Madrid, 22 de febrero de 2024.
Este año se conmemoran varios aniversarios: el bicentenario de Anton Bruckner, el centenario de la muerte de Puccini y el sesquicentenario de Arnold Schönberg, el hombre que cambió la música en el siglo XX, ya que en este 2024 se cumplen 150 años de su nacimiento. Schoenberg es un hombre clave en la historia de la música, y esto se hace patente en la admiración y la antipatía que despierta, al ser uno de los pioneros de la atonalidad, y al que se ha acusado injustamente de dañar irreversiblemente a la música. Para celebrarlo, el Teatro Real ha programado en este 2024, tras dos excelentes versiones del Moses und Aron en la década pasada, dos de sus obras más emblemáticas: Erwartung, que va junto a La Voz Humana de Poulenc el próximo mes, y el Pierrot Lunaire, que se interpreta estos días en el Teatro de la Abadía.
Basado en el ciclo homónimo de poemas de Albert Giraud, se estrenó en Viena en 1912, por encargo de Albertine Zehme, actriz que habitualmente organizaba recitales de poemas con acompañamiento de instrumentos musicales. En este momento de su carrera, Schönberg ha adoptado ya el atonalismo en su música, aunque aún no aplicaría el sistema dodecafónico, que llegaría años más tarde. Esta es una de las primeras grandes obras en usar el Sprechstimme, un método vocal a mitad de camino entre el canto y la voz hablada. Y en esta ocasión, la declamación es deudora del cabaret, tan en boga en esos tiempos. Pierrot es un personaje sacado de la Comédie Italienne francesa, que representaba en el país galo las obras de la Commedia dell'arte italiana. Habitualmente un personaje cómico y secundario, Schönberg lo convierte en el principal protagonista, en cuya mente nos invita a entrar la música. En un viaje espiritual, esta obra tiene tres partes, de siete poemas cada uno. En la primera, Pierrot habla de erotismo, en la segunda de situaciones desagradables, y en la última de su intento por redimirse de sus pecados y el regreso a su patria.
Aunque es una obra difícil, se ha visto en dos ocasiones en el Real: en 2003, Daniel Barenboim la presentó con miembros de la Staatskapelle Berlin tras una función de El Holandés Errante, con Anat Efraty como recitadora. En 2012, Christine Schäfer, experta en esta partitura, la recitó como segunda parte de su debut en el regio coliseo, con la prestigiosa Klangforum Wien dirigida por Sylvain Cambreling. En 2021, en el Foyer del Gran Teatre del Liceu de Barcelona, se estrenó una producción semiescenificada de esta obra, una idea del contratenor español Xabier Sabata, quien ahora la trae a Madrid, al Teatro de la Abadía, dentro de la temporada lírica del Teatro Real, y por primera vez con músicos de su propia orquesta.
Dada la corta duración de la obra, se recurre al mito de Narciso, de la Metamorfosis de Ovidio, como prólogo de la historia. Aunque son dos obras totalmente diferentes, Narciso y Pierrot son dos personajes solitarios y atormentados, y eso puede ser una idea para que ambos dialoguen. Nada más entrar en la Sala Juan de la Cruz, el cantante ya se encuentra sobre el escenario, tumbado en el suelo, sobre una plataforma circular giratoria. Cuando las luces se apagan, el cantante, pintado de blanco y vestido con una túnica blanca, empieza a recitar, con una voz entre lo evocadora, sensual y desgarradora, la leyenda de Narciso. Al terminar, una luz intensa procede de arriba, y empieza el Pierrot Lunaire. La iluminación de Cube.bz contribuye a crear la atmósfera sobrecogedora, con una intensa luz roja en la segunda parte, o con la luz atenuada durante la tercera, y recreando un triángulo de luz sobre el círculo donde se mueve el cantante, para concluir la obra.
Este espectáculo tiene la singularidad, estar interpretado por un hombre. Aunque la partitura no especifica el género del cantante, la tradición ha aceptado que sean principalmente mujeres las que interpreten la obra. Aun así, la tesitura alta podría chocar con una voz masculina, y por eso, tal vez la voz de contratenor sea la más ideal para este caso. Sabata, como cantante y director de escena del proyecto, muestra a Narciso como un joven delicioso que sucumbe trágicamente a su destino, y a Pierrot como un personaje frágil, frenético y al mismo tiempo atormentado, algo que acentúa aún más las diferencias entre ambos personajes. En la obra de Schönberg, Sabata hace todo lo posible por transmitir las posibilidades de la extrema partitura: desde su declamación, con su voz natural, hasta la tesitura aguda de su voz de contratenor. Estuvo acompañado por algunos músicos, cinco en total, procedentes de la Orquesta Titular del Teatro Real, dirigidos por Jordi Francés, en una interpretación incluso más sobrecogedora. El pequeño conjunto musical destacó por su fuerza, su sonido potente, que incluso en alguna canción llegó a sobrepasar a Sabata. Mención especial al violín de Sonia Klikiewicz y al piano de Karina Azizova.
Al ser la noche del estreno, la sala estaba casi llena, y el público, que oscilaba entre alguna gente joven y mucha más gente de mediana edad, recompensó a Sabata y al elenco con muchos aplausos. Quedan cinco días, hasta el domingo, para disfrutar de este singular espectáculo, y el mes que viene nos espera el estreno escenificado en Madrid del Erwartung. La capital española ha hecho los deberes con Arnold Schönberg y hay que celebrarlo.
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