domingo, 23 de octubre de 2022

Barbieri salva a España con una enrevesada trama: Pan y Toros en el Teatro de la Zarzuela.


Madrid, 22 de octubre de 2022.

Con Barbieri cerró la temporada anterior del Teatro de la Zarzuela. Y con Barbieri arranca su temporada escenificada. Pan y Toros es la primera zarzuela escenificada de la temporada, tras haber sido el clásico Barberillo, la última de la anterior. Ambas, además de estar unidas por el mismo autor, también tienen en común una trama política dieciochesca. En este caso, nos trasladamos al Reinado de Carlos IV. Con un argumento famoso por ser enrevesado y no tan comprensible como el famoso Barberillo, esta obra sobre la incompetencia del rey y la corrupción de la corte que le rodea, hizo que tras su estreno, su nieta Isabel II prohibiera la obra. 

Veinte años después de la última producción de la obra, vuelve esta zarzuela al teatro donde se estrenó. Ahora, lo hace en una producción a cargo del famoso actor Juan Echanove, quien debuta en la dirección de escena de una obra lírica. Y lo hace con un montaje de impacto visual pese a su sencillez, y basándose en parte en las pinturas de Goya, de las cuales recrea proyecciones de pinturas y de animaciones basadas en las mismas. El escenario es gris, vacío, con una estructura donde hay una escalera y algunos compartimentos. Hay en el centro del escenario una estructura de anfiteatro, donde tienen lugar las escenas en determinados lugares, que gira para facilitar las ambientaciones. Durante la obra se ve la constante presencia de bailarines, quienes con sus danzas intensifican la acción. La coreografía de Manuela Barrero también recrea en ciertos momentos algunos cuadros de Goya, y deja a una bailarina al frente de las castañuelas, con las que abre y cierra la obra. Echanove, con este montaje, le da a la obra ese toque de acción pero también oscuro, sugiriendo, con la iluminación de Juan Gómez Cornejo, que la obra transcurre prácticamente de noche, salvo en unas escenas. En una obra con tantos diálogos, la dirección de actores, la acción y el vestuario goyesco de Ana Garay, convierten esta producción en un éxito. Echanove intensifica con esta estética oscura, el ambiente de intriga, de espionaje, incluso la comedia. Un momento muy intenso, por ejemplo es el de la voz que le recuerda al santero que no cometa pecados antes de morir, aquí representado por un hombre ensangrentado. O momentos emotivos como la procesión del final del primer acto, con unas palabras escritas por Goya: "Murió la verdad". 



Es esta una zarzuela que tiene el encanto de lo atípico. Encanto porque tiene números muy inspirados, momentos de estilo muy belcantista, con concertantes muy donizettianos, y con romanzas como la del escapulario que recuerdan al Verdi de la década de 1840. También cuenta  con concertantes, o momentos orquestales maravillosos como la procesión, o  un preludio bellísimo del tercer acto, ambos con una destacada interpretación de la sección de viento madera. Atípica porque los protagonistas no tienen romanzas para su lucimiento, sino dúos, tercetos y escenas. Quizá solo el Abate y Pepe Hillo tienen romanzas propiamente dichas. Y atípica porque la obra la cierra Jovellanos, un personaje hablado, con una posterior conclusión orquestal, en lugar de un concertante final. Guillermo García Calvo dirigió con inspiración a la Orquesta de la Comunidad de Madrid, titular del Teatro de la Zarzuela, a la que hizo brillar en las partes meramente orquestales. El Coro femenino estuvo brillante en su coro de inicio del tercer acto, y el masculino estuvo muy bien en el primero.

En una obra con pocos momentos para lucirse, y con mucho diálogo, el reparto supo defender la esencia cómica pero enrevesada de la obra.

Yolanda Auyanet interpretó a Doña Pepita, un rol con tesitura belcantista, lo que requería una soprano familiarizada con este repertorio. Auyanet sorprendió con sus poderosos agudos y su coloratura.


Borja Quiza interpretó al Capitán Peñaranda como el animal escénico que es, dando vida a su intrépido, valeroso, àgil y gallardo personaje. Vocalmente sonó su voz juvenil, y con un grave quizá un poco ligero, pero desde luego elegante y con clase. 

Carol García fue una excelente Princesa de Luzán, con una dulce voz, y un canto exquisito, como en el dúo con Peñaranda en el segundo acto. E igualmente muy buena actriz. 

El veterano Enrique Viana se entregó por completo con su personaje de el Abate Ciruela. Este tenor de carácter, con la voz ya madura,  aún mantiene largas y potentes notas finales, además de un agudo considerable en su primera romanza del primer acto. Gerardo Bullón estuvo en forma como el celebérrimo pintor Goya, con su excelente voz de barítono. Milagros Martín recitó muy bien a La Tirana, la famosa actriz del siglo XVIII. Pedro Mari Sánchez dio voz al pérfido Corregidor, interpretándolo de manera tan divertida como creíble, llegando el público a detectar a semejante personaje, ejemplo de la servil corrupción de la corte. Carlos Daza interpretó al torero Pepe Hillo con apreciable vis cómica. Mención especial al actor Carlos Sánchez como el ilustre Jovellanos, con un porte caballeresco creíble, y que cierra la obra con un pequeño monólogo conciliador. El resto del reparto, donde también se encontraba la veterana María Rodríguez, como la Duquesa, estuvo al mismo gran nivel.


No será el Barberillo, y en parte su argumento es responsable de su menor fama, pero Pan y Toros es una obra muy inspirada, incluso de culto para los amantes del género. Y ayer, un público que hizo colgar el cartel de "No hay billetes" disfrutó y aplaudió a rabiar. No cabe duda: es el primer gran éxito de esta temporada. 




Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.

1 comentario:

  1. Como siempre que te leo, un artículo extenso, detallado, enriquecedor. Las dos funciones a las que asistí me encantaron, las dos fueron con el mismo reparto. Es cierto que el argumento resulta tan enrevesado como la primera vez que ves "La amenaza fantasma" de Star Wars jajaja. En alguna parte he leído que encima despista el montaje, por exceso de elementos, de Juan Echanove. No estoy nada de acuerdo, el montaje fue toda una agradable sorpresa. Una delicia en muchas ocasiones, magnético a veces, en otros momentos de belleza pictórica.

    El dúo belcantista de Yolanda Auyanet y Carol García, momento de gloria, así como "Este Santo Escapulario".

    Felicidades por el artículo.

    ResponderEliminar