Madrid, 29 de marzo de 2025.
El barítono alemán Michael Volle es una de las principales voces wagnerianas de la actualidad. En principales teatros mundiales como la Scala de Milán, el Metropolitan Opera de Nueva York, las óperas de Múnich, Berlín, Viena y por supuesto el Festival de Bayreuth, suele cantar habitualmente óperas de Wagner, Strauss o Verdi. Sin embargo, en España ha cantado más bien poco: Arabella (Mandryka) en Barcelona, La Valquiria (Wotan) en Sevilla y unos pocos recitales en Madrid, Barcelona y recientemente Valencia. Una pena, tratándose de uno de los principales barítonos alemanes. Su esposa, la soprano suiza Gabriela Scherer, tiene una carrera que está despegando, principalmente en escenarios germanos. Al igual que su esposo, ha cantado en el Festival de Bayreuth, donde ha debutado recientemente.
De ahí que el debut de ambos artistas en el Teatro Real en un recital dedicado a Wagner y Strauss, y dirigidos por Gustavo Gimeno, futuro director titular de la Orquesta Titular del Teatro Real, y que el año pasado dirigió un glorioso recital wagneriano con Nina Stemme, sea uno de los más importantes del ciclo de grandes voces del coliseo madrileño. Pocas oportunidades hay del arte de Volle en nuestro país. Además, esta es la única cita del Teatro Real esta temporada con la música de Richard Wagner. El programa, ha sido el siguiente:
PARTE I
RICHARD WAGNER (1813 – 1883)
Der fliegende Holländer (El holandés errante):
- Obertura
- Monólogo: “Die Frist ist um”
- Dúo: “Wie aus der Ferne”
PARTE II
RICHARD WAGNER
Tannhäuser:
- Preludio. Acto III
- “Wohl wusst ich hier”
- “Allmächt’ge Jungfrau”
- “Wie Todesahnung... O du mein holder Abendstern”
RICHARD STRAUSS (1864-1949)
Arabella:
- Dúo final: “Sie gibt mir keinen Blick” ... “Das war sehr gut” ...“Dann aber, wie ich Sie gespürt hab hier im Finstern”
Bis: "Und du wirst mein Gebieter sein", de Arabella.
Volle, quien ayer cumplía 65 años, nada más con entrar, mostrando su imponente presencia escénica, hacía preludiar que iba a ser una gala especial. Así fue en la primera parte. La voz tiene algo de grave, no mucho, pero lo suficiente para reconocer en ello algo que para otros barítonos es un bien escaso. En el Monólogo de El Holandés Errante, ya desde la temible frase "Ha, du stolzer Ozean", emitida con una enorme fuerza, una voz que cuanto más arriba vaya se deja sentir en toda la sala y se impone a la orquesta. De hecho, uno hace pensar que de haber estado esta en el foso, la voz habría fluido más. El centro de la voz quizá sí suene un poco más zozobrante, más agudo. En el dúo de la misma ópera se mantuvo al mismo imponente nivel. Más agudo sonó en las dos arias de Tannhäuser, pero cuando uno ha visto recientemente a Markus Eiche y a Olafur Sigurdarson, dos barítonos wagnerianos de actualidad, con voces más blancas cantando roles importantes, uno no puede dejar de agradecer la versión de una voz con personalidad como la de Volle, más grave, más liederística. En el dueto de Arabella, sin embargo, no estuvo al nivel anterior, además de ser a veces sobrepasado por la enorme orquesta.
Scherer, al haber sido mezzosoprano en sus inicios, tiene una voz de timbre cálido, carnoso, tendente a lo dramático, lo que la hizo más adecuada para Senta, y en el dúo de El Holandés Errante, respondió a Volle en un momento con un prolongado agudo. Pero también tiene lo suyo la voz, ya que tiende a vibrar mucho en el agudo. En la segunda parte, en la plegaria de Elisabeth ese timbre no jugó mucho a su favor. En cuanto al dúo de Arabella, sin embargo, y sin ser idóneo para ella, la voz tuvo momentos aceptables, incluso superando a Volle.
Como única propina, ambos intérpretes cantaron el final del dúo del segundo acto de la misma Arabella, el bellísimo Und du wirst mein Gebieter sein, con ambos solistas cantando muy bien, especialmente Scherer, quien cantó exquisitamente.
En cuanto a la orquesta, la dirección de Gimeno extrajo de la misma un potente y espectacular sonido, especialmente de las cuerdas, que sonaron potentes en la Obertura de el Holandés Errante, aunque los metales aquejan un poco de brusquedad. El viento tuvo un brillante lucimiento en la segunda parte, tanto en el preludio del tercer acto de Tannhäuser, como el precioso, celestial interludio entre la plegaria de Elisabeth y la Canción a la estrella de Wolfram, donde oboes, flautas y clarinetes transmitieron la melancolía de la partitura. En cuanto a la música de Strauss, en los fragmentos de Arabella la orquesta se impuso a las voces en el dúo final, pero en la propina las mimó, y particularmente las cuerdas sonaron muy bien.
No estaba lleno el teatro, pese a la calidad del programa, aunque hubo una importante presencia de wagnerianos locales, y habituales del teatro. Pero la única cita wagneriana del año en Madrid no había que perdérsela. Una pena que Volle no haya venido aquí en sus mejores tiempos, aunque aún podría dar una buena noche de ópera si viene con algún Wagner completo.
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