domingo, 7 de abril de 2024

¿El Wozzeck español? Desgarrador Juan José en el Teatro de la Zarzuela.


Madrid, 6 de abril de 2024.

En el Teatro Real hemos vivido un invierno memorable, con tres producciones de óperas del siglo XX que han encandilado al público y crítica. Ahora es el Teatro de la Zarzuela quien recoge el testigo del Real, con una reposición de una ópera contemporánea: Juan José, la ópera que el maestro Pablo Sorozábal no pudo estrenar en vida, y cuyo estreno escénico (aunque había sido estrenado en concierto en 2009 en San Sebastián) fue en este mismo teatro y con esta misma producción, en 2016. 

Sorozábal se había interesado por la clásica obra teatral de Joaquín Dicenta, estrenada con éxito en 1895, una obra de denuncia  ambientada en un mísero barrio de Madrid, donde se narra la tragedia de Juan José, un obrero huérfano al que nadie ha querido nunca, y de Rosa, la única persona que le ha querido,y que sufrirá los celos tóxicos de este hombre, que le llevan a controlarla a cada momento y finalmente a maltratarla. En una época donde este trato a la mujer era común, este patrón también se repite en la pareja formada por Andrés y Toñuela, los únicos amigos de Juan José. La única salida de Rosa es el joven Paco, quien se interesa por ella sinceramente, aunque necesite la ayuda de la siniestra alcahueta Isidra. En este ambiente sin esperanza, de miseria cíclica, los personajes, sin recursos ni educación, luchan por sobrevivir. Esta historia escrita hace casi 130 años mantiene, por desgracia su vigencia en la actualidad. Incluso en una época como la nuestra, cuando se concientiza lo máximo posible sobre la violencia de género, hay muchos Juan Josés y Rosas en todo el mundo, incluso en este Madrid que hoy es capital de un país desarrollado. 

Sorozábal tardó once años en componer la música de esta obra, finalizándola en 1968, pero como ya se ha dicho antes, tras un estreno previsto para 1979 que se frustró, solo pudo estrenarse en concierto en 2009 en San Sebastián, y no fue hasta 2016 cuando pudo escenificarse. El Sorozábal tan alegre de La del Manojo de Rosas y La Tabernera del Puerto, no se reconoce en esta música, que oscila entre lo expresionista, con trazos atonales, en el primer acto, verista en el segundo y lírico en el último cuadro del tercero, especialmente en la bella introducción orquestal que lo precede. Aun así, es una obra que no renuncia a lo español, con ritmos que resultan familiares y que relajan la tensión, como el chotis en el dúo de Rosa y Paco o la Habanera en el aria de Andrés. La soledad y el trágico destino de los protagonistas, junto a la por momentos lúgubre y complicada música, podrían hacer pensar, salvando las distancias, en el tremendo Wozzeck de Alban Berg. Ambos trágicos protagonistas obreros son barítonos, sus parejas y víctimas femeninas son sopranos, y los terceros en discordia, ambos mejor posicionados, son tenores. Ambos tienen un amigo llamado Andrés, aunque el de Berg es un tenor y el de esta obra un bajo, Wozzeck y Juan José no tienen esperanza, aunque el español tiene peor genio que el alemán.

La puesta en escena de José Carlos Plaza intensifica, con ayuda de la escenografía e iluminación de Paco Leal, las pinturas expresionistas en blanco y negro de Enrique Marty, el movimiento escénico de Denise Perdikidis que muestra a los amigos de Paco como desarrapados que reptan por el escenario, y el colorido pero necesariamente feo vestuario de Pedro Moreno; el ambiente de miseria, oscuridad y desesperanza donde transcurre la trama. Esta ambientación llega a sumergir al espectador en el mundo asfixiante y paupérrimo de Juan José, haciendo que la decoración expresionista termine por ser, paradójicamente, un realismo agobiante, algo que casa con la historia. El primer acto es una lóbrega taberna, con las botellas pintadas al fondo, pero con poco más decorado que la barra y unas mesas, todo lo demás es un negro intenso. El segundo acto es la buhardilla donde viven los protagonistas, donde se ven pintadas las ventanas de la habitación y al fondo, los tejados de la ciudad, en tonos grises que recuerdan a las escuelas pictóricas de la época de Dicenta y de la juventud de Sorozábal. El tercer acto es curiosamente el más iluminado: la cárcel tiene una curiosa iluminación azul, aunque en las paredes aparecen pintada una fila de prisioneros, que parecen más bien fantasmas. En la última escena, aparece la pintura de un candelabro, esta vez colorido, y unos muebles, que representan la más cómoda vivienda de Paco.

El veterano Miguel Ángel Gómez Martínez se pone a la batuta de la Orquesta del Teatro de la Zarzuela, que si bien parece que por momentos se pasa de volumen, la potente música se presta tanto a ello que permite hacer pasar por alto algún exceso, viéndose compensada por la brillantez de las cuerdas en el comienzo del acto segundo o en el bello interludio del tercer acto, pero en términos generales ha sido impactante.

Juan Jesús Rodríguez impresiona en el rol protagonista con su potente voz de barítono y su porte, recreando al violento, inseguro protagonista, deslumbrando especialmente en el tercer acto, en su desgarradora escena al leer la carta de Andrés. 

La gran soprano Saioa Hernández en el rol de Rosa vuelve a ganarse al público con su bella voz, tan rica en tonalidades, dando una interpretación conmovedora en el segundo acto, en la línea de las grandes heroínas veristas que suele interpretar. 

Alejandro del Cerro interpreta a Paco, con su voz caudalosa de tenor, desenvolviéndose bien en la música, e incluso sorprendiendo al prolongar durante largo rato su última nota al final del dúo de Rosa y Paco (Entre primero la gracia de Dios).

Simón Orfila está excelente como Andrés, tanto a nivel de voz como interpretación, siendo capaz de resultar hasta gracioso en su romanza del segundo acto, imitando la voz femenina en tono burlón, dentro de lo que le permite su agresivo personaje. Vanessa Goikoetxea igualmente deslumbra como Toñuela, una deliciosa voz de soprano, que además muestra excelentes agudos en el acto segundo. María Luisa Corbacho interpreta a Isidra, la alcahueta, con una voz potente pero bastante nasal en varios momentos. Notable Luis López Navarro como el prisionero Cano.

No es esta la más popular obra de Sorozábal, algo en lo que pudieron confluir diversas causas, como la época en la que fue compuesta, las dificultades para estrenarla, o la dureza de música y argumento, que además en el primer acto tiene guiños a la denuncia política. Pero la impresión que uno se lleva tras escucharla es que esta ópera tiene potencial no solo para formar parte del repertorio lírico español, sino también el internacional, pese a sus características eminentemente madrileñas, que no la hacen fácilmente interpretable para cantantes no hispanohablantes, debido a su poderosa trama y su poderosa música. Esperamos que al menos el público, que aunque no llena el aforo, esté disfrutando y reconociendo la maestría de la obra, a la que el Teatro de la Zarzuela hace justicia con esta reposición.

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