lunes, 30 de noviembre de 2020

Marianela de Pahissa en el Teatro de la Zarzuela: recuperación galdosiana con tintes posrománticos




Este año 2020 es el centenario de la muerte de Benito Pérez-Galdós, uno de nuestros escritores más brillantes, quien retrató la España decimonónica en sus inolvidables novelas, y la condición humana a través de ellas. Uno de sus dramas, Marianela, trata sobre la triste chica fea que es el lazarillo de un bello joven ciego y de buena familia, del que se enamora y cuya recuperación de la vista supone el fin de su vida. Es una de las historias más bellas y celebradas por los lectores del universo galdosiano.  

Sin embargo, el protagonista de esta velada es otro: el compositor de la ópera basada en esta gran novela, Jaume Pahissa, puso música a la historia de Marianela, estrenando su ópera en 1923 en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona. Pahissa tuvo una carrera importante en este teatro, donde estrenó muchas óperas, todas con éxito. La influencia de Richard Wagner, el músico favorito del público de la ciudad condal, es notable en la obra, aunque también hay una sucesión de estilos musicales que terminan siendo una mezcla de todos ellos: hay trazos de verismo, hasta de dodecafonismo, además de música muy española. Hay momentos que recuerdan a Sigfrido, como el interludio después del primer coro y la canción de Mariuca, o en el acto segundo las cuerdas agitadas nos recuerdan a la agonía de Tristán. El inicio del primer acto y las danzas por la recuperación de Pablo nos evocan a Albéniz más folclórico. La partitura resulta por momentos bastante moderna, a veces recordándonos incluso a Korngold. Sin embargo, también hay momentos que parecen apuntar en dirección al dodecafonismo, como la frenética y disonante música que refleja la tensión de Pablo nada más recuperar la vista. De hecho, a veces uno se pregunta si más que cerca del wagnerismo mayestático esta obra se acerca más al posromanticismo en crisis y con bastantes grietas que despertaban la atonalidad (que Pahissa cultivaría en cierto momento de su carrera), como en los Gurrelieder de Schönberg, salvando las distancias, aunque con las mismas rupturas presentes. 


Ante semejante obra, el maestro Óliver Díaz dio una lectura lo más esmerada posible de esta opulenta obra, sacando de la Orquesta de la Comunidad de Madrid un sonido ágil, potente, como en el segundo acto, sacando del mismo toda la tensión teatral. La cuerda supo en dicho acto sacar la tensión del momento en que Pablo puede ver. En las danzas logró un sonido bucólico, si bien en algún momento los tutti sonaron algo pasados de volumen o de coordinación, pero no parece esta una obra fácil de interpretar. Aún así se agradece la estupenda labor de escucharla con una batuta digna, además del placer de ver a una gran orquesta en el escenario, frente a las reducciones de la misma por la pandemia en otros títulos. El Coro en sus breves intervenciones alcanzó un nivel aceptable, y los solistas del mismo que cantaron breves roles estuvieron todos magníficos.


Además de la complejidad musical, la partitura de Pahissa es extremadamente difícil de cantar, y exige demasiado a la pareja protagonista, con una tesitura plagada de agudos y sobreagudos para ella, y una resistencia y canto de heldentenor para él. De hecho yo me sorprendía, a medida que transcurría la obra, al ver las piedras en el zapato que parecía poner a los cantantes, unas tesituras asesinas sin lugar a dudas.

Adriana González interpretó a Marianela, con una prestación más que notable, dado la dificultad del rol, con una voz lírica, que pudo salir airosa de los agudos de su primera intervención, ya que el personaje tiene una entrada de la que depende toda la función, Todas las flores del campo, que abordó bien. González saca adelante esta tesitura, además de cantar bellamente algunos de esos agudos en pianissimo, como en su intervención final en el primer acto, la bella Lágrimas que voy virtiendo. Además, en el tercer acto el rol parece exigir una tesitura más dramática, incluídos graves. Estos últimos son bastante buenos en boca de González, llegando a ofrecer una conmovedora interpretación. 

Alejandro Roy, fue, sin embargo, la estrella de la noche, con su potentísima voz, su timbre baritonal, que a veces se pasa de grave al principio de la obra, y con unos agudos increíbles en todo momento. Como ya dije antes, este es un rol de heldentenor, un desafío del que Roy sale victorioso, con ese sonido heróico, una interpretación deliciosa en el dúo con Marianela del primer acto y muy dramática  en los actos restantes, especialmente cuando recobra la vista y en el dúo con Florentina.

Simón Orfila estuvo excelente como el Patriarca de Aldecoa, padre de Pablo, con una potente y gran versión de su romanza en el primer acto. Su voz de bajo sigue siendo impresionante y con un volumen que llena la sala. Paola Leguizamón fue una magnífica Florentina, con una deliciosa, bella voz de mezzosoprano, excelente en el dúo final con Pablo. 

El rol del médico Teodoro Golfín, quien evoluciona desde un rol de carácter en el segundo acto, a  una importante intervención en el tercero, romanza de lucimiento incluida, estuvo defendido por Luis Cansino, cuya interpretación fue subiendo a medida que avanzaba la función, y  que supo darle la autoridad y la ternura necesarias al personaje. Pese a alguna dificultad  al principio del tercer acto, en su romanza alcanzó toda su plenitud interpretativa y de voz.

María José Suárez, habitual de esta casa y del Real, cantó muy bien su breve intervención en el primer acto. Del mismo modo, César Méndez Silvagnoli interpretó al mismo buen nivel que el resto del reparto, al padre de Florentina.


Las recuperaciones de obras olvidadas de nuestro género lírico por parte de este teatro llevan ya tiempo obsequiándonos con noches inolvidables, y en algunos casos, como María del Pilar en 2018, Mirentxu el año pasado y esta que nos ocupa, de obras que no deberían de haber dormido el sueño de los justos. Es de agradecer eternamente esta labor que nos pone en contacto con música increíble. De haber sido francesa, alemana o italiana, no solo se representaría más sino que tendríamos grandes versiones por leyendas del canto. Estoy plenamente seguro.

Y el público ha aplaudido entusiasmado esta exhumación, confirmando su éxito artístico, y sus ganas de descubrir nuevos horizontes, obras que nada tienen que envidiar a las mejores de nuestro género y del repertorio internacional. 



Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

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