunque algún agudo le bailó, y no cerró la obra con sobreagudo. 

Lo mejor de la noche fue la siguiente escena, el final de Maria Stuarda,  que fue lo que mejor cantó, donde hubo equilibrio de voz y técnica. Ya en la oración, "Deh! Tu di un’umile preghiera", sorprendió con un prolongadísimo agudo, junto al coro, que podía oírse pese a no emitirse a plena voz. En la cabaletta final "Ah se un giorno", sorprendió por cantar en forte la famosa frase il flagello di un dio punitor, cuando cinco años atrás Devia lo hizo en piano, pero igualmente emocionante, y cerrando la escena, esta vez sí, con un sobreagudo.

La parte final del concierto fue el final de Roberto Devereux, ópera que cantó en el Metropolitan Opera en 2016, en la que, como animal escénico que es, hizo su entrada andando con bastón, recreando a la reina Isabel I de Inglaterra en su ancianidad. Impactante la frase Ahi, crudo, arresta, pronunciada con desgarro antes de cantar la bellísima aria "Vivi ingrato", que cantó maravillosamente, y de nuevo demostrando su técnica en la frase "La regina d'Inghilterra ho veduto lagrimar", en la que pasó de un agudo apoteósico a un grave (en su caso más bien declamado) desgarrador, para terminar en un agudo que muestra su legato, yendo de piano a forte. La cabaletta final, Quel Sangue Versato, una de las páginas más inspiradas que jamás salieran de la pluma de Donizetti, la terminó con un espectacular y prolongado sobreagudo final.

El maestro Riccardo Frizza ha dirigido la Orquesta del Teatro Real de forma excelente, haciendo que sus instrumentos sonasen con vigor, y además se adaptasen a la agilidad de la música belcantista, haciendo que esta suene dramática y majestuosa. Las oberturas de cada una de estas tres óperas fueron excelentes, las cuerdas brillaron en la de Anna Bolena, y el oboe en el Al dolce guidami sonó espléndido. El conjunto fue a más, y por ejemplo en la obertura de Roberto Devereux la interpretación fue brillante. El Coro del Real estuvo a un nivel excelente, con las voces femeninas excelentes en la primera intervención en Anna Bolena, y también en Roberto Devereux.

De los demás solistas, destacó Fabián Lara en Maria Stuarda, con un vigoroso canto. Gemma Coma-Alabert también se lució en sus escenas en Bolena y Devereux, del mismo modo que Carlos Pachon en esta última.

El montaje de Rafael R. Villalobos tiene un interesante concepto escénico. Durante las oberturas, se proyecta el nombre de cada reina, Anna, Maria y Elisabetta, y luego aparece un primer plano de Radvanovsky, con diferente expresión, doliente, para cada reina. Radvanovsky lleva tres vestidos distintos: uno rojo para Bolena, otro verde para Stuarda y otro blanco para Devereux. Primero aparece el coro, luego aparece la reina de turno, y se adentra en el escenario. La iluminación es un acierto, y durante el momento central de la plegaria de Stuarda, el famoso cielo de Jaume Plensa ideado para esta temporada, se ilumina en la lámpara central, así como levemente la sala, en ese momento cumbre.

El público, entregado a más no poder, se emocionó, vibró y aplaudió con cada obra y le dio a Radvanovsky una ovación atronadora, premiando así a una de sus divas más queridas. Una noche que muchos nunca olvidarán.

Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario