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Madrid, 13 de junio de 2023.
Esta temporada del Teatro Real, que ya se acerca a su final, ha estado consagrada a Orfeo. Tres óperas sobre su figura hemos tenido oportunidad de ver sobre el escenario del Real: Orphée, de Philip Glass, L'Orfeo de Monteverdi y ahora una de las óperas más importantes del siglo XVIII: Orfeo ed Euridice, de Gluck. Conocida por la famosa aria del protagonista, "Che farò senza Euridice", esta obra supuso una revolución en su momento: Gluck simplifica las convenciones de la ópera seria para simplificar la acción y hacer que el drama sea más fluido. La obra es una azione teatrale, donde se incluyen danzas y coros, en una historia mitológica, en este caso la del trágico bardo Orfeo y su amada Eurídice, por cuyo amor es capaz de ir a buscarla al Inframundo. El éxito de la ópera supuso una influencia para futuros autores, y en el siglo siguiente, la versión francesa fue interpretada por mitos del canto como Adolphe Nourrit, en la versión para tenor (en época de Glück, se llamaba haute-contre) y Pauline Viardot. En la historia reciente lírica madrileña, se ha interpretado varias veces, en 2008 Juan Diego Flórez la cantó en su versión francesa para tenor, y fue grabada en disco. En 2014, volvió en una versión para danza, con la coreografía de la legendaria Pina Bausch. Ese mismo año, Mark Minkowski la dirigió en el ciclo Universo Barroco en el Auditorio Nacional.
Ahora vuelve a Madrid, en versión concierto, en el marco de una gira europea a cargo de René Jacobs, y la Freiburger Barockorchester (la Orquesta Barroca de Friburgo). Jacobs es una leyenda viva, gracias a sus magníficas interpretaciones de la música barroca y del clasicismo. A sus 77 años (y visiblemente frágil y cansado), Jacobs volvió anoche al Real para dar una interpretación sensible, intimista, camerística de la obra. Si bien durante la radiante obertura las cuerdas se escuchaban un poco inanes (no así la potente percusión), durante la obra la orquesta se decantó por una lectura bella, apacible de la obra. El viento tuvo una noche gloriosa, como en el aria Chiamo il mio ben così o la escena en el Elíseo. Del mismo modo el arpa en la escena en la que Orfeo canta a los espíritus del Hades tuvo un momento de gran lucimiento. La capacidad teatral de esta orquesta quedó de manifiesto en esta última escena, en la que sonó con fuerza, recreando los estridentes sonidos del inframundo. Otro momento etéreo fue la Danza de los Espíritus, interpretado con una belleza casi espiritual, donde además el oboe tuvo protagonismo. El ballet final fue dirigido con la misma belleza apacible. Aunque por otro lado, tanta solemnidad también hace que se pierda el ímpetu y el dramatismo en buena parte de la obra, excepto en el tercer acto. Fue en el dúo entre Orfeo y Eurídice cuando la representación tuvo la tensión dramática y teatral que no tuvo ni antes ni después. El RIAS Kammerchor tuvo su momento de lucimiento en el segundo acto, al dar vida a las criaturas del inframundo, aunque en general estuvieron bien en toda la obra. Llama la atención el buen ambiente que la agrupación transmite cuando actúa sus intervenciones en la segunda parte.
Helena Rasker, con una bella voz de contralto, y un timbre oscuro, aunque no siempre generoso en volumen, consigue sacar adelante el personaje de Orfeo. Si bien la técnica es en su mayoría impecable, no obstante resulta fría en los dos primeros actos. Bien cantado el aria Chiamo il mio ben così, e igualmente en la escena del acto segundo, centrada más en el lado musical. En cambio en el tercer acto, se entregó a la tensión teatral, y ya que esta parte fue actuada, transmitió la desesperación del personaje por no ver a su amada. Cantó con todas las florituras y ademanes posibles la famosa aria, Che Farò senza Euridice, que sin embargo no fue el mejor momento de la noche, siendo este la primera aria.
Sin embargo, la interpretación más redonda de la noche fue a cargo de Polina Pastirchak como Eurídice. Esta soprano húngara ha sido una agradable sorpresa: una voz de volumen generoso, un bello timbre de base lírica con un toque oscuro, dramático y una dicción impecable. Y al mismo tiempo entregada a la tensión teatral en el tercer acto.
Giulia Semenzato interpretó el rol de Amor, bien cantado y también actuado, dando vida a un personaje pícaro.
El teatro estaba lleno hasta la bandera, colgando el cartel de "no hay entradas". A la vez que la representación, había en otra parte del teatro un evento del periódico Cinco Días, ya que había muchos coches y muchos curiosos mirando en los aledaños del teatro, ya que al acto asistió el Rey de España. Volviendo a la representación, no se sabe si por desconocimiento o porque Jacobs no lo facilitó, no se aplaudió ninguna aria, ni siquiera la más famosa. Pero a juzgar por los aplausos finales, dirigidos principalmente a Rasker y Jacobs, el público sí supo recompensar la que fue una bella noche de lírica.
ENGLISH
Madrid, June 13, 2023.
This Teatro Real current season, which ends next month, has been dedicated to Orpheus. We have had the opportunity to see three operas about this Greek myth on its stage: Orphée, by Philip Glass, L'Orfeo by Monteverdi and now, one of the most important operas of the 18th century: Orfeo ed Euridice, by Christoph Willibald Gluck. Known for the protagonist's famous aria, "Che farò senza Euridice", this work was revolutionary at the time: Gluck simplifies the conventions of opera seria to make the drama and action more fluid. The work is an Azione, a theatrical action, which includes dances and choirs, in a mythological story, in this case that of the tragic bard Orpheus and his beloved Eurydice, for whose love he is able to go looking for her in the Underworld. The success of the opera was an influence for future authors, and in the following century, the French version was interpreted by operatic legends such as Adolphe Nourrit, in the tenor version (in Gluck's time, it was called haute-contre) and Pauline Viardot. In recent Madrid operatic history, it has been performed several times, in 2008, in concert version, Juan Diego Flórez sang it in its French edition for tenor, and it was recorded on disc. In 2014, he returned in a dance version, choreographed by the legendary Pina Bausch. That same year, Mark Minkowski conducted it in the Universo Barroco cycle at the Auditorio Nacional.
Now it returns to Madrid, again in a concert version, as part of a European tour by René Jacobs conducting the Freiburger Barockorchester. Jacobs is a living legend, thanks to his magnificent interpretations of baroque music and classicism. At 77 (and visibly frail), Jacobs returned to the Real last night to give a sensitive, intimate, chamber-like rendtion of this work. Although during the radiant overture the strings sounded a bit low-volumed (unlike the powerful percussion), during the work the orchestra gave a beautiful, intimistic performance. The woodwind had a glorious night, like in the aria Chiamo il mio ben così or the scene in the Elysium. In the same way, the harp in the scene in which Orpheus sings to the spirits of Hades had a moment of great brilliance. The sense of theatre of this orchestra was revealed in this last scene, in which it sounded loud, recreating the shrill sounds of the underworld. Another ethereal moment was the Dance of the Spirits, interpreted with an almost spiritual beauty, where the oboe also played a leading role. The final ballet was conducted with the same calm beauty. On the other hand, so much solemnity also makes the impetus and drama to be lost in a good part of the work, except in the third act. It was in this act, during the duet between Orpheus and Eurydice when the performances reached a dramatic and theatrical tension that it did not have before or after. The RIAS Kammerchor had its moment of brilliance in the second act, by portraying the creatures of the underworld, although in general they were good throughout the show. The good atmosphere that the group conveys while performing their interventions in the second part and the cheerful one during the Finale is amazing.
Helena Rasker, with a beautiful contralto voice and a dark tone, although not always generous in volume, manages to bring out the character of Orpheus. While the technique is mostly flawless, it nonetheless comes distant, mote musical than dramatic in the first two acts. The aria Chiamo il mio ben così is well sung, and also in the scene of the second act, focused more on the musical side. On the other hand, in the third act, she took a main part to the theatrical tension, and since this part was acted out, she conveyed the character's desperation for not seeing his beloved Eurydice. She sang with all possible flourishments and gestures the famous aria, Che Farò senza Euridice, which however was not the best moment of the night, this being the first aria.
However, the best performance of the night was given by Polina Pastirchak as Eurydice. This Hungarian soprano has been a pleasant surprise: a voice of generous volume, a beautiful lyrical-based tonee with a dark, dramatic touch and impeccable diction. And at the same time conveyed the theatrical tension in the third act.
Giulia Semenzato played the role of Amor, well sung and also acted, giving life to a mischievous character.
The hall was packed full to the brim, with the tickets sold out. At the same time as the performance, there was an event for the Cinco Días newspaper in another part of the theater, as there were many cars and many curious people looking around, since the King of Spain attended the event. Returning to the performance, it is not known if due to ignorance or because Jacobs did not facilitate it, no aria was applauded, not even the most famous one. But judging by the final applauses and ovations, directed mainly to Rasker and Jacobs, the audience did know how to reward what was a beautiful operatic night.
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