Madrid, 26 de mayo de 2024.
Mayo ha sido un mes para la alegría en Madrid. Nunca antes habíamos reído tanto sobre la escena lírica: Primero, Los Maestros Cantores de Núremberg en el Teatro Real, cuya última función tuvo lugar anteanoche, con orquesta, músicos y elenco mejorando el nivel de las primeras funciones. Se concluía así una histórica producción, y esperamos que no pasen otras dos décadas hasta verlo de nuevo. También concluía anteayer La Verbena de la Paloma en el Teatro de la Zarzuela, una espectacular producción que fue una fiesta para los sentidos, y en plenas fiestas. Y por último, El Murciélago de Strauss en el Teatro Monumental, la clásica opereta que siempre arranca una sonrisa.. Sin embargo, la música de Wagner ha sonado una última vez en el Real, ya que al menos en la próxima temporada no hay nada del maestro, salvo un recital.
"Que Hella retenga a Ninna (sic) Stemme"
Es lo que escribió Ángel Fernando Mayo, el eminente escritor, crítico y principal divulgador de la obra wagneriana en España en el siglo XX, en un comentario sobre el Anillo en el Festival de Bayreuth en 1994, incluido en su referencial Guía Wagner, a propósito de Nina Stemme, quien interpretó el rol de Freia en esa producción. Mayo falleció en 2003, y uno se pregunta qué habría dicho si hubiese vivido lo suficiente para ver a Stemme saltar al estrellato y convertirse en una intérprete wagneriana de referencia.
Y es que esta soprano sueca ha sido una de las más grandes, si no la más, sopranos wagnerianas de los últimos veinte años. En activo desde 1989, en 2003 protagonizó Tristan e Isolda en el Festival de Glyndebourne, y dos años más tarde, en 2005, cantó Isolda en el Festival de Bayreuth y la grabó en estudio con Plácido Domingo, dos eventos que terminaron de consagrarla en la escena internacional. Ha sido una de las más grandes intérpretes de roles como la ya mencionada Isolda, Brunilda, Turandot o Elektra. Recientemente se ha despedido del rol de Isolda en Nápoles. En el Teatro Real, cantó en un recital en 2009 y una inolvidable Salomé en el año 2010 que quedó en la memoria de los que la vieron. Desde entonces no ha vuelto al Real, pese a haber estado anunciada como Turandot en 2018, siendo sustituida por su compatriota Iréne Theorin. Acompañada del maestro Gustavo Gimeno, futuro director musical del Teatro Real a partir de 2025, regresa a Madrid para un recital íntegramente dedicado a Wagner, con fragmentos de Tristán e Isolda y El Ocaso de los Dioses, óperas muy importantes en su carrera. Además, el Coro del Teatro Real interpreta una rareza del catálogo wagneriano, "La Cena de los Apóstoles", una obra coral. El programa, por tanto, ha sido el siguiente:
PARTE I
Das Liebesmahl der Apostel
Tristan und Isolde: Preludio y Liebestod (Muerte de amor)
PARTE II
Götterdämmerung (El ocaso de los dioses)
- Tagesgrauen» (Amanecer)
- Siegfrieds Rheinfahrt» (El viaje de Sigfrido por el Rin)
- Siegfrieds Trauermusik» (Marcha fúnebre de Siegfried)
- Starke Scheite schichtet mir dort» (Escena de la inmolación de Brünnhilde)
Bis: "Träume" de los Wesendonck Lieder.
En una tarde que se intuía que sería tan wagneriana como nostálgica, Stemme hizo su entrada en la primera parte, solo para interpretar el Liebestod de Tristán e Isolda. Al notarse que está ya en declive vocal, esta primera intervención manifestó el porqué de su despedida del rol en Sicilia. Stemme mantiene el potente caudal vocal, incluso superior al que mostró en su antológica Salomé de 2010, pero los agudos hace mucho que no son lo que eran, de hecho, resultaron gritados, y el canto demasiado vibrante.
Sin embargo, todo cambió cuando apareció en la segunda parte para cantar la Inmolación de Brunilda, otro rol que lamentablemente ya no canta en escena. Pese a las ya mencionadas limitaciones en el agudo, Stemme se entregó para dar una interpretación emocionante. Su presencia escénica, su dominio del personaje, tanto en el porte como en la forma de cantarlo, manteniendo aún los graves, y aún un exquisito gusto a la hora de interpretar los momentos más intimistas. Ya desde la primera frase, "Starke Scheitet mir dort" uno notaba la autoridad que transmitía, como en el pasado hicieron algunas de sus compatriotas que eran grandes cantantes del rol. En los momentos más íntimos como "Wie Sonne lauter strahlt mir sein Licht" el bello y oscuro centro, terminaban en un tierno canto, en el que Brunilda se queja de haber sido traicionada por Sigfrido. Cuando a partir de "Fliegt heim, ihr raben", la escena se pone más trágica porque Brunilda prepara la pira donde se arrojará, Stemme canta de forma apasionada y espectacular, dado su dominio del personaje, pese al agudo, que aun así fue mejor que en el Liebestod.
Contra todo pronóstico, ya que uno no se lo imagina después de haber cantado semejante escena, hubo un bis: la bellísima "Träume" de los Wesendonck Lieder, el cual interpretó deliciosamente y con una voz aterciopelada.
La Orquesta del Real, inspirada tras nueve excelentes representaciones de Los Maestros Cantores, estuvo excelentemente dirigida por Gustavo Gimeno. Excelente sonido de las cuerdas en el Preludio de Tristán e Isolda, así como en los dos primeros interludios de "El Ocaso de los Dioses". El excelente viento de esta orquesta tuvo su lucimiento en la segunda parte, con el clarinete luciéndose en el Amanecer y luego en la Marcha Fúnebre. En cuanto al Final, con la destrucción del Walhalla, siempre es emocionante escucharlo, si bien la orquesta fue un poco rápida en la conclusión del mismo. El Träume que se dio de propina fue de tempi lentos, pero con un sonido cálido, delicioso, tanto como la interpretación de Stemme.
El coro era el otro protagonista de la velada, porque en el programa figuraba la espectacular, y raramente interpretada obra coral "La Cena de los Apóstoles", que Wagner estrenó en 1843, en la Frauenkirche de Dresde. Esta obra es singular no solo por el enorme coro y orquesta que requiere, sino porque la primera mitad de la misma se canta a cappella. Pese a su popularidad, y que fue parte del repertorio coral masculino durante el resto del siglo XIX, Wagner renegó de esta obra. Una lástima, porque merece ser interpretada muy a menudo. Aunque a priori puede sonar como una obra sacra coral, en realidad es un diálogo entre los apóstoles y los discípulos, que necesitan la fuerza de Dios para difundir su mensaje en el mundo. Dicha inspiración llega con una hermosa intervención de los tenores, tras la cual entra la orquesta en acción, para mostrar que apóstoles y discípulos ya están motivados para evangelizar al mundo. Musicalmente recuerda a Tannhaüser (la cual Wagner estaba componiendo al mismo tiempo) y Lohengrin a partir de la intervención orquestal, pero la parte a cappella a veces parece anunciar la escena del Grial de Parsifal. Como era de esperarse con este genial Coro del Teatro Real, la agrupación estuvo a la altura. A pesar de estar situados al fondo del escenario, lo que les quitaba un poco de acústica en la parte a cappella, el poder sentir sus potentes voces sin acompañamiento, durante tanto tiempo, fue casi una experiencia religiosa. Un efecto escénico interesante fue que durante la intervención de Dios desde las alturas, tan bien defendida por los tenores, se iluminó la sala del Real, así como el "cielo" que se proyecta sobre la lampara. A partir de la intervención de la orquesta, el coro fue un poco tapado por la misma, pero retomó su espectacular sonido al final. Una intervención memorable y otro hito más en la carrera de este gran coro, al que ojalá algún día volvamos a ver en esta pieza.
Ovación cerrada para el coro y para Stemme después de la Inmolación. Muchos de los que ayer estaban en la sala eran asiduos del Real, y varios recordando aquella gran Salomé. Stemme ya está en la recta final de su carrera, y uno no puede evitar pensar que el concierto de ayer sonaba a entrañable despedida. Precisamente por eso, en la escena final del Ocaso, Stemme nos ofreció una gran Brunilda sobre el escenario, Aun así, ha sido una tarde disfrutable tanto por ella, como por el coro y por la orquesta. Y también una despedida de Wagner después de un eufórico mes tras Los Maestros Cantores.
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