Después de quince años, la Carmen de Bizet vuelve al Teatro Real. Y después de dieciocho años, la ya clásica y provocadora producción de Calixto Bieito por fin llega al coliseo madrileño.
El mito de Carmen se ha hecho universal. La historia de la mujer libre que en un mundo de hombres vive su sexualidad de forma moderna y no depende de la protección de ningún hombre para ir por el mundo. Una mujer que vive en un círculo vicioso en el que que sólo siendo independiente y fuerte se puede sobrevivir. Y por todo esto, se la llama mujer fatal. Una mujer con la que todos sueñan pero con la que nadie quiere compartir una vida. Pero nuestra Carmen no lo necesita, porque es capaz de medirse con la sociedad que la rechaza. Y esta historia del siglo XIX creada por franceses pero que ha devenido en una de las imágenes más conocidas de España en el imaginario colectivo, aún sigue manteniendo su vigencia.
Anna Goryachova y Francesco Meli como Don José y Carmen
Y frente a ella, Don José. La obra también cuenta la historia de su autodestrucción. No es sólo ese apuesto e ingenuo militar que llama la atención de Carmen y la nuestra. También es un hombre frágil, con una sexualidad reprimida, y metido en un mundo de jerarquía y honor que impide que se desarrolle plenamente su personalidad. Carmen es su despertar a la vida, la ruptura de sus esquemas vitales. Por ella, por esa admiración por su libertad, él deja su vida de honor y lealtad familiar y se mete en una vida difícil. Carmen no responde a su idea del amor y la fidelidad, y sumado a su inseguridad despierta poco a poco unos celos monstruosos que se llevarán por delante su vida y la de Carmen.
Esta provocadora producción ha dado la vuelta al mundo a lo largo de estas dos últimas décadas, en Estados Unidos, Suiza, Colombia, Holanda, Italia, Noruega, Bélgica, Irlanda, Francia, Portugal y por supuesto en muchas ciudades españolas. El director consigue una dirección bastante fidedigna a la historia, pero también muy chocante. Allá por donde ha pasado ha escandalizado y fascinado al público. Sin embargo, con motivo de su estreno en París, un colectivo de legionarios y con nuestro ex ministro de Asuntos Exteriores como una de sus voces principales de protesta, ha manifestado públicamente su rechazo hacia lo que consideran una ofensa a la bandera española. Además, la reciente y tensa situación política que el país atraviesa en este momento ha movido al Teatro Real a anunciar cambios en la puesta en escena, especialmente a los que conciernen a nuestra bandera.
Coro de Cigarreras, primer acto
Bieito toma la historia de la cigarrera y la transporta del siglo XIX a finales del XX, una época que no nos es tan lejana. La acción transcurre ahora en algún lugar fronterizo, un mundo donde la pobreza, la violencia y la sordidez se respiran en el aire. Y es cierto, los soldados aparecen aquí como legionarios que son un personaje coral que causa compasión y terror al mismo tiempo. Se les sitúa en un mundo donde la jerarquía se ejerce con violencia, tienen una actitud machista, maltratadora, casi ultra, libidinosa, primaria. No parece que tuvieran para sobrevivir, puesto que en una escena se les ve golpeando un teléfono publico y robándose las monedas o peléandose por los billetes que Escamillo les tira.
Francesco Meli y Eleonora Buratto como Don José y Micaëla.
El telón se abre y vemos un escenario casi minimalista en el que hay una cabina de teléfono y en el fondo un mástil vacío. El suelo es de color arenoso, señal de que estamos en un lugar desértico. Lilas Pastia aparece ebrio y riéndose, anunciando la tragedia que vamos a presenciar. E inmediatamente entran los legionarios formando mientras dos de ellos corren en calzoncillos dando vueltas y portando armas. Los niños aparecen haciendo fila para que les sirvan el rancho que comerán y luego pidiendo dinero. Con el comienzo del coro de niños se colgará la bandera española. En el acto segundo veremos a una niña (hija de Mercedes y señal de que la historia se repetirá en la próxima generación) bailando con arte, antes de que llegue el coche de Carmen y los contrabandistas, que inundarán el escenario de coches en el acto siguiente. Uno de los momentos más bellos es en el preludio del acto tercero (llamado entreacto en la partitura): se abre el telón y vemos el toro de Osborne, en el escenario la iluminación sugiere un paisaje de arbustos en plena noche y a la luz de la luna. Un legionario entra y se desnuda, para hacer una danza con movimientos toreriles. Pero poco durará, porque los contrabandistas inundarán el escenario con sus coches y acamparán antes de seguir con la mercancía.
Acto cuarto
Sin embargo, el acto más provocador es el cuarto. En el entreacto, Lilas Pastia tirará el toro y los legionarios, sin camiseta, lo desmontarán mientras que Pastia hará un círculo con una carretilla en el escenario. Entonces el coro, vestido de forma pintoresca (pero de barrio) entrada jubiloso en escena y bailando mientras una rubia despampanante toma el sol sobre una toalla con la leyenda "I love Spain" (cuando originalmente era la bandera nacional). Finalmente la tensión será palpable en el dúo final de los protagonistas dentro del círculo trazado en la arena, con una dirección actoral intensa, en la que Don José aparece destruido y Carmen exultante.
Las caracterizaciones son de lo más logrado. En general, los personajes están caracterizados como chonis, garrulos, víctimas de un mundo donde sólo se puede sobrevivir trapicheando. Un efecto bien logrado es la aparición de los personajes entre el coro, mientras éste se va dispersando. Así es como surgen Carmen, Escamillo y Don José de la masa coral. Micaela está vestida de otra forma y más recatada, pero también adolece del cutrerío de los demás personajes. En los tiempos actuales se ha explorado la faceta de Don José como maltratador a medida que sus celos posesivos avanzan. En esta obra el maltrato a la mujer es respirable, tanto entre personajes secundarios como después se verá en el trato de Don José hacia Carmen.
Marc Piollet dirige una versión notable y ágil de la partitura, aunque el preludio estaba pasado de decibelios. Aunque no tiene la personalidad que tuvo en el Tristan de hace tres años, su dirección acompaña a los cantantes y se deja disfrutar.
El día 21, la francesa Gaëlle Arquez fue una Carmen estupenda en lo actoral y muy buena en lo vocal. Su voz tiene un sonido bonito y a veces colorido, aunque en el primer acto estuvo apurada. En el resto de actos su actuación fue a más y en la escena de las cartas o en el dúo final estuvo muy bien. Además, tiene un físico muy agraciado y representa las intenciones de Bieito para el montaje.
El día 24, la rusa Anna Goryachova fue una Carmen muy superior, en mi opinión. Su voz tiene un disfrutable sonido de contralto, y los graves son muy buenos. Al igual que Arquez, es una mujer muy bella y derrocha sensualidad. Y al contrario que la francesa su canto no mostró apuro alguno. Una cantante a seguir. Me pareció que fue abucheada, y no lo entiendo porque no merecía en absoluto el abucheo.
Kyle Ketelsen como Escamillo
Tenía ganas de ver a Francesco Meli como Don José. Meli tiene una voz lírica y hermosa de base pero no termina de convencer su interpretación actoral del personaje, como si lo hace Roberto Alagna en Barcelona o inclusive Eric Cutler en Londres con una voz más pobre. En el haber, la voz como ya se ha dicho es bella y por momentos heróica. Muy buena interpretación en el aria de la Flor el día 24. A pesar de que a veces parece que la voz parece estar un poco en apuros, lo cierto es que cumple con su parte y se puede disfrutar de la función.
Eleonora Buratto cumplió como Micaela y el aria del acto tercero fue un momento mágico, y así se mantuvo en todo el acto, donde nos regaló unos excelentes agudos.
Kyle Ketelsen volvió a interpretar a Escamillo después de haberlo hecho hace quince años en este mismo escenario. Además de tener un porte atractivo, a nivel actoral convence como un Escamillo rompedor y canalla, de liderazgo innato y admirado. El aria la cantó bien pese a tener momentos en que le tapaba la orquesta. A partir del acto tercero, sencillamente estupendo.
Jean Teitgen fue un Zúñiga para el recuerdo, con un porte imponente y una voz enorme y bella de bajo, y correcto Isaac Galán como Morales. El resto de comprimarios se desarrolló muy bien, como siempre Mikeldi Atxalandabaso y también Borja Quiza, como el dúo de contrabandistas y también Olivia Doray y Lidia Vinyes Curtis como Frasquita y Mercedes.
Alain Azérot interpretó maravillosamente al repulsivo, sórdido Lilas Pastia que Bieito ha concebido para la producción, esta vez mudo (originalmente es hablado) pero indispensable esta vez para la acción ya que es un observador de la tragedia, un proxeneta mafioso cuya ley parece ser la única en este ambiente miserable.
El coro estuvo impecable, como siempre. Mención especial al grupo de actores masculinos que interpretó a los legionarios, que le dan a la función un toque de torridez y violencia.
Saludos, con Gaëlle Arquez como Carmen
Estamos frente a la Carmen de nuestros días. Pese a algunas incongruencias, la esencia de la historia sigue inalterada. Y en algunos casos las nuevas lecturas de puestas en escena como ésta no hacen sino recordarnos que Cármenes y Josés siguen apareciendo en nuestros días, con su tragedia. A pesar de las protestas y la polémica que también ha envuelto su estreno en la capital, he de decir que las funciones a las que he ido han sido muy aplaudidas y el público parece haberlas disfrutado. Madrid puede considerarse afortunada por disfrutar a lo grande de esta producción que podrá despertar de todo menos aburrimiento.
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