lunes, 8 de octubre de 2018

Vídeo: Parsifal desde el Metropolitan Opera de Nueva York, 1992.

Tras el Parsifal de Bayreuth de estos últimos años, vuelvo a la tradición con un clásico: el del Metropolitan Opera House de Nueva York, dirigido por James Levine.

Este vídeo, que ya tiene 26 años es una forma de hacer ópera que cada vez va quedándose anclada en el pasado. En el Met siguen cantando las estrellas, pero ¿cuántas producciones tradicionales quedan ya? Y en Wagner cada vez menos, ya sólo el Tannhäuser (porque me niego a considerar clásico al Anillo de Lepage pese a ser fiel en el vestuario). Este DVD es una referencia obligada para todos los wagnerianos en general y amantes de Parsifal en particular. Un reparto sólido, y que daría sopas con honda a la mayoría de los que se ven en Bayreuth y en todo el orbe. Y una producción quizá polvorienta para gran parte de los espectadores (sobretodo jóvenes) de hoy, pero bella y necesaria como referencia de las primeras intenciones de Wagner. Una introducción como puerta a futuras lecturas.


Otto Schenk, un clásico en la dirección wagneriana, dirige una producción que intenta ser lo más fiel posible a las acotaciones del libreto de Wagner. Por un lado, la dirección de actores puede ser tachada de mínima, debido a la economía de movimientos de los cantantes. Pero por otro esto les facilita a la hora de abordar sus difíciles partes, y también dejar paso a los gestos y las expresiones que también cuentan y transmiten los sentimientos de los personajes, como diría Anita Cerquetti. Y el hecho de contar con un reparto que, independientemente del nivel de sus voces, sabe de qué va esto de cantar Wagner permite que esta producción transmita más de lo que se cree. No obstante, es cierto que hoy en día, los telones pintados pueden dar la sensación de ranciedad, pero creo que la tecnología podría ayudar a la hora de apostar por lo clásico y China nos puede dar un ejemplo de ello. Junto a Schenk se encuentran el gran decorador Günther Schneider-Siemssen, encargado de los decorados, y Rolf Langenfass a cargo del vestuario.

Al terminar la obertura se abre el telón y vemos un precioso bosque, con frondosos árboles de atrezzo. al fondo se ve un decorado con un paisaje pintado en un precioso tono verde azulado, reflejando el lago y los árboles, como sombras en la distancia. Gracias al genio televisivo de Brian Large, podemos ver primeros planos de los gestos de los artistas, como la tierna oración de la mañana de Gurnemanz al despertarse. Entran los caballeros con preciosos trajes medievales y Amfortas en una camilla hecha con madera y lo que finge ser pieles de oso. Kundry aparece con un traje de uniforme del Grial de color azul oscuro. El vestuario de Parsifal en los primeros actos parece ser más propio de Gepetto en el Pinocho de Disney, es verdad, pero lleva un arco y flechas y se ve un cisne muerto. Y se comporta como un joven tonto. Otro logro del vídeo es que podemos ver los cambios de escena: impresionante la transformación del bosque en un templo. El templo del Grial es una de las cosas que más indeciso me tienen: no se trata del impresionante templo románico que Wagner ideó, sino de un templo sencillo que da la impresión de estar dentro de una gruta, debido al aspecto de las columnas. La cúpula es un enorme tragaluz natural abovedado. Las procesiones de entrada y salida de los caballeros y toda la comitiva de Amfortas son uno de los mejores momentos, que casan con la solemnidad de la música. En el centro se encuentra la mesa donde los jóvenes escuderos ponen la urna que custodia el Grial. Amfortas descubre el cáliz que además se ilumina en el momento clave mientras la intensidad de la luz del día que cae de la cúpula nos hace partícipes de una legendaria liturgia medieval. Gurnemanz toma un papel importante asistiendo a Amfortas, además de llevar aquí una preciosa capa gris a tono con los demás caballeros.


El segundo acto es el mejor logrado. El telón se abre con una torre del castillo de Klingsor, que tiene todos los utensilios de hechicería y viste como un harapiento y temible brujo. De las profundidades emergerá Kundry, ataviada con velos negros. El jardín de las flores es otro gran éxito, porque podemos ver las hojas de los árboles frondosos y las flores mientras que al fondo hay unas escalinatas y un cielo de color anaranjado que muestra el anochecer. El problema aquí es el vestuario de las solistas muchachas flor: que parece más propio de principios del siglo antepasado, en contraste con las bailarinas del cuerpo de ballet que van casi desnudas (con una malla que deja ver su cuerpo, recordemos que estamos en Estados Unidos, pero no deja de ser sensual). Kundry aparecerá con un vestido rosa un poco amplio y una larga melena decorada con flores como lo estuvo alguna vez Amalie Materna, quedando un poco kitsch. Al final llega otro gran momento: Klingsor tira la lanza y una vez que hace la señal de la cruz con ella vemos cómo se derrumba literalmente el jardín, con un cielo nuboso de color ocre, tras lo cual cae el telón.

Tenía mis reservas sobre el floripondil paisaje del tercer acto, pero tras leer las acotaciones de Wagner y ver de nuevo el vídeo, fui capaz de apreciar su belleza. Todo el escenario está cubierto de flores y hay una fuente de donde cae el manantial sagrado, mientras que al fondo se alza un paisaje de colinas llenas de flores y un cielo azul muy agradable. Al final volvemos a ver el espectacular templo rocoso, con Gurnemanz bendiciendo a los soldados con la lanza y Parsifal alzando el Grial en la mesa y Kundry muriendo tras alzar sus manos hacia él, ya redimida. mientras Amfortas y los caballeros asisten conmovidos, llegando esa emoción a nosotros mientras cae el telón.

James Levine se mueve aquí como pez en el agua, ya que domina la obra y junto a la orquesta forma un gran equipo. A diferencia de Haenchen en Bayreuth, los tempi son lentos pero convenientes a la solemnidad de la obra, impregnando de esta al sonido de todos los instrumentos. Los preludios son excelentes, glorioso el primero, electrizante el segundo con un sonido increíble y aterrador de las cuerdas así como el tercero con un gran patetismo. La escena del Grial también es única, cerrando con la sección de viento de forma sensible y emocionante, prolongando la última nota del primer acto. Y por una vez, el impaciente público americano se reprime las ganas de aplaudir: puede oírse al final cómo se se silencian algunos intentos de aplausos.



El reparto es casi inmejorable en su época, y lo es sin duda alguna en la nuestra.

Siegfried Jerusalem sabe de qué va su personaje. Aunque la voz puede estar ya en declive, domina a la perfección su personaje y en cuanto a volumen supera a muchos de la actualidad. Su voz es peculiar, pero suena a héroe y sus tablas le ayudan. En el primer acto se le ve muy a tono con lo travieso de su personaje, luego aterrador en el Amfortas! Die Wunde y en el tercer acto suena muy tierno al confortar a Kundry.

Kurt Moll es un bajo imponente, con una voz atronadora. A veces puede pecar de ser estático e incluso puede reñirse en belleza a un Zeppenfeld de hoy en día, pero la autoridad que emana es incontestable. Sale airoso de su monólogo del primer acto y borda el tercero.

Bernd Weikl es un Amfortas más autoritario y cansado que atormentado. La voz tiene altibajos en el primer acto, pero en general el canto es bueno. Sus expresiones son imponentes, como las de un rey harto de cargar con la cruz de descubrir el Grial y ello abrir sus heridas.

Jan-Hendrik Rootering es un muy buen Titurel, con una bella voz de bajo profundo.

Franz Mazura, sigue, a los 67 años (en 1992), siendo uno de los mejores Klingsor de la historia. Su peculiar voz, que sigue en su sitio, ayuda a crear un repulsivo personaje, que como actor transmite perfectamente - con unas horribles sonrisas, por ejemplo- . Además los atuendos de la puesta en escena lo hacen todavía más repulsivo. Una grandísima creación.

Waltraud Meier tenía solo 36 años en el momento de esta grabación, que la recoge en la cima de su carrera artística y su deslumbrante belleza. Aquí podemos verla en todo su esplendor interpretativo, por tener las más dramáticas expresiones (qué gestos de incertidumbre cuando escucha a Parsifal contando sus orígenes, qué sonrisas de maldad al lamentarse Klingsor de su condición mutilada o de deseo cuando Parsifal reconoce sus lascivas intenciones). La voz está en su mejor momento, con unos agudos perfectamente emitidos, dominio del vibrato y los graves también son buenísimos (Nur ruhe will ich) y la pronunciación dramática (Da traf mich, sein blick). Su voz tiene un bellísimo timbre de mezzo, aunque lo suficientemente aguda como para hacer roles de soprano, que empezó a abordar justo en esta época. Y también transmite una sensualidad deslumbrante en el canto. Una creación histórica.

Los coros del Met están estupendos. Los comprimarios tienen un gran nivel, y entre ellos podemos destacar a Paul Groves como caballero del Grial y Heidi Grant Murphy como muchacha flor, que luego tendrían una carrera internacional.

Esta grabación es historia wagneriana por motivos de gran trabajo musical, escénico y vocal. Pero sobretodo como testimonio de una forma de hacer Wagner que aunque puede resultarnos antigua y lejana, no debe perderse su belleza. Todos deberíamos ver alguna vez las obras del autor en la época que marca el libreto. Y conocerlo, para bien o para mal.


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