viernes, 20 de junio de 2025

El popular y costumbrista romance marinero: vuelve La Tabernera del Puerto al Teatro de la Zarzuela.


Madrid, 18 de junio de 2025.

Uno podría pensar que el exitoso montaje de Mario Gas para "La Tabernera del Puerto", de Pablo Sorozábal, tiene una especie de maldición sobre el mismo, después de que cada reposición haya venido acompañada de paros. En su estreno en 2018, hubo paros debido al temor entre la fusión del Teatro de la Zarzuela con el Teatro Real, lo que felizmente no se llevó a cabo. En 2020, se suspendieron las funciones debido al confinamiento por la pandemia del Covid-19. En 2021, una huelga de tramoyistas suspendió el estreno. Ahora en su reposición de 2025, una huelga del coro afectó el día del estreno, viendose este desprovisto de dicho coro. Ahora hay paros convocados para esta semana desde el día 19.

Cuando uno escucha la breve introducción orquestal, esas cuerdas evocando la brisa marina, respondidas por el metal que evoca el amanecer que dora las costas de Cantabreda, uno piensa ¡qué bonita música escribe Sorozábal! Siente uno ese frescor como si se estuviera en una playa, y eso que la obra acaba de empezar. Es una constante en el catálogo del maestro vasco, tanto en obras como esta, La del Manojo de Rosas, Katiuska, Adiós a la Bohemia, o en su poco conocida y genial ópera Juan José. Durante su longeva vida, presenció los últimos grandes años del género, siendo esta Tabernera considerada como una de las últimas grandes zarzuelas; y posteriormente los años dorados de las grabaciones del género, dirigiendo la orquesta en muchos álbumes clásicos.

Este costumbrista romance marinero, sobre una misteriosa mujer que despierta la fascinación de los hombres y el recelo de las mujeres del pueblo; y que se divide entre la compañía tóxica de un hombre y el amor sincero de otro, posee una música fascinante, moderna y diversa. Muchos melómanos en el extranjero conocen la dramática y emocionante romanza "No puede ser", debido a muchos discos y conciertos de zarzuela, protagonizados por Plácido Domingo, quien hizo popular la pieza en el mundo lírico. Es un número que casi siempre logra que a su término, el teatro se suela venir abajo en ovaciones al tenor de turno. No es para menos, el efecto de emoción del miedo y la reticencia de Leandro sobre lo que Simpson le ha contado sobre Marola se extienden al público con esa música tan hermosa que se mide de tú a tú con las más famosas arias de ópera para tenor. Pero hay mucho más: la romanza de Marola, En un país de fábula, es deudora de la coloratura operística, o el Despierta negro o la romanza final de Eguía son de un interesante eclecticismo. El primero, mezclando lo melancólico de las memorias de Simpson con ritmos de percusión que se asocia a la música negra, casando con el pasado de este personaje en alguna plantación americana; y el segundo, un soliloquio con una música bastante operística, una escena de locura. 


Sobre el montaje de Mario Gas ya hablé en su momento en 2021, aunque poco más hay que decir. Se trata de una producción clásica, respetuosa con el argumento original, haciéndolo fácilmente identificable: unos edificios de piedra que representan un pueblo pesquero en el primer acto, una taberna igualmente de piedra en el segundo, presidida por una difuminada imagen de la Virgen. El tercer acto recrea el bote donde Leandro y Marola cargan la cocaína, en la que el mar es representado por proyecciones de violentas olas. En una obra donde el mar es más latente que patente, pero no deja de sentirse; la producción sitúa en el borde del escenario una pequeña playa con agua real y una orilla con piedras. No obstante, un punto en contra, aunque comprensible. Debido a la necesidad de dar tiempo a que cambie la escena, el animado interludio orquestal (una versión instrumental del dúo cómico de Antigua y Chinchorro en el primer acto) entre las dos escenas del tercer acto, suena mientras se proyecta a telón bajado el transcurrir del mar y las nubes en la oscuridad del cielo nocturno, porque no casa bien.

Al frente de la Orquesta de la Comunidad de Madrid, José Miguel Pérez-Sierra ha dirigido una Tabernera que suena vivaz, ágil, con las cuerdas luciéndose en varios momentos. Lástima que la tendencia del público a hablar durante las partes instrumentales dificultó el disfrute de la bella y breve introducción orquestal en el primer acto, así como de su repetición en el tercero. El interludio del tercer acto es de lucimiento para la sección de viento, que en este caso sonó bien. El Coro del Teatro de la Zarzuela tuvo dos momentos memorables: para las mujeres, en el coro inicial detrás de escena, sonó tan potente como si todas estuvieran en escena; y para los hombres, excelentes en sus intervenciones del segundo acto. 

El primer reparto tiene como protagonista a la soprano Leonor Bonilla, pero en esta función el rol de Marola fue cantado por Serena Sáenz. Poseedora de un timbre un poco más oscuro, la suya fue una interpretación disfrutable, capaz de apianar algún agudo que otro de forma deliciosa, y que deslumbró a todos con su interpretación de su famosa romanza "En un país de fábula" con su dominio de la coloratura.

El tenor Marcelo Puente fue un Leandro a camino entre lo notable y lo correcto, con una voz que suena bastante nasal, y con un agudo que por momentos parece requerirle algo de esfuerzo. Salió airoso del reto del "No puede ser" en el segundo acto, llevándose aplausos sonoros del público como es costumbre.

La vuelta de esta producción supone, la vuelta de muchos artistas que han cantado la producción y que están vinculados a ella. 

El catalán Ángel Ódena canta una vez más el rol de Juan de Eguía, el padre de Marola. Ódena es un barítono de potentísima voz y de una apabullante presencia en escena, tanto en roles de zarzuela como de ópera. Ya interpretó este personaje en el estreno de la producción en 2018. Ahora, la voz se encuentra más madura y un poco más cansada, pero su autoridad escénica sigue siendo la misma; destacando más en los momentos más dramáticos como en su escena de locura del tercer acto. En el segundo acto, con el famoso y cómico número "Chibiri, chibiri" exhibió su potente voz, aunque sigue siendo más idónea para el drama.

Ruth González es de nuevo el chiquillo Abel, en un rol que parece haber hecho suyo y en el que transmite el fervor adolescente de su tierno personaje. 

Ya un habitual del montaje, Rubén Amoretti repite como Simpson. El veterano bajo volvió a sorprender con su aún bastante conservada voz y su aún imponente grave, siendo su romanza "Despierta negro" uno de los mejores momentos de la noche.

La pareja cómica formada por Vicky Peña como Antigua y Pep Molina como Chinchorro también es parte de esta producción. E hicieron reír al público con sus personajes, especialmente en su famoso dúo del primer acto. También vuelve el divertido Ángel Ruiz como el repipi camarero Ripalda.


La popularidad de esta obra, una de las más queridas por el público, se nota al ver el teatro totalmente lleno, y con el cartel de "no hay entradas" para todas las localidades. Su bella música y su entretenido argumento hacen siempre las delicias del público, que como siempre, premió con aplausos entusiastas al final de la producción. Entusiasmo además contagiado a los móviles, cuyos timbres se oían esporádicamente a lo largo de la función. Con sus más y sus menos, una noche disfrutable de zarzuela.


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