domingo, 30 de diciembre de 2018

Vídeo: El Oro del Rin desde el Metropolitan Opera de Nueva York (1990).


Ante la cercanía de las funciones de El Oro del Rin en el Real, he querido hacer algunas aproximaciones en vídeo a uno de mis títulos más queridos de todo el repertorio. Y empezamos con el DVD del Metropolitan Opera de este Oro, en versión tradicional y clásica. No se me ocurriría mejor primera aproximación para la obra que este vídeo. 

Este DVD se aproxima mucho a cómo concibo esta obra en mi mente. Naturalmente, la producción es mejorable. Una obra semejante que habla de la cobardía en el poder, de la ambición, la falsedad, la traición, el robo entre esferas sociales y hasta de la inocencia y lealtad de los más desfavorecidos, naturalmente necesita una actualización dado su mensaje universal. Pero lo que esta producción me ha enseñado es que incluso si intentamos situarla en su contexto original, en un mundo de dioses, enanos, gigantes y bellos paisajes mitológicos, el mensaje se mantiene inalterable y en toda su fuerza. Aunque veamos a Alberich desparecer y convertirse en un sapo de hojalata, la fuerza de la obra y su mensaje siguen golpeándonos. 

Wagner escribió el texto de su obra magna en sentido contrario, terminando con este prólogo a todas las tensiones entre los protagonistas principales y narrando la causa que originó esta epopeya. 

La producción es la clásica dirigida por Otto Schenk, con escenografía de Gunther Schneider-Siemssen y vestuario de Rolf Langenfass. Se ha acusado a esta producción de ser de "cartón piedra", de ser kitsch a lo Hollywoodiense o contar la historia como si fuera el mago de Oz. Pero lo que nos encontramos aquí es una bella ambientación acompañada de una excelente dirección de actores, algo que se suele echar de menos en las producciones tradicionales. Por estética y tecnología, y también por motivos económicos, está producción ya no se podría hacer hoy en día. De hecho el último Anillo tradicional, ya desaparecido, es este viejo del Met. Después de su retirada, Seattle y Pekín desean recoger el testigo aunque no parecen estar a la altura. 


Mientras suena el preludio, no se escuchan los aplausos al director y la obra arranca con el telón iluminado de azul. Luego se abre para recrearnos el fondo del Rin, en un suelo rocoso donde una roca gigante se eleva, mientras las ninfas se mueven por esta difícil plataforma. Alberich emerge del fondo, caracterizado como un repulsivo enano verde. El Oro se ilumina en la punta de la roca gigante y todo el escenario resplandece. La segunda y cuarta escenas nos muestran al imponente Walhalla al fondo mientras el cielo azul resplandece. Los dioses llevan trajes de estilo mítico y los gigantes largas melenas. Cuando aparece Erda todo se oscurece y se ilumina dd azul oscuro y al final de la obra se ve un precioso arco iris hacia el que se dirigen los Dioses mientras cae el telón mientras Loge mira con sarcasmo al público. La tercera escena es igualmente espectacular, con un Nibelheim de roca negra, como un túnel en cuya entrada se ven los fuegos de las fraguas perpetuas a las que Alberich somete a trabajar a sus sufridos súbditos, dando forma al tesoro robado. El vestuario es clásico, y pretende acercarse a la época de las Eddas Escandinavas, tal y como se concebían en aquella época. Muy logrados los trajes de los Nibelungos, convertidos en seres repulsivos, y el de Loge, rapado, de color rojo y repulsivo igualmente. Todo el vestuario en general es de gran belleza. Y la dirección de actores no se queda atrás. Los cantantes expresan sus sentimientos a través de sus gestos y vemos a un Alberich torpe en la primera escena, un Wotan titubeante en la última, una Fricka que empieza la segunda  escena como una figura materna fuerte y la termina como una anciana (pero claro, cantada por esa cantante, cómo no iba a transmitirlo todo), un Mime traicionero con cuyas expresiones se adivina la falsedad que reviste su personaje. Gracias a estos artistas consumados, este montaje es una delicia a la vista. 


James Levine es un consumado wagneriano. Su dirección puede ser lenta pero transmite majestuosidad y drama. El preludio es opulento, uno siente las aguas del Rin. La entrada de los gigantes es lenta pero se siente la pesadez y la tosquedad de ellos. El final es apoteósico. Una versión referencial sin duda.

El reparto no puede ser más sólido, y posiblemente el mejor que se podía reunir entonces, repleto de excelentes cantantes-actores. 

James Morris tiene una forma muy personal de interpretar a Wotan, pero la voz suena a Wagner y entiende la forma de cantarlo. Como intérprete su Wotan es canalla, pero con la dignidad de un dios. 

La legendaria Christa Ludwig, ya en declive a sus 62 años, sigue siendo una Fricka de reclinatorio. La voz mantiene su belleza, estilo y bello timbre, pese a las limitaciones de su edad. ¡Y qué actriz! Al principio de la segunda escena se mantiene joven, contrariada, pero cuando Fricka desaparece y canta en el suelo, consigue transmitir a una mujer cansada y avejentada. Sólo las grandes como ella son capaces de transmitir tanto con sólo cantar.

Siegfried Jerusalem interpreta a Loge, con una voz adecuada para la socarronería del personaje. En su aria Immer ist undank Loges lohn! suena heroico, como una divinidad canalla.

Ekkehard Wlaschiha fue el Alberich de su época, y es fácil entender por qué: la voz es poderosa y la interpretación transmite la villanía del personaje, siendo terrorífico a partir de la segunda escena. 

Heinz Zednik interpreta a un Mime con la voz ya un poco avejentada (pese a que sólo tenía 50 años, pero llevaba casi 20 interpretando en Bayreuth al enano) pero con todas las tablas suficientes para sacar al personaje adelante, y hacerlo creíble.

Matti Salminen y Jan Hendrik Rootering son un excelente dúo de gigantes, así como Alan Held  y Mark Barker como Donner y Froh respectivamente son más que dignos. Mari Anne Haggänder, que acababa de triunfar como Eva en los Maestros Cantores de Bayreuth, es una dulce y frágil Freia.

Birgitta Svendén es una impresionante Erda, con un sobrecogedor registro grave.

Las hijas del Rin también son excelentes cantantes, destacando la bella voz de Meredith Parsons como Flosshilde.



Esta magnifica produccion me hace pensar que pese a que una forma y otra de representar una ópera, y sobretodo una ópera wagneriana, pueden tanto ganar fuerza en un aspecto como perderlo por otro, no puedo más que reafirmarme en mi teoría de que una puesta en escena ltradicional y otra moderna deben de ser complementarias y no anular una dogmáticamente a la otra. En nombre de la diversidad del arte, el bienestar del público y la variedad de lecturas que el maestro habría explorado en busca de la representación modélica. Seguiremos buceando en otras versiones del Oro.

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