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Madrid, 9 de junio de 2024.
Pocos podrían discutir hoy en día el genio de Gustav Mahler como sinfonista o como autor de bellas obras vocales. No obstante, muchos atribuyen gran parte de su popularidad actual, además de su revaloración tras la Segunda Guerra Mundial, a la inclusión del cuarto movimiento de su Quinta Sinfonía, el bello, relajante e introspectivo Adagietto, como banda sonora de la película Muerte en Venecia, de Luchino Visconti. Hoy en día, la Quinta es una de las obras más populares y programadas del compositor austrohúngaro. Compuesta en una época en la que Mahler estuvo entre la vida y la muerte, debido a una hemorragia, supuso un cambio de estética respecto de sus anteriores sinfonías, y después de tres sinfonías acompañadas de canto, volvió a la composición meramente instrumental. Es en obras como esta cuando la obsesión de Mahler por la muerte empieza a tomar la forma que influirá en el resto de su obra sinfónica, suponiendo además un giro en su lenguaje musical, más oscuro, más denso y a la vez más trascendental. Estrenada en 1904, fue revisada por el compositor hasta poco antes de su muerte.
El primer movimiento es una marcha funebre militar(una declaración de intenciones, algo que contrasta con la primera sinfonía, que deja la marcha fúnebre, más cómica, para el tercer movimiento), con un solo de trompeta, respondido por la orquesta en un tutti impactante. Por momentos, esta marcha fúnebre parece ser heredera directa de la del tercer acto de la ópera El Ocaso de los Dioses, de Wagner, con toda su carga trágica. Pero tras el solemne inicio, la música de Mahler se vuelve más irónica, más disipada. La marcha fúnebre de Wagner está dedicada a Sigfrido, el más grande de todos los héroes (un pelmazo para el espectador actual), de ahí su constante solemnidad y su dimensión trágica, mientras que la de Mahler se convierte en una mezcla de marcha militar, de ironía y temor ante la muerte, que se alterna con la solemnidad. El segundo movimiento sigue ese lenguaje musical trágico, y es el tercero donde se abre paso algo de luz. El popular Adagietto es una pausa, una caricia, un momento de tranquilidad entre tanto poderío orquestal, como una puesta de sol entre una mañana agitada y una noche de fiesta. Uno puede imaginarse la calma que daba el bosque que rodeaba su pequeña cabaña en Maiernigg, donde se retiraba a componer durante sus vacaciones de verano, a la hora de componer esta pieza. La orquestación para cuerdas y arpa, recrea en el auditorio un ambiente camerístico de calidez, e intimidad, antes del alegre y triunfal movimiento final.
La temporada 2023-2024 de la Orquesta Nacional de España se acerca a su final, y este fin de semana se han programado dos obras: En la primera parte, Azul, un estreno mundial encargado a Teresa Catalán, una obra atonal para una gran orquesta, una poderosa música. En la segunda, la Quinta de Mahler. A la batuta ha estado al frente Jaime Martín, director titular de la Orquesta Sinfónica de Melbourne. La interpretación ha estado entre lo espectacular y académico, con una potente interpretación de la obra de Catalán. La de Mahler ha mantenido en general un buen nivel (nunca me cansaré de decir que esta es la orquesta idónea en Madrid para este repertorio), empezando por un precioso solo de trompeta, seguido del potente tutti orquestal, que confirma que la música de Mahler ha de ser vivida en un auditorio más que escuchada en casa. El viento ha sido como siempre en esta sinfonía, lo más impactante. La cuerda estuvo espléndida en todo momento, aunque la inmensidad del recinto no siempre favorece en cuanto a sonido a esta camerística pieza. La velada se cerró con una poderosa interpretación del movimiento final que arrancó inmediatamente una sonora ovación.
En una temporada sinfónica en la que ha habido poco Mahler, uno vuelve a casa con la sensación de haberlo pasado bien, y con el auditorio altamente ocupado, lo que da muestra lo muy querida que es la obra del austrohúngaro en nuestro país. La próxima temporada de la ONE traerá la trágica Sexta Sinfonía. La esperamos con ganas.
Beauty, Impact, Solemnity: Mahler's Fifth Symphony at the Auditorio Nacional.
Madrid, June 9, 2024.
Few people could dispute nowadays the genius of Gustav Mahler as composer of symphonies or beautiful vocal works. However, many attribute much of the current popularity of his music, in addition to its revaluation after World War II, to the inclusion of the fourth movement of his Fifth Symphony, the beautiful, relaxing and introspective Adagietto, as the soundtrack of the film Death in Venice , by Luchino Visconti. Today, the Fifth is one of the most popular and programmed works of the Austro-Hungarian composer. Composed at a time when Mahler was between life and death, due to a major hemorrhage, it represented a change in aesthetics with respect to his previous symphonies, and after three symphonies accompanied by singing, he returned to purely instrumental composition. In works like this one, that Mahler's obsession with death begins to take the form that will influence the rest of his symphonic work, also entailing a shift in his musical language, becoming darker, denser, deeper and at the same time more transcendental. Premiered in 1904, it was revised by the composer until shortly before his death.
The first movement is a military Funeral March (something that contrasts with the first symphony, which leaves the more comic, klezmer-like funeral march for the third movement), with a trumpet solo, followed by the orchestra in a breathtaking tutti. Sometimes, this funeral march seems to be a direct heir to one from the third act of Wagner's opera Götterdämmerung, with all its tragic meaning. But after the solemn beginning, Mahler's music becomes more ironic. Wagner's funeral march is dedicated to Siegfried, the greatest of all heroes (a stupid jerk for today's spectator), with its constant solemnity and tragic dimension, while Mahler's becomes a mixture of a military march, of irony and fear in the face of death, which alternates with solemnity. The second movement follows that tragic musical language, and it is the third one where some light breaks through. The popular Adagietto is a pause, a caress, a moment of calm between so much orchestral power, like a sunset between a hectic morning and a partying night. One can imagine the peace of the green forest that surrounded his little composing hut in Maiernigg, where he used to compose during his summer holidays, when composing this piece.The orchestration for strings and harp recreates in the auditorium a chamber atmosphere of warmth and intimacy, before the joyful and triumphant final movement.
The 2023-2024 season of the Spain National Orchestra is approaching its end, and this weekend two works have been scheduled: In the first part, Azul (Blue), a world premiere commissioned by Teresa Catalán, an atonal work for a large orchestra, with a powerful music. In the second part, Mahler's Fifth. Jaime Martín, chief conductor of the Melbourne Symphony Orchestra, was the conductor. The rendition has resulted between spectacular and academic, with a powerful interpretation of Catalán's work. Mahler's music has generally maintained a good level (I will never stop saying that this is the ideal orchestra in Madrid for this repertoire), beginning with a beautiful trumpet solo, followed by the powerful orchestral tutti, which confirms that Mahler's music has to be experienced in an auditorium rather than heard at home. The wind has been, as always in this symphony, the most impressive section. The strings were splendid, although the immensity of the venue does not always favor the chamber-like Adagietto in terms of sound. The evening closed with a powerful performance of the final movement that immediately drew a loud applause.
In a symphonic season in which there has been little Mahler, one returns home with the feeling of having had a good time, and with the auditorium highly occupied, which shows how much loved Mahler's music is to our audiences. The next season of this orchestra will bring the tragic Sixth Symphony. We look forward to listen to it live.
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