miércoles, 19 de febrero de 2025
¿Sigue haciéndonos reír la vieja picaresca sexual? La Corte de Faraón en el Teatro de la Zarzuela.
lunes, 17 de febrero de 2025
Violencia y oscuridad para dos mujeres que aman: La Vida Breve y Tejas Verdes en el Teatro Real.
Al hablar de La Vida Breve, posiblemente lo hagamos de la ópera española más representada a nivel mundial, a juzgar por vídeos y grabaciones históricos, con grandes artistas. Cuando Manuel de Falla estrenó La Vida Breve en Niza en 1913, no imaginó que esta ópera que había compuesto ocho años antes a consecuencia de un concurso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, el cual ganó, que su ópera no se estrenaría en el Teatro Real, donde esperaba verla representada, hasta 1997. Aquel no sería solo un estreno tardío, sino que esta obra fue la elegida para inaugurar la primera temporada de ópera en este teatro después de la friolera de 72 años, tan trágica como había sido su historia en el siglo XX. Aquella clásica producción que contó con artistas como María José Montiel o Jaume Aragall, se repondría en verano de 2001.
Desde entonces, esta ópera se ha visto en Madrid, pero no en el regio teatro. En parte, es posible que esto se deba a su corta duración, que requiere que sea programada con otra obra. En el Teatro de la Zarzuela ha habido dos grandes producciones, una en 2012 y otra en 2020, las orquestas principales de la capital la han programado en versión de concierto en los últimos años; y hasta Ópera 2001 la hizo en Alcobendas en 2010. Veinticuatro años después de su última presentación, vuelve esta obra maestra, tran breve como su nombre, al Teatro Real. Y lo hace con emparejada con un estreno mundial, Tejas Verdes, de Jesús Torres, basada en una obra teatral del mismo nombre, sobre la experiencia de una joven desaparecida en la atroz dictadura chilena de Augusto Pinochet, en un centro de detención que comparte nombre con ambas obras.
Con dos óperas españolas, Rafael Villalobos dirige su primera gran producción en el Teatro Real. El joven director de escena, de 37 años, ya había trabajado antes en él, con un Dido y Eneas para El Real Junior, luego Marie, una ópera nueva, en el Teatro de la Abadía, luego el Orphée de Glass en los Teatros del Canal y a principios de 2024 el concierto de Sondra Radvanovsky donde hizo un excelente concepto escénico. Villalobos se ha hecho un nombre en el panorama operístico español y europeo como un arriesgado y original director de escena. Su producción de Tosca de 2021 en Bruselas, con influencias de la desagradable película Salò, de Pasolini, cineasta con el que hace un interesante paralelismo con Cavaradossi, llevó el escándalo al Liceu de Barcelona y a la Maestranza de Sevilla por algunas escenas homoeróticas, e hizo que Roberto Alagna se fuera de las funciones barcelonesas. En Sevilla, su ciudad natal, dirigió un Così fan Tutte en 2020 y recientemente Ifigenia en Tauride. No cabe duda, de que Villalobos debe de ver cumplido uno de los sueños de su vida y todos los que hemos visto sus inicios en este mundo lírico, no podemos sino alegrarnos.
Villalobos ha reunido de manera convincente dos obras a priori más contrastadas imposible. Cuando se anunció en el programa de temporada, no sabíamos qué quería decir que ambas obras compartirían personajes que irían de una a otra, ahora ya lo sabemos. Tanto Salud, protagonista de una, como Colorina, protagonista de la otra, viven en una tenebrosa y cruel dictadura. Los personajes de ambas obras son los habitantes de la misma: Salud se rebela contra la opresión social, al enamorarse de Paco, aquí un esbirro del régimen, perteneciente a la clase alta. Colorina se rebela contra la opresión ideológica, enamorándose de Miguel (quien en La Vida Breve aparece como la voz de la fragua), un activista de izquierda enemigo del régimen, que se cobrará las vidas de ambos. Ambas mujeres sufren violencia y muerte por amor.
La oscuridad y la crudeza están presentes en toda la producción. En La Vida Breve, el telón se abre, y se ve que Colorina ha sido violada. A continuación, unos bailarines, que representan a militares, fusilan a unos pobres prisioneros, cuyos cadáveres son volteados por la abuela de Salud. La iluminación es oscura, y solo hay dos decorados giratorios totalmente modestos y oscuros, con la excepción de dos muros cubiertos de rosas rojas. En el largo intermedio orquestal entre el primer y segundo actos, muestran por un lado a la madre de Salud, aquí interpretada por una bailarina, con su bebé en brazos, y por otro a Paco ligándose a la hermana de Colorina. A la pobre madre de Salud, le quitan a su hija los militares-bailarines. Antes de que empiece el segundo acto, aparece la cantaora, cantando frente a Carmela. Durante la primera danza, Paco y Carmela celebran su boda teniendo como única compañía a los bailarines-militares que les saludan realizando el saludo fascista. En la escena siguiente, mientras Salud canta su desgarradora aria, llega a reclamarle a Paco ante la impasividad de Carmela. De ahí que sorprende la, valga la redundancia, la sorpresa de Paco al verla entrar con su tío en la boda cuando ya la había visto antes. La segunda danza es violenta, ya que se ve a los bailarines-militares golpeando a la madre de Salud hasta matarla, con la aquiescencia de los invitados, que se reducen a cantar sus "ole, ole", mientras presencian la escena. Al final, Salud muere frente a su madre, pero Paco no parece ser repudiado.
Jesús Torres ya había colaborado con el Teatro Real, estrenando "Tránsito" en el Matadero de Legazpi en 2021. Ante el escepticismo inicial del público hacia "Tejas Verdes", ha resultado una grata sorpresa saber que se trata de una ópera atonal bastante asequible, y con momentos que incluso recuerdan a música de cine. Además se complementa bien con lo turbio de la historia y la oscuridad de la puesta en escena. Y ciertamente, la puesta en escena está bastante bien trabajada, con unos baños deplorables a un lado, y el muro de rosas desgarrado en otro. Las sillas con las que danzan los bailarines-militares en esta obra tienen un significado de opresión y tortura, que van acorralando a la pobre Colorina. La obra también trata la división en la sociedad y finalmente la aceptación cómplice que lleva a la consolidación de la dictadura en el escepticismo de la doctora que se resiste a creer que el ejército es capaz de cometer atrocidades. También se narra la tragedia de la mujer que delató a Colorina, ya que no le quedó más remedio que hacerlo porque ella misma y su hijo pequeño fueron torturados por ello. No hay atisbo para la esperanza en esta obra. Al final, los personajes de La Vida Breve y Tejas Verdes aparecen en un final en el que se afirma que los desaparecidos no tendrán paz hasta que llegue la justicia.
Jordi Francés se pone al frente de una inspirada Orquesta del Teatro Real en La Vida Breve, pero que mejora hasta lo memorable en Tejas Verdes. En la obra de Falla, la orquesta explora de forma agradable la belleza de la música, un soplo de aire fresco frente a la opresiva atmósfera de la dramaturgia. En la de Torres, en cambio, transmite lo opresivo, lúgubre de la música, con momentos de belleza bien logrados. Una vez más, el Coro del Teatro Real se apunta otra noche increíble. La agrupación de José Luis Basso, saca músculo con su poderosa sección masculina. En la primera ópera, sus breves pero constantes intervenciones en el primer acto "Ande la tarea" y los "Malhayas", sonaron con una intensidad que golpeaba, debido a la situación del coro en zonas bajas del teatro, que resonaban como electrizantes y graves voces que se extendían como si emanaran de la tierra. En la segunda, los coros masculinos sorprenden por la intensidad de su música, que suena intimidante en sus voces, además de sus actuaciones imponentes y aterradoras en todas las escenas de tortura. Las voces femeninas, en cambio, sonaron conmovedoras.
Ambas obras tienen una protagonista femenina entorno a la que gira todo lo demás, siendo el resto del reparto coral en ambos casos.
Adriana González fue una Salud estupenda, con una voz de timbre cálido, lírico y dramático a la vez, con una interpretación entregada. Igualmente estuvo Natalia Labourdette como Colorina, con su bella voz de soprano capaz de abordar una obra tan terrible, haciendo una lectura conmovedora del mismo.
Eduardo Aladrén es un Paco de canto tosco, aunque se atreve con los agudos en el primer acto. Ana Ibarra estuvo mejor como la Doctora en Tejas Verdes que como la abuela de Salud. Una voz madura pero autoritaria fue la de Rubén Amoretti como el tío Sarvaor. Quien se robó la escena fue la cantaora María Marín en el segundo acto de La Vida Breve, en una de esas raras ocasiones en las que esta parte la hace una mujer. Alejandro del Cerro interpretó correctamente a la voz de la fragua.
En cuanto a Tejas Verdes, Alicia Amo y María Miró estuvieron muy bien como la delatora y la hermana de Colorina, respectivamente. Además la primera estuvo conmovedora también como actriz en su terrible escena. Impresionante la voz grave de Laura Vila como la enterradora.
Uno no puede dejar de reconocer la agilidad de los bailarines masculinos, que además también actúan y transmiten la impiedad de los torturadores esbirros del régimen, así como a la bailarina Sara Jiménez como la desdichada madre de Salud.
El público recibió bastante bien, como no puede ser de otro modo, la obra de Falla, pero se mostró entre lo educado y lo indiferente con la de Torres, e incluso entre los comentarios de aquella noche, a pocos pareció gustarles la obra. De hecho, hubo bastantes deserciones en el Paraíso hacia el final de la obra, y en los saludos finales el público pegó la espantada. Es más, los artistas intentaban seguir saludando, ya con las luces encendidas, pero mucha gente ya se había ido. Costó continuar con esos aplausos. A la salida del teatro, se escuchó un "¿En serio?" de una señora cuando su interlocutor le dijo que le había gustado más la segunda. Si tengo que hacer una valoración personal, aunque me encante la obra de Falla, he de decir que lo mejor de la producción es la obra de Torres, que he disfrutado, contra todo pronóstico.
Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.
martes, 11 de febrero de 2025
A soulless man: Tchaikovsky's Eugene Onegin returns to Madrid, with ups and downs.
Madrid, February 9, 2025.
Russian is the fourth language of opera, after Italian, French and German, considering the extensive operatic production in these four languages, and a handful of Russian operas stand in the repertoire today. From all these, there are three main ones: Boris Godunov by Modest Mussorgsky, and The Queen of Spades and Eugene Onegin, both by Pyotr Ilyich Tchaikovsky. When one thinks of opera sung in Russian, those three titles definitely come to mind. In addition, they are based on literary masterpieces by Alexander Pushkin, the Russian literary genius.
Onegin's story is that of a man who has everything to be happy, but is incapable of developping an feelings for anyone. He is the kind of person who does not realize that his unconsciousness and his superiority complex, his boredom with life, have terrible results: he breaks the heart of the innocent Tatiana and kills his friend Lenski in a duel after seducing his darling, Olga. But Onegin cannot imagine that he will come to regret having discarded Tatiana's love. This story has been popular in Russia since the very moment of its publication. And Tchaikovsky wanted to turn it into an intimate opera, with characters with whom the public could identify. Such a personal intention would require young singers capable of convincingly transmitting this story, far from the egos of the divos of the moment. Although it was premiered by students of the Moscow Conservatory, the beauty of the work would add it to the classical repertoire soon.
Despite being a very well-known opera, it has not been seen much in Madrid in recent times: at the Teatro de la Zarzuela in 1981 (on a tour of the Kirov Theatre -now the Mariinsky- and conducted by Yuri Temirkanov) and 1994 (with Carlos Álvarez and Karita Mattila). At the Teatro Real, it wasn't premiered until 2010, when the world-famed Bolshoi Theatre was invited with its choir, orchestra and cast for a few performances. However, despite its worldwide fame, the performances were uneventful, with an acceptable first cast (the same of the 2008 DVD with Mariusz Kwecień) and a second cast with mediocre male voices, as well as an orchestra that sounded disappointing. Fifteen years later, it returns in a production from Oslo and Barcelona, led by a regular on the Spanish stage, the German Christof Loy , who has made a version that has caused a division of opinions in the press and among the audience.
Loy's intention is to give this opera back, so often performed with stiff romantic settings and classical dances, to its initial intimacy, reduced to the essential: the characters' psychology. For this purpose, the scene is reduced to a minimum, as usual with this director. What matters here, more than the setting, is the unconsciousness of the protagonist and its dramatic consequences, an idea that becomes reinforced in the second part. However, such a radical simplification results boring to the eye, even affecting the musical performance. Like its predecessor at the Bolshoi, the production takes place on a small set, surrounded by a large void. The first part takes place in a monotonous room, with dull colours, which despite representing the village of Larina, seems more like a hospital ward. Onegin here is a hooligan, a wild seducer. Tatiana appears here more introverted than ever, unable to stand the world around her: for example is her furious reaction to some books are given to her om her birthday, and throwing them violently to the floor. However, something which mitigates such monotony but at the same time could become irritating because of its excess, is the hubbub of the peasants and servants who scream and flutter in their choral scenes, and the dancers frolicking in highly sexual choreographies. And even the sex ends up being incoherent and boring: Onegin rejects Tatiana in his Act One aria, to end the scene by kissing her passionately at the end.
The second part is the most interesting on an aesthetic level: an all-white set with bright lighting, which focuses on the consequences of Onegin's misbehaviour. The duel scene is powerful from a stage point of view, but Lenski does not die in the duel, but rather after his pistol goes off when he tries to approach Onegin to give him the embrace of reconciliation. Immediately, the famous Polonaise from the third act is played, and the dancers and choristers once again engage in a frenetic sexual dance. At the end of the piece, Lenski suddenly comes back to life and joins in the dance. The final scene is faithful to the original action, but too crude, with a nightgown-clad Tatiana tearing up sheets of paper around her, and with Onegin trying to force a reconciliation, but she leaves him alone, crying bitterly.
From next season, the Spaniard Gustavo Gimeno will replace Ivor Bolton as musical director of the Teatro Real. In 2022, he amazed the audience with a dazzling performance of Prokofiev's Fiery Angel.. Now he delights the audience again, leading the Teatro Real Orchestra , by achieving a fine orchestral conducting, making the orchestra to sound inspiring from the beginning, with strings shining brightly, especially the cellos, but each section had its chance to shine, in a performance that allowed one to recreate and enjoy each instrument, making one to forget the staging a bit, although sadly its frenetic sex dances distracted from focusing on the brilliant Polonaise from Act 3.
In an opera where the chorus has beautiful and lively interventions, the Teatro Real's Chorus has succeeded again. José Luis Basso 's group starts off strongly in its first intervention, which begins off-stage, adapting its powerful voices to the almost mystical music. However, it is in the fourth scene where they gave a powerful, unforgettable performance. The first choral number begins with a beautiful and brief solo introduction by a tenor, who is presumed to be the overseer, answered by the peasants. Two singers alternate in this small role, and in this performance it was sung by Alexander González , a tenor with a beautiful lyrical voice.
Iurii Samoilov is the undisputed leader of the cast, singing the role of Onegin. Despite having a voice that is not very dark, nevertheless he makes himself heard by the audience, with his considerable volume and sings the role with devotion. Although he starts well with the aria in the third scene, it is in the grand finale where he gives his best, in addition to acting heartbreakingly.
Kristina Mkhitaryan sings the role of Tatiana remarkably, with a somewhat dark-toned voice, reserving it for the most famous part of her great letter scene, which she sings with charm and sensitivity. Surprisingly, in the tense finale of the fourth scene, the phrase ona mnye szhala syerdtse bolno tak, zhestoko! was sung with overwhelming force. In the final duet with Onegin she again excelled.
Bogdan Volkov as Lenski has a youthful tone, but the volume does not match it, resulting in a voice that is rather small, taking away tension from the character in the second act, when it should sound most energetic. He reserved this for his famous aria Kuda, Kuda, when, standing on stage, he sang it with a convincing melancholy, especially when singing on the piano.
Maxim Kuzmin-Karavaev was an excellent Gremin, with a powerful voice and a well-sung aria in the third act. He also sang the brief role of Zaretsky in the duel scene, perhaps in an attempt by the stage director to expand Gremin's presence by merging the two characters.
Victoria Karkacheva played Olga, and although she performed with notable low voice in the first act, she was rather adequate afterwards, although she did well her job as an actress in the role, here transformed into a young girl with a light head. Katarina Dalayman as Larina appears with a rather worn voice after a great Wagnerian career in the past. On the other hand, the veteran Elena Zilio in the role of the nanny Filipyevna, sings surprisingly well for her 84 years: a voice that still stands strong, with a low note that continues to impress, and that cancels out Dalayman's Larina when they are together on stage. Sometimes I even thought if she still could sing Olga successfully. Juan Sancho was a very well sung Monsieur Triquet, and Frederic Jost also sang the role of the captain well.
The beauty of the music made a performance dominated by a boring coldness more bearable. This opera is so appreciated that the hall was almost full, and the audience rewarded the cast with many ovations. But the great winner was undoubtedly Tchaikovsky.