Con el concierto de esta tarde pasada, termina el ciclo Rossini en España, que la fundación Juan March ha llevado a cabo este último mes, con una rareza: la primera versión de su famoso Stabat Mater, la que se estrenó en Madrid en 1833. Dos años antes, en 1831, Gioacchino Rossini visitó Madrid. En nuestra ciudad dirigió una representación de su Barbero de Sevilla, en presencia del mismísimo Rey Fernando VII, y de la élite de la ciudad. Entre los asistentes se encontraba el prelado Francisco Varela, protector de intelectuales como José de Larra, y amigo del protector español de Rossini, el banquero Alejandro Aguado.
Varela persuadió a Rossini, quien llevaba solo dos años retirado desde el Guillaume Tell en 1829, para escribir un Stabat Mater. Rossini, tras dudarlo al principio, aceptó, y compuso siete de los trece números de la pieza. Sin embargo, los números 2 a 7 y el final, no fueron completados por Rossini sino por un colaborador suyo, Giovanni Tadolini. Con todo, terminó estrenándose el Stabat Mater de dos autores en la extinta iglesia de San Felipe del Real, el 5 de abril de 1833. Rossini solo autorizó que la música se representara de forma privada, pero al fallecer Varela, sus herederos vendieron en París la partitura, que rápidamente fue editada. Rossini, enfadado pero también preocupado de que se diera a conocer una obra que no era completamente suya, rehízo la obra y la presentó en París el 7 de enero de 1842, convirtiéndose en un clásico de la música sacra desde entonces.
Rara vez se ha dado a conocer la versión madrileña. Solo se había conservado una edición de piano y canto y solo hace 10 años que se orquestó. De ahí que el escuchar este clásico en su versión primigenia, es toda una curiosidad irresistible que solo la Juan March podía ofrecer en el marco de sus interesantes ciclos. A pesar de que en su día se estrenó con una orquesta de 80 músicos, en el concierto de hoy se ha escuchado la versión de canto y piano. El programa de mano, en un genial y didáctico artículo de Gian Giacomo Stiffoni, comenta y señala las partes de uno y otro autor. Y es aquí, donde dentro de una línea general, contrasta fuertemente el evolucionado, dramático, bastante moderno y enérgico estilo musical del Rossini con el más bien dieciochesco, si bien muy operístico, más convencional de Tadolini. La fuerza creadora frente a la simple belleza.
El Coro de RTVE (Radio Televisión Española) ha dado una genial y viva interpretación bajo la dirección de Josep Vila i Casañas. Las piezas compuestas por Rossini tienen un vigor romántico y al mismo tiempo un misticismo propio de las polifonías del siglo XVI, que tienen alguna influencia, pero por otro lado hay momentos en que ese vigor antes mencionado parece anunciar otra pieza célebre que vendría tres décadas más tarde: el Réquiem de Verdi. Curiosamente, el cuarteto a cappella "Quando corpus morietur" fue asumido por el coro, quien dio la mejor de sus interpretaciones, dando un ambiente místico, angelical en la sala. Igualmente impresionante estuvo en el aria con el bajo "Fac ut ardeat cor meum" y en el final, aquí compuesto por Tadolini.
En cuanto a los solistas, la mejor de la noche fue la mezzosoprano Carol García, con una bellísima, etérea y memorable interpretación de "Fac ut portem Christi mortem", una Cavatina cantada con dulzura, en la que la solista debe sonar angelical, algo que García logró. La soprano Carmen Romeu cantó con energía, si bien suena nasal, especialmente por arriba. No obstante en "Inflammatus et accensus" fue capaz de emitir unos agudos realmente penetrantes. Igualmente es capaz de hacer unos buenos pianissimi. El tenor Alejandro del Cerro tiene una voz lírica y potente, como ya se ha dicho antes, si bien aquí su canto intentó ir un poco más acorde con la sobriedad y espiritualidad de la obra, incluso sonando a veces un poco brusco en algún número conjunto. Aun así, el "Cujus Animam" de Tadolini le permite explorar todo su lirismo, más contenido en el resto de la obra. Vicente Martínez, bajo-barítono y miembro del Coro de RTVE, impresionó con su voz de auténtica ultratumba, capaz de unos graves profundísimos, exhibiendo sus poderosos medios en su aria con el coro.
En el piano estuvo Jorge Otero, quien tuvo la titánica labor de reemplazar a la orquesta. Cumplió con su cometido brillantemente, especialmente en las partes de Tadolini, donde pudo lucirse dado el virtuosismo de la partitura.
El público, que como siempre en estos casos, llenaba la sala, aplaudió a los artistas con entusiasmo. Y de hecho, dieron un bis, repitiendo el "Amen, in sempiterna saecula" final. Una auténtica rareza rossiniana cierra una etapa musical dedicada al gran músico, y lo hace con una obra de gran envergadura espiritual en su versión primigenia. Porque uando uno escucha esta línea de coro uno se hace esta pregunta: ¿De qué habría sido capaz el genio de Pesaro de haber compuesto óperas hasta su muerte?
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