martes, 15 de junio de 2021

El moderno viaje schubertiano por los Alpes: Florian Boesch canta a Krenek en el Teatro de la Zarzuela.


El ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela finaliza esta temporada con el tercer concierto a cargo del barítono alemán Florian Boesch, quien acompañado del prestigioso pianista Malcolm Martineau para interpretar el ciclo de canciones  Reisebuch aus den österreichischen Alpen (‘Libro de viaje a través de los Alpes austriacos’), op. 62 del compositor alemán Ernst Krenek. 

Krenek vivió en uno de los períodos más fructíferos de la historia de la cultura germana, y en su larga y ecléctica carrera cultivó todos los estilos musicales a su alcance: posromántico, dodecafónico, neoclásico, serial, aleatorio,  e incluso tuvo influencias del jazz como en su famosa ópera Jonny spielt auf (Jonny se la juega), que fue boicoteada por los nazis. Precisamente con la llegada de estos últimos al poder, su carrera musical terminó en Alemania, e incluso fue catalogada como "música degenerada", lo que le llevó a exiliarse en Estados Unidos en 1938.


Compuesto en 1929, este ciclo de canciones, con una fuerte inspiración schubertiana, pero a veces también del jazz, a cuyo viajero protagonista Krenek lo considera heredero de los viandantes de Winterreise o Die Schöne Müllerin; se enmarcan en la producción posromántica del autor, aunque, como le pasara a Schönberg veinte años atrás, esa música neorromántica, tiende por momentos a romper la tonalidad, como si la atonalidad avisase que su llegada es inminente. También hay momentos en los que parece abrirse paso el sprechgesang. En estas canciones, escritas por el autor, en las que exalta la belleza de la naturaleza austríaca, también se habla de temas modernos, como la crítica al turismo de masas o de teléfonos, trenes, y demás avances tecnológicos de los que Schubert, a quien dedica la canción número 8, Unser Wein, no podía tratar. En Politik, habla de la caída del Imperio Austrohúngaro y los desastres de la Primera Guerra Mundial, donde llama  a la unión de los alemanes, y donde, como si de una oscura premonición se tratara, urgía a expulsar al "payaso sangriento" para evitar la catástrofe que finalmente terminaría ocurriendo cuatro años más tarde de la composición de estas canciones. Las últimas canciones son de una extraordinaria belleza. En Heimkehr habla del rápido retorno a casa en tren, cerrándolo con una melodía tranquila. Epilog, en un tono más serio, pero también sombrío y prácticamente atonal, habla del regreso a casa, donde no hay nadie, solo uno mismo y la reflexión que se reduce a no saber cúanto viviremos y cúando moriremos.

Boesch es una de las grandes figuras del lied en la actualidad. Aunque el lucimiento en esta obra no es el mismo que habría tenido en Schubert, la voz de este barítono alemán se revela como una voz que comparada con otros colegas quizá suene un poco ligera, pero lo suficientemente expresiva y conocedora de lo que las canciones desean transmitir, con un fraseo y una interpretación muy actoral de cada una. No obstante, en Gewitter dio una interpretación con impactantes graves y un potente agudo final. 


Martineau dio un impecable acompañamiento, con una interpretación vivaz, puesta al servicio de la gama cromática de melodías que abarca la obra, todas ellas sugestivas y evocadoras.


La poca afluencia de público, de casi la mitad del aforo, a juzgar por los abundantes espacios libres, quizá asustados por un autor desconocido, dio a la velada un ambiente íntimo, pero los allí presentes disfrutaron de una bella tarde con esta fascinante y rompedora obra.

Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.




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