sábado, 1 de marzo de 2025

Y las ratitas resultaron convincentes: el roedor Lohengrin del Festival de Bayreuth de 2011.

 

Preparándome para el Lohengrin que se verá este mes en el Liceu de Barcelona, he visto el famoso montaje de Lohengrin de las ratitas de Bayreuth, filmado en 2011, de Hans Neuenfels, al que en un tiempo llamé Rattengrin.

Neuenfels fue un veterano del regietheater en Alemania. Muy conocida es una Aida suya de la que hay grabación en audio en el canal "Perle Nere", donde la audiencia grita furiosa en la escena del templo del primer acto. Peculiar es su pasión por el mundo animal, del que hay un Nabucco (con Sylvie Valayre) en el que unas abejas bailan moviendo el trasero mientras Abigaille canta "Salgo già del trono aurato", que estaba disponible en Youtube, pero que ahora no he podido encontrar. De hecho, su montaje de Lohengrin en Bayreuth, inició una curiosa tradición zoomorfa en esta ópera, ya que el montaje actual de Yuval Sharon pone alas de mosquito a los personajes.

Muchos wagnerianos han protestado enérgicamente por esta producción, que el primer año contó con Jonas Kaufmann, pero los siguientes fueron cantados por Klaus Florian Vogt, el Lohengrin más solicitado de su tiempo, aunque no termine de ser el más idóneo. Pero otros, lo encuentran una producción excelente. Tras visionarlo, debo ponerme en el lado de estos últimos. Confieso que desde mis tiernos 5 años les tengo un pavor atroz a las ratas, con lo que mi predisposición era mala. Pero me ha sorprendido gratamente: Neuenfels explota las psicologías de los personajes de forma eficaz en las escenas más intimistas, de este modo el dúo de los villanos y el de Elsa y Ortrud en el segundo acto, y el gran dúo de amor del tercero a cargo de los protagonistas, tienen una fuerza teatral convincente, y totalmente fiel al libreto. Lohengrin crea un mundo al experimentar con ratas de laboratorio, que terminarán convirtiéndose en humanos. Pero el resultado, naturalmente, se le termina yendo de las manos.



En cada preludio, hay una ilustración animada de unas ratas que emergen de una manada, para pelearse por la corona. Primero es una rata blanca, después una gris y luego una rosa. En determinadas escenas, aparece una pantalla donde se proyectan, posiblemente para el público que no las vería proyectadas durante la obertura. A mitad del preludio aparece Lohengrin, empujando una pared, y exhausto y mentalmente derrotado cuando la ha desplazado hacia el fondo. En el primer acto aparecen las ratas, interpretadas por el coro, y el heraldo que tiene patas de roedor. El Rey no parece estar a gusto con su situación, sino sobrepasado por tener que impartir justicia a estos roedores. Telramund y Ortrud visten con unos trajes grises y brillantes, y con una actitud brutal, especialmente Ortrud, que es aquí una mujer desagradablemente arisca, pero que a veces roza en la exageración. Elsa en cambio es una mujer asustada, frágil, que nunca parece estar contenta. Su aparición la hace con un elegante traje blanco, llevando clavadas a la espalda unas flechas de ventosa, como una alegoría de las acusaciones vertidas contra ella por matar a su hermano. En la escena del duelo se quitan el disfraz de rata, salvo la cabeza, para lucir unos trajes amarillos. Lohengrin hace su aparición acompañado de unas ratas que llevan un cisne, que al final del acto aparece pelado. 



En el segundo acto, Elsa aparece besando a un cisne, una alegoría de Lohengrin. En el cambio de escena, se ve a unas ratitas luchar contra los médicos, que finalmente las inmovilizan e inyectan algo que las vuelve agresivas. El coro masculino ha dejado los disfraces de rata por unos trajes negros de chaqueta, pero manteniendo las patas y garras y el femenino, por trajes de colores llamativos, y manteniendo la cola, que los hombres acarician con ternura y lascivia. Elsa y Ortrud visten trajes de cola larga, blanco y negro respectivamente. 


En el tercer acto, las ratas cantan y bailotean animadamente al son del famoso coro nupcial, para luego dejar paso a Lohengrin y Elsa, descalzos, vestidos de blanco y sonrientes, y al fondo un salón blanco con sillas y una cama. El dúo de amor es posiblemente el mejor momento de la producción, pues los personajes exponen sus sentimientos de forma convincente. Muy divertidos son los momentos en que Lohengrin cada vez que intenta besar o abrazar a Elsa, esta salta con una impertinencia o una pregunta. Las caras de fastidio del héroe me arrancaron risas. Una anécdota curiosa, es que durante todo el vídeo veía sudar a los cantantes. No me extraña, bastante es que no se desmayen del calor al llevar tanto ropaje encima. Habiendo estado ahí les entiendo. En la escena final, todos se deshacen de sus disfraces de rata, visten todos de negro riguroso, tan negro como la escena: Lohengrin cuenta su verdad y no es una emocionante revelación, sino algo lúgubre. De hecho, es ahora Ortrud la única que viste de blanco. Al final, Lohengrin revela al cisne, que no es tal, sino un enorme huevo, al que tras darle la vuelta, aparece un horrible feto con una cabeza enorme y con una tripa enorme, a cuya vista todos caen desmayados y arrastrándose por el suelo, mientras el feto (que es Gottfried, el hermano de Elsa) va arrojándoles trozos de su cordón umbilical. Al terminar la música, Lohengrin avanza hacia adelante, y cae el telón.

La dirección orquestal de Andris Nelsons es fabulosa, haciendo sonar con fuerza a la espectacular orquesta, que suena bastante inspirada. El gran coro bajo la dirección de Eberhard Friedrich supera el enorme reto de cantar ataviado en esos pesados trajes de rata.



En el rol de Lohengrin, Klaus Florian Vogt estaba en la cúspide de su carrera. La voz es la que es, es demasiado lírica, blanca, angelical. De hecho en los dos primeros actos se echa un poco de menos cierto heroismo, y el canto parece monocolor, aunque emite bellos pianissimos. Sin embargo, es en el dúo del tercer acto para el que parece guardarse, donde su canto suena acorde con la ternura e intimismo de la música, donde sin ser impresionante, la voz suena tierna. En el final consigue una interpretación bella aunque hay que reconocer que las ha habido mejores. Como actor se entrega a la puesta en escena.

Anette Dasch es una Elsa bien cantada y como actriz convence como una mujer bella pero austadiza. Jukka Rasilainen consigue retratar a un resentido Telramund, pero la voz es ligera y se echa en falta algún grave.



Petra Lang hace una creación en el rol de Ortrud, creando a una archivillana arisca, agresiva, desagradable, que convence casi por la fuerza , y solo le basta la mirada para ello. Musicalmente se entrega, aunque el agudo suena abierto en ocasiones.

Los cantantes más completos han sido el Rey Enrique del siempre excelente Georg Zeppenfeld y el Heraldo de Samuel Youn, un bajo-barítono con más grave que el Telramund de Rasilainen.

Pese al recelo de las ratitas, esta producción está muy bien trabajada y es teatro del más alto nivel, acompañado de una excelente realización musical. No pensé que no echaría de menos en ningún momento el bello montaje azul de Yuval Sharon que lo precedió y que sigue vigente. 

Las fotografías y vídeos no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente. Cualquier reproducción de este texto necesita mi permiso.

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