Madrid, 11 de mayo de 2024.
Si a mucha gente se le pregunta por algún título de zarzuela, responderá "La verbena de la Paloma". De ahí que muchos asocien el término "zarzuela" con el género chico y con el casticismo de chulapos y chulapas (tan asociado a Madrid, del que es un emblema cultural incluso en una época tan globalizada como esta, uno siente que hay esperanza al ver cómo hay jóvenes que celebran la Verbena). Por otro lado, esta rápida asociación puede llevar a una rápida conclusión: que esta obra maestra de Tomás Bretón, con libreto de Ricardo de la Vega, sea posiblemente la zarzuela más famosa del mundo. Pocos momentos más idóneos que programarla en pleno mes festivo en la capital, con las fiestas de San Isidro tan cerca, y cuando varios madrileños se visten de chulapos y chulapas. Hacía once años que esta producción no se veía en el Teatro de la Zarzuela, cinco si contamos el rompedor y ultramoderno montaje del Proyecto Zarza, ambientado en un instituto, con jóvenes cantantes de musical y destinado a un público juvenil.
El regreso de la "zarzuela más famosa" al teatro más importante del género en el mundo, viene de la mano de una nueva puesta en escena de Nuria Castejón. Una duración estándar de esta zarzuela está entre 45 minutos y una hora. En esta ocasión, se le ha añadido un prólogo llamado "Adiós, Apolo", escrita por Álvaro Tato, que sitúa la acción de este montaje en una de las últimas funciones del Teatro Apolo, llamado "la catedral del género chico", donde la Verbena se estrenó en 1894, y donde lo hicieron otras obras maestras como "Agua, Azucarillos y Aguardiente", "La revoltosa" e incluso cumbres del género grande como "El niño judío" o "Luisa Fernanda". Incluso tras el cierre del Teatro Real en 1925 por ruina, este teatro organizó una temporada de urgencia. Tal institución cerró en 1929, tras la venta del edificio al Banco de Vizcaya. Es aquí donde la obra de Tato tiene lugar: en los bastidores del viejo teatro, la compañía ensaya la Verbena de la Paloma. En este "teatro dentro del teatro" asistimos a un divertido sainete sobre cómo ensaya una compañía de zarzuela en aquél 1929, retratando a la sociedad española de ese tiempo en sus personajes: el barítono donjuán y elegante, la soprano feminista y empoderada (algo que no es nuevo), independiente y dueña de su destino, la actriz de reparto que está perdida, los bailarines gais mimándose sin que nadie les diga nada, y los miembros más viejos que recuerdan una época dorada cuando trabajaban con los maestros aún vivos. Personalmente, a mí me agarra la melancolía cuando veo una zarzuela de esa época o ambientada en esa época: una década después muchos de esos personajes estarían prisioneros, exiliados, muertos o sufriendo el hambre y la represión de una atroz posguerra. Durante estos ensayos, los personajes cantan varios números populares de zarzuelas y revistas.
Al final de este prólogo, al director le dicen "que viene el público" y éste responde: "que pase", dando inicio la zarzuela misma. La puesta en escena es tradicional, con una recreación excelente de las calles del Madrid más castizo, hasta el punto de sentirse uno en el barrio de La Latina o Lavapiés al contemplar los decorados, con el anuncio de la máquina de coser Wheeler and Wilson pintado en un mural y la fachada de la botica en madera, el café Melilla con su piano, su tablao y su decoración en azulejos. Luego la verbena, con el organillo, la guirnalda de luces redondas, y el cielo estrellado. La estética de los personajes no renuncia a los años veinte del siglo pasado, aunque los hombres lleven boina y las mujeres mantones de manila. Pero incluso aunque no sean chulapos propiamente dichos, la esencia visual de la obra se mantiene fiel. Aunque el prejuicio sempiterno que cae hoy en día sobre el género, puede hacer pensar en que se trata de una antigua obra cómica, el libreto de De la Vega aún es vigente: los celos tóxicos de Julián, el inicial desafío de Susana frente a esos celos, el viejo verde y adinerado Don Hilarión, que hoy sería llamado "sugar daddy"y los policías que no resuelven nada, y la gente hablando diciendo lo mal que está la política... podría seguir pasando en 2024.
La música magistral de Bretón tampoco puede ser subestimable: empezando por la comedia costumbrista, que desde el preludio y luego en las coplas de Don Hilarión, cuya deliciosa música le da un protagonismo a la flauta, frente a la intensidad del tema de las cuerdas, que es de una pasión y una intensidad que anuncian la belleza de la Soleá de la cantaora a mitad de acto, así como la música tan festiva de los coros en las famosas seguidillas "Por ser la virgen de la paloma", pasando por el breve momento dramático de Rita y Julián frente a la casa, el descriptivo nocturno de los policías o la mazurca de la Verbena, dan cuenta del genio musical de Bretón, pues varias melodías de esta obra como la famosa Habanera "Donde vas con mantón de Manila" se oyen en los organillos ambulantes de la capital. Y también de su talento para la escena, ya que Bretón fue uno de tantos músicos que intentó crear una ópera nacional con obras más "serias" como La Dolores. Semejante partitura encuentra su mejor intérprete en la Orquesta del Teatro de la Zarzuela, dirigida por José Miguel Pérez-Sierra, quien logró una vivaz dirección, con una preciosa interpretación del preludio, con un brillante viento, las cuerdas excelentes en la soleá y en el nocturno, además del espectacular metal en "Por ser la Virgen de la Paloma", que en un buen sentido, recordaban a las bandas municipales. El Coro estaba feliz de interpretar esta obra, y se notaba en su entrega, aunque el coro masculino destacó más en su famoso primer número, para luego ambas secciones equilibrarse y dar una impresionante intervención en la soleá.
En una obra tan coral como esta, la pareja principal no es realmente protagonista, sino que lo son todos los personajes, "hijos del pueblo de Madrid". De este modo, Borja Quiza sorprendió con una potente voz interpretando a Julián. Carmen Romeu interpretó a una espectacular Susana de voz más bien dramática. La veterana Milagros Martín fue una gran Señá Rita, aunque vocalmente ya está bastante madura, su experiencia en escena le permitió crear un gran personaje. Antonio Comas fue un desternillante Don Hilarión que parecía de mediana edad, quien cantó sus coplas con una excelente voz cómica. Gerardo López sorprendió con su excelente voz como Don Sebastián. Rafa Castejón brilló tanto como el director en el prólogo como el Tabernero en la zarzuela, con una excelente vis cómica que hizo reír al público. La cantaora Sara Salado logró poner los pelos de punta en la Soleá, con una bellísima versión de la misma, replicada por la Tía Antonia de Gurutze Beitia, con su voz aguardientosa y su imponente presencia, una creación de manual. Del proyecto Zarza proceden Adrián Quiñones como el apuntador y uno de los guardias, Nuria Pérez como la portera, y quien fue Susana en 2019, y Mitxel Santamarina como el Sereno, este último repitiendo el mismo personaje que cantó en aquellas juveniles funciones de hace 5 años. El resto del reparto estuvo al mismo excelente nivel.
Esta excelente producción ha enfatizado lo que representa ver una función de esta obra: una fiesta para los sentidos. La capital en ambiente festivo, el teatro lleno a rebosar, un público de mayores y bastante gente joven, viendo en escena lo que sus ojos esperan y celebran, algo que solo el principal teatro del mundo de este género puede lograr en plenitud. ¿Puede pedirse mayor felicidad? Ayer comprobé que una Verbena de la Paloma en el Teatro de la Zarzuela es un acontecimiento en la ciudad, tanto como una Traviata en el Real, entre otras cosas porque Bretón puso música a la alegría de vivir de los que vivimos en la capital española.
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