Para acercar la obra a un público joven, la semana pasada, la prensa anunció el reparto de más de mil localidades para asistir al preestreno, es decir el último ensayo general, a menores de 35 años. Como resultado, el domingo había una alta concurrencia de jóvenes, y en algunas zonas, quizá más de la que me gustaría.
Y de esta función hablará esta crítica, si bien no puede equipararse a cualquiera que provenga de las verdaderas representaciones al público. Se espera que todo mejore según estas vayan transcurriendo, pues los repartos son de nivel.
La puesta en escena está dirigida por Justin Way, director de producción del teatro. La producción posiblemente guste a los amantes de las "escenografías clásicas", aunque si bien vuelve el cartón piedra al Real después de una larguísima ausencia, no es exactamente así. Way recurre a la idea de teatro dentro del teatro, llevando la acción a la época del propio Bellini, en plena ocupación austríaca de Italia; donde en un teatro decrépito se ensaya una producción de Norma. En esta ambientación, Pollione es un oficial austríaco, quien mantiene un idilio con Norma, la primadonna, y con Adalgisa, una joven cantante. En la primera escena se ve un bellísimo decorado (a cargo del escenógrafo Charles Edwards) de un bosque, con la luna llena de fondo, los árboles y un vestuario ambientado en la Galia del siglo I a.C. Uno se pregunta si así se representaría cuando la Grisi cantó esta ópera en el mismo Teatro Real allá por la década de 1860. En el segundo cuadro vemos los camerinos del mismo teatro, donde Clotilde atiende a los hijos de Norma mientas ésta canta en el escenario. Hay que decir que durante el cambio de escena se veía a los operarios del teatro cambiar los decorados a la vista de todos.
En el segundo acto, toda la acción, tanto la que pasa dentro, como fuera del teatro en esta visión que Way nos propone, transcurre en escena: El escenario y las candilejas están siempre presentes. La primera escena es una especie de cueva de cartón piedra, donde duermen los hijos de Norma. Sin embargo, aquí se confunden realidad y ficción, ya que Norma aparece vestida de sacerdotisa en todo el acto. La primera aparición del coro en este segundo acto tiene lugar en el ensayo, con Oroveso ahora vestido con un traje decimonónico, así como el personal del teatro. Cuando Norma toca el gong para invocar a la guerra, el coro enarbola una pancarta, con los colores de la bandera italiana y las palabras " Unione, Forza, Libertà". La última escena retoma la representación de la ópera, con el bosque, y todos (salvo Pollione) vestidos como galos, pero al final el decorado se levanta y muestra una calle ardiendo en llamas, hacia la que se dirigen Norma y Pollione, en lugar de a la hoguera. El vestuario de Sue Willmington para Norma es uno de los logros, con un precioso vestido azul en el primer acto, y otro rojo intenso en el segundo.
Marco Armiliato dirige a la orquesta del Real, en sustitución del previsto Maurizio Benini. La orquesta parecía estar agitando los tempi y el volumen en el primer acto, con una interpretación pasada de decibelios en el preludio, aunque iba a mejor con el transcurso de la obra, especialmente a partir del segundo acto, con una bella interpretación del preludio, y de las cuerdas en la escena final. El Coro (que llevaba mascarilla), sigue en su línea habitual, también reservándose para el segundo acto, con una pronunciación sobrecogedora de la línea "Squilla il bronzo del Dio", así como excelente su interpretación del Guerra, Guerra y de la escena final.
El tremendo rol de Norma, por el que muchas primadonnas han pasado, como Maria Callas, Joan Sutherland, Montserrat Caballé o Leyla Gencer, y que exige un temperamento musical y escénico para soportar la intensidad del personaje; recae en la soprano española Yolanda Auyanet. Tras su exitoso Pirata de 2019 en este escenario, regresa al Real en este titánico personaje. Posiblemente, al tratarse de un ensayo, y como harían varios de sus compañeros de reparto, la soprano se reservó para el segundo acto. En el Casta Diva empezó algo reservada, con un tono oscuro, solemne. En el dúo con Adalgisa sorprendió con unos agudos imponentes. En el segundo acto la voz indudablemente entró en calor, con un lirismo, un agudo esta vez bello y una gran interpretación en la escena en la que intenta matar a sus hijos, y en aumento desde entonces: el segundo dúo con Adalgisa fue muy emotivo. En la célebre línea "Guerra, strage, sterminio" transmitió la ira de Norma de manera sobrecogedora, de hecho los graves en este acto fueron en esa línea. La escena final Deh, non volerli vittime fue conmovedora, cantada con una ternura y un agudo exquisito, sensiblemente proyectada la voz.
Michael Spyres es Pollione. Un rol difícil, sin duda alguna, si bien este tenor es una primera figura. Al igual que Auyanet, en el primer acto estuvo reservado, especialmente en el Meco all'altar, aunque ya desde el Va, Crudele al dio spietato mejoró. Lo sorprendente en este cantante es su registro grave, muchas veces rayano en lo baritonal, como el baritenor que también es.
La Adalgisa de Clementine Margaine impresionó a todos los presentes, siendo una agradabilísima sorpresa. Con un volumen tan grande que corría por toda la sala, una proyección firme y un aterciopelado timbre contraltado, la mezzosoprano francesa se impuso a sus compañeros, con una voz que se sobrepasaba a las de sus compañeros y a la orquesta, metiéndose al público en el bolsillo. En el Mira, o Norma cantó exquisita y conmovedoramente. Al final se llevó una gran ovación.
Roberto Tagliavini vuelve al Real con un Oroveso, que igual que sus otros compañeros, se reservó para el segundo acto, si bien estando un tanto destemplado en el Ite sul colle, en el Ah, del tebro del segundo acto volvió a su habitual gran nivel, con un canto noble y su genial grave. Igualmente estuvo convincente en la gran escena final.
Fabián Lara tiene una buena voz para Flavio, a veces más sonora que la de Spyres. Berna Perles fue una correcta Clotilde, aunque en el segundo acto se apreció mejor su timbre más bien oscuro.
La presencia de los más jóvenes, hacía palpable una atmósfera de entusiasmo, que resultó en una ovación para los intérpretes. Los silbidos y las úes de los conciertos de pop sustituyeron a los bravos tradicionales de las funciones de ópera. Esperemos que las representaciones sigan recibiendo calurosamente a la sacerdotisa.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
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