miércoles, 3 de octubre de 2018

Vídeo: Parsifal en el Festival de Bayreuth de 2016.


Tras un intenso mes dedicado a Wieland Wagner y a China, vuelvo a ver un Wagner moderno, en concreto el Parsifal del Festival de Bayreuth de 2016. Después del histórico Parsifal de Herheim, la obra de Bayreuth por antonomasia volvía a su lugar, con una producción que se anunciaba conservadora... pero no lo termino de ver así aunque creo que eso sólo lo puede pensar un amante radical del regietheater.

Uwe Eric Laufenberg consigue llevar la acción de la obra a nuestra época de forma bastante eficiente. Este Parsifal tiene lugar en un lugar recóndito de Oriente Medio, amenazado por las bombas y las invasiones del Estado Islámico, que en aquél año se encontraba en su momento de mayor expansión territorial. El tema de la religión es el principal que se trata, el rol que ésta tiene en la sociedad y los peligros que el fanatismo puede acarrear a sus fieles y a los perseguidos. Esta orden del Grial tiene lugar en un país rodeado por la amenaza del yihadismo. A su manera, la puesta en escena es fiel a muchos detalles del libreto, pero en el contexto del siglo XXI.



Durante el preludio, una proyección nos lleva a un viaje por el espacio exterior. A mitad del mismo se abre el telón y nos muestra un pequeño templo medieval, de posible aspecto paleocristiano, en estado de ruina. En ella vemos a un grupo de refugiados o de hombres sin hogar. Amanece y un hombre de melena y barba larga despierta con los primeros rayos del sol. Los caballeros los asisten antes de que abandonen el lugar, para preparar el baño de Amfortas, en una enorme pila bautismal en una sala abovedada al fondo del escenario y tapada por una cortina. Entran soldados brevemente en escena, posiblemente soldados estadounidenses. En contraste con los más desfavorecidos, los caballeros del Grial visten un uniforme clásico. Kundry entra en escena vestida cubierta de negro y con un hijab, rodeada por un grupo de hombres que la atosigan. La entrada de Parsifal es anunciada por un niño que cae en escena, presumiblemente abatido por una bala que viene de fuera. La escena del Grial tiene lugar en ese mismo templo, con los caballeros rodeando la pila bautismal que ahora ocupa el centro del escenario, completamente iluminada. Amfortas se tumba en el centro de la misma, mientras al fondo se ve a Titurel aparecer lentamente y pidiéndole a su hijo que descubra el Grial. Es una de esas raras veces donde se ve a Titurel en escena. El Grial se descubre como una representación de la pasión de Jesús. Amfortas está vestido como Jesucristo en la cruz, con una corona de Espinas, y los caballeros le hieren para que de su sangre puedan llevar a cabo la última cena. El cuerpo de Amfortas se llena de sangre y todos los asistentes beben de ella mientras Titurel descubre el Grial. ¡Cómo no se va a oponer su pobre hijo a sufrir una y otra vez semejantes torturas!

El segundo acto se abre en el mismo interior que el templo, ahora decorado con azulejos en estilo árabe. Klingsor tiene secuestrado a Amfortas mientras que la torre desde donde vigilará a Parsifal es ahora una sala repleta de crucifijos. Las muchachas flor aparecen vestidas con burkas negros, pero después de romper el hielo con Parsifal se los quitan y aparecen vestidas con sugerentes y ligeros trajes de danza del vientre Kundry aparecerá vestida sugerentemente de negro y las muchachas se marcharán. Cuando ella besa a Parsifal, Amfortas aparece y ocupa su lugar mientras canta su doliente aria. Al final, después de que el héroe al arrebatarle a Klingsor los restos de la lanza y formar una cruz con ella, el escenario se oscurecerá y se ve un derrumbamiento en el fondo del mismo. El tercer acto nos lleva al templo del principio, ocupado por la vegetación y la ruina, con Gurnemanz y Kundry muy envejecidos. Durante el encanto del Viernes Santo aparecerán las muchachas flor alegres, recatadamente vestidas y completamente redimidas, llevando a una débil Kundry en silla de ruedas al fondo de la sala, donde lloverán las "lágrimas de pecadores arrepentidos". En la última escena, los caballeros y hombres de todas las confesiones le pedirán a un también envejecido Amfortas que descubra el Grial. Parsifal aparecerá con la lanza y tras pedir que se descubra el Grial, se abrirá el ataúd de Titurel repleto de tierra, donde los hombres dejarán reliquias de sus religiones. La obra termina con todos los presentes asistiendo juntos a la gracia de Dios en el fondo de un escenario ya vacío, como alegoría del inicio de una nueva época llena de paz entre todas las religiones del mundo y de todos los hombres.



Hartmut Haenchen debuta en Bayreuth sustituyendo de última hora a Andris Nelsons. De sobras conocido es el talento del maestro Haenchen, sobretodo en Madrid donde nos dejó inolvidables trabajos con la orquesta del Real. La dirección de la orquesta transcurre con cierta rapidez, pero aun así se puede disfrutar de un trabajo personal y emotivo, especialmente en el tercer acto. El coro, como siempre magnífico.

Klaus Florian Vogt realiza un Parsifal sorprendentemente mejor que cuando lo vi unos meses antes en el Real. Parece haber trabajado concienzudamente el personaje y la regie de Laufenberg, y vocalmente dentro de su ligereza muy apreciable y su actuación consigue resultar dramáticamente convincente.

Elena Pankratova es la sorpresa de este DVD, pero con matices. Vocalmente es una Kundry intachable, con una voz enorme, perfectamente proyectada y con los graves y agudos en su sitio. La pega es que escénicamente resulta un poco fría (porque pese a todo parece ser una artista temperamental) aunque dramáticamente es muy convincente. Por ejemplo, Anja Kampe vocalmente está más limitada pero como actriz la supera. La sombra de Waltraud Meier es muy larga; pero creemos que al menos musicalmente el trono de Kundry seguirá ocupado, ahora por la rusa.

Georg Zeppenfeld es un excelente Gurnemanz, con una voz en perfecta forma y sin agotamiento, con un sonido bellísimo de bajo. Ryan McKinny como Amfortas está mejor en el primer acto que en el tercero, donde aparece algo cansado. Gerd Grochowski interpreta a un Klingsor mejor actuado que cantado, pero a un nivel muy digno en lo vocal. Karl-Heinz Lehner interpreta a un buen Titurel en lo musical y más imponente aún en lo escénico, representando a un padre severo e incomprensivo con su débil hijo.


La producción fue y sigue siendo muy bien recibida, y con poco escándalo. Una aproximación interesante y actual de uno de los aspectos de la obra más importantes: la religión y su peso en la vida de las personas, a veces espiritual y gratificante, otras veces devastadora. Esta vez Bayreuth se ha apuntado un tanto con este magnífico trabajo.

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