domingo, 23 de junio de 2024

Doña Francisquita, the making of: vuelve el polémico montaje de Lluís Pasqual.

 


Madrid, 21 de junio de 2024.

Doña Francisquita, de Amadeo Vives, es una de las zarzuelas más queridas del público. Lo es por la gran belleza de su música, con sus piezas más célebres como el coro de románticos, la canción de la juventud o la canción del ruiseñor, su conocidísimo Fandango, entre otros; junto a la costumbrista historia de amor escrita por Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw, que transcurre en el Madrid del Romanticismo, con sus castizos diálogos. Su estreno en 1923 en el desaparecido Teatro Apolo fue un completo éxito, refrendado en el Teatro de la Zarzuela un año después. Desde entonces, se ha convertido en uno de los mayores exponentes del género grande. Si El Barberillo de Lavapiés presenta un Madrid castizo y goyesco, una comedia con un complot político, Doña Francisquita nos introduce en la galantería del Madrid romántico de un siglo después.

Quizá por todo ello, cuando en 2019 se estrenó la polémica producción de Lluís Pasqual en el Teatro de la Zarzuela, el público sintió que se había ultrajado este título tan querido; respondiendo con enérgicos abucheos y protestas en muchas representaciones. Y sin embargo, también encontró acérrimos defensores, como la desaparecida escritora Almudena Grandes, recibiendo además el premio MAX de las artes escénicas en 2020. Su reposición en 2024, en el centenario del estreno de la obra en este teatro, ya no escandaliza a nadie, pero posiblemente el público no haya cambiado su percepción del montaje y haya ido para disfrutar de las voces y de la música.

Siguiendo la línea de no pocos montajes, la producción descontextualiza la obra, desproveyéndola de los diálogos, sin los que no solo pierde el hilo de la historia original, sino también su esencia madrileña y romántica, para centrarse más en la preparación de su difusión, implicando un concepto de "teatro dentro del teatro". Lo que consigue es un interesante montaje, siempre que se conozca previamente la obra o al menos se tenga en cuenta el argumento, porque si no es así, no se entiende nada de lo que hay en escena. Pasqual pone en escena la historia de la difusión de la zarzuela, tal y como el público la ha conocido: primero a través de grabaciones, todas míticas, luego por la televisión, formando parte de la parrilla televisiva durante al menos tres décadas, para terminar en los bastidores de una representación actual. Un concepto ya visto pero bien planteado, como en este caso, resulta interesante. Lástima que el precio a pagar sea la virtual desaparición de la trama, con la sustitución de los diálogos originales por un guión sobre lo que pasa entre bastidores de una producción de zarzuela; en lo que muchos han llamado una adaptación con la música de Doña Francisquita.

El primer acto transcurre en un estudio de grabación en el año 1932, en plena Segunda República. El productor de la grabación habla con un ministro, al que intenta convencer de la necesidad de la grabación (en ese entonces las grandes grabaciones de zarzuela se hacían por el sello Columbia, como la histórica de 1930 de Emili Vendrell y Sélica Pérez-Carpio) y su introducción en el mercado europeo, para lo cual se graba la obra sin diálogos, como era costumbre entonces. Un avance tecnológico al que los cantantes no terminan de acostumbrarse, especialmente los que interpretan a Francisca y Matías, que se ven sus cruciales roles reducidos a la mínima expresión. Un momento interesante, y reivindicativo quizá para el público es cuando tras un número, Francisca intenta seguir los diálogos y es interrumpida por el productor. Finalmente, logra convencerle de que para poder cantarla hay que sentirla y es necesario actuar, cosa que intentan como pueden. Esto de ambientar un montaje en un estudio de grabación no es nuevo, Christof Loy en el Festival de Salzburgo 2011 ambientó "La Mujer sin Sombra", el cuento de hadas de Richard Strauss en los estudios de grabación de la DECCA en 1955, año en que se grabó la mítica versión de Karl Böhm. Por otro lado, el reducir el marco escénico a un espacio pequeño recuerda a otro montaje "desacralizador", el Eugene Onegin dirigido por Dmitry Tcherniakov que puso de patas arriba el Bolshoi de Moscú y que nos visitó en 2010 en el Real.

El segundo acto transcurre en un estudio de TVE, en 1962. Estamos en plena dictadura y eso se nota en el servilismo del productor para con el ministro, al que intenta halagar. Ahora vemos un plató de televisión, cámaras filmando a los cantantes, a quienes veremos por primera y única vez en vestuario de época, aunque de nuevo sin diálogos, solo cantando los números. Una vez más, Francisca y Matías se quejan de la ausencia de diálogos que reducen sus personajes a la mínima expresión. No hay decorados, solo un enorme y circular suelo en el que se mueven los artistas, y de hecho poco romántico es ver a Fernando cantar su romanza rodeado de cámaras, sentado en una  mesa en un vacío total. 

El tercer acto, transcurre en 2024. El productor ahora es director de escena y habla por el móvil con el ministro, a propósito de un ensayo general con público en el Teatro de la Zarzuela. Ahora se ve en el escenario una sala de ensayos, con los artistas vestidos con ropa de calle contemporánea, en un entorno más bien frío. Mientras, al fondo hay una pantalla donde a lo largo del acto se proyectan imágenes de la película de 1934 de esta misma zarzuela, dirigida por el alemán Hans Behrendt. El director de escena anuncia la llegada de una gran maestra, que viene a presenciar los ensayos, que es ni más ni menos que la legendaria Lucero Tena, a cuya entrada el público estalló en una jubilosa ovación, para a continuación mostrar su arte con las castañuelas en el famoso Fandango, que hizo al teatro venirse abajo. Finalmente, el director hace una concesión a los diálogos, diciendo que no se va a cortar todo, aunque se ciñen a la representación de una lectura dramatizada de los mismos en escena. 

Guillermo García Calvo dirige la orquesta del Teatro de la Zarzuela, en una interpretación más centrada en acompañar que destacar, aunque en el acto final la orquesta alcanza su culmen, con la bella danza inicial y con el fandango. Destacables intervenciones del viento. El coro alcanzó un momento culminante en su famoso coro del acto tercero, con una poderosa versión del coro de románticos, cuando sus voces retumbaron en la sala.


El primer reparto ha sido casi idéntico al que lo estrenó en 2019. 

Sabina Puértolas, en el rol protagonista, se desenvuelve cómodamente en la coloratura, demostrando su  dominio de la misma y sus espectaculares agudos en la Canción del Ruiseñor, y en el acto segundo. No obstante, la voz es un poco oscura y nasal. 

Ismael Jordi como Fernando dio una notable interpretación, dado que en la zarzuela se encuentra como en casa. La voz ya parece un poco madura, pero sigue manteniendo ese tono juvenil y lírico que le caracteriza. Su impresionante capacidad para los pianissimos queda manifiesta en momentos como en la famosa romanza "Por el humo se sabe", donde también muestra un excelente legato. 

Enrique Ferrer es un Cardona notable. Ana Ibarra es una excelente Aurora, con una voz aterciopelada, de timbre tan seductor como su  presencia escénica. Milagros Martín, en tiempos Aurora, ahora interpreta a una divertida Doña Francisca, manteniendo aún sus excelentes graves. Completan el reparto un excelente Santos Ariño como Don Matías e Isaac Galán como Lorenzo.

Gonzalo de Castro estuvo excelente como el presentador, productor, narrador de este montaje, un rol tan cómico como necesario, ya que se encarga de explicar en sus diálogos, de forma a veces somera, lo que ocurre en la trama aquí cercenada. En 2019 fue abucheado durante su monólogo previo al tercer acto, ahora ha pasado desapercibido. 

Pese al disgusto del público sobre el montaje, hay una alta ocupación en el Teatro, lo que indica el amor hacia esta obra. Es una producción interesantisima y entretenida, y aunque hace pensar que será repuesta una vez más (hay que amortizar esto), una nueva y más comprensible producción ayudaría un poco más a los potenciales nuevos públicos que pueden acercarse a esta monumental obra, ya que a estas funciones hay que venir con los deberes hechos.

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