viernes, 25 de mayo de 2018

Zimmermann's Die Soldaten in Teatro Real, Madrid. May 24, 2018.




After 53 years, finally Bernd Alois Zimmermann's Die Soldaten saw its premiere in Spain. Since it was announced for 17/18 season in Madrid Teatro Real, there were great expectancy; and we have to say it was premiered quite accomplished. I attended the performance of May 24.

Zimmermann's only opera is one of the most difficult for being performed. The composer imagined once twelve scenarios around the audience, and Cologne Opera turned it down for being impossible. Despite this, the opera was finally performed in 1965, under Michael Gielen. It demands a massive orchestra of almost 120 musicians, it has too many characters, and the music requires a complete devotion from the singers.

The composer worked on many styles, compilating them. Indeed one of these was called "the collage". Zimmermann took precedent styles like serialism and fusioned them with his music. The score is demanding: the anguish takes us from the violent Overture and doesn't leave us until the final Pandemonium. The scenes of the Countess de la Roche are quite inspired and theatrical tension goes well with music.

If the music could be challenging, not less is the story: the libretto portrays the tragedy of Marie Wessener, the degradation, rape and final humilliation of a young innocent woman to the innermost depths of her being in a world full of pure evil.



For this occasion, an stunning production from Zurich Opera and Komische Oper Berlin, signed by Calixto Bieito was the chosen to show this terrible atmosphere.



Bieito has done an stunning work, reflecting the violence of the score. While audiences are entering in the hall, we can see in the curtain the image of a blond and beautiful child. She is the image of the innocence previous to the tragedy. At both sides of the scenery, big screens and stairs are seen.
When the curtain rises, there is on the stage a big yellow plattform where the orchestra is disposed. The conductor and musicians are dressed in military uniforms, suggesting in our minds that they could be soldiers, that among battles they form an orchestra and play this music, reflecting their routine. The orchestra pit is covered, to be the space where singers will move and perform. Soldiers are represented as the quintaessence of violence: they are brutal, dirty and frightening. The officials find pleasure on torturing their subordinates, or for example the soldiers sexually brutalise a woman or Stolzius by crushing him and moving a lantern near his eyes. In the screens at both sides of the scene, we see how the men film closeups of Marie, as a sexual object or the orgasmic expressions of Desportes, presumably having sex with her.



The ending is the most shocking part. After being rejected by the evil Countess of la Roche, Marie is seen raped by a soldier and hold by other people, after used as chair and table to serve drinks by the same male characters who destroyed her, now degradating her as an useless object. Meanwhile, from different point of the hall many noises of soldiers coming could be heard, and finally the bloodcurling screams of the final Pandemonium from the top. A fully bleeding Marie raises her arms to the public, waiting for destiny with the full cast while in the lateral screens the tender child appears now dead. And the lights turn off.

Pablo Heras-Casado made an accomplished task  with the Teatro Real Orchestra. He could obtain from it an stunning sound.



The cast was led by the amazing performance of Susanne Elmark as Marie. This danish soprano took her voice and acting skills to a supreme grade. Her voice sounds generously and she portrays the innocence of Marie who is gradually broken. An unforgettable performance.

The rest of the singers made a great job, with Pavel Daniluk as a great Wessener of a dark, deep voice. Leigh Melrose did well his part as Stolzius, or Noëmi Nadelmann portrayed a suggestive but wicked Countess de la Roche. Uwe Stickert was Desportes, both well acted and sung. Iris Vermillion was one of the surprises of the night, with her marvellous deep voice.

Unexpectedly, the legendary german mezzosoprano Hanna Schwarz played the role of Wessener's mother. I saw as Siegfried's Erda 15 years ago and I couldn't imagine she was still active. Her role is small (the lament and warnings to her granddaughter about her heinous fate), but her voice sounds still beautiful  despite aging. It's a pleasure to see such a legend on stage.



This is not an easy opera to listen. But its condition of one of the most relevant operas of late 20th Century, its demanding but interesting music, its universal story and its rare productions make this performances necessary. Despite the desertions and the empty seats, the remaining members of the audience welcomed the show very well. Die Soldaten couldn't have been presented in Spain with a better honor.




My reviews are not professional and express only my opinions. As a non english native speaker I appologise for any mistake.
Most of the photographs are from the press and belong to its authors. My use of them is only cultural.

Die Soldaten en el Teatro Real. 24 de mayo de 2018.




 El estreno de Die Soldaten en España ha sido uno de los espectáculos más esperados de esta temporada en el Teatro Real. Y puede decirse que la presentación de la obra se ha hecho con todos los honores. Se dice que es una de las óperas más complicadas de representar. De entrada tiene veintiséis personajes, un coro y una mastodóntica orquesta de 120 músicos. Zimmermann tuvo una idea inicial de representar la obra en doce escenarios alrededor del público, pero la ópera de Colonia lo rechazó por imposible. Aun así pudo estrenarla en 1965.

Bernd Alois Zimmermann fue un autor que se situó en varios estilos, convirtiéndose en un recopilador de los mismos. Uno de los mismos fue el "collage" de tendencias musicales recogidas para unirlas a sus propias composiciones. La partitura es además de exigente, verdaderamente terrible. Si Wozzeck puede parecer la representación de la esquizofrenia en la ópera, Die Soldaten la deja pequeña en ese sentido.  La angustia nos acompaña desde el primer hasta el último momento, desde la explosiva obertura hasta el Pandemonium final. Entre los diversos estilos adivinables, reconocemos el serialismo y una inspiración marcada por la segunda escuela de Viena, pero en mi opinión no supera a esta última. El tercer acto es uno de los más inspirados, donde la música está al servicio de la trágica degradación de la protagonista.

Y no es menos terrible la historia: las desventuras de la pobre Marie Wesener, la degradación física y espiritual de una chica inocente en lo más profundo de su ser, en un ambiente atroz, sórdido, clasista de un mundo de guerra y soldados.

De todo esto, el trabajo de Calixto Bieito se hace eco con su espectacular y ultraviolenta producción. Procedente de la ópera de Zúrich y la transgresora Komische Oper de Berlín, este montaje transmite pese a la limitación de espacio que da la enorme orquesta, la degradación moral de sus personajes y la tragedia de Marie. Sin duda, estamos ante una de las mejores producciones de ópera contemporánea de los últimos años.



Nada más entrar, nos encontramos con la imagen de una preciosa niña rubia que representa la inicial inocencia de Marie, proyectada en el telón. Al abrirse el telón vemos una enorme plataforma amarilla  escalonada en la que está situada la orquesta, toda ella vestida con uniformes militares, incluído el director de orquesta. Podría pensarse que estamos ante una orquesta de guerra, lo que contribuye a dar un ambiente más opresivo. Podría ser que entre batallas y una vida dura, se den el lujo de representarnos esta historia. También hay plataformas en los palcos y pantallas enormes en ambos lados de la sala. En  el enorme espacio que tapa el foso de la orquesta, los cantantes interactúan. Pese a estar ambientada hace siglos, el vestuario es actual, lo que casa mejor con la obra. Bieito presenta a los soldados con una crudeza mayor que los legionarios de Carmen: viven en una mayor suciedad, son más brutales y más violentos. Los personajes de rango superior se dan el lujo de torturarlos en escena, o entre ellos mismos cometen atrocidades, como el aplastamiento que hacen a Stolzius al final del segundo acto. En las pantallas podemos ver cómo los personajes filman a Marie, convirtiéndola en objeto de deseo, como preludio a su degradación en el final, así como también vemos las sórdidas expresiones orgásmicas de Desportes poseyendo a Marie.



El final es lo más desgarrador: Marie es violada por un soldado y sujetada por los personajes, dejada toda ensangrentada y utilizada como mesa, como silla y denigrada por los mismos que la han destruido. Al final aparecerán todos los personajes y fuera de escena se oirán los pasos de los soldados y los desgarradores gritos finales del Pandemonium, que nos dejan con la sensación de tener taquicardia. Una Marie bañada en sangre se entrega al destino mientras en la pantalla la niña inocente del principio aparece muerta. Es el fin de la inocencia, el fin de lo bueno en un mundo donde sólo cabe la destrucción, la muerte y la sordidez.

La dirección musical de Pablo Heras-Casado destaca por su excelencia, esta vez logrando de la orquesta un sonido espléndido y saliendo airosa de la difícil tarea.



De los solistas, Susanne Elmark lleva sobre sus hombros la titánica empresa de encarnar a la protagonista. Vocal y actoralmente entregada, se dejó la piel en escena: primero juguetona, antes de que el mundo la destruya y finalmente frágil e indefensa. Elmark con su enorme voz y su gran actuación nos deja una Marie para el recuerdo.

Pavel Daniluk fue un imponente Wesener con su gran voz de bajo, al igual que el barítono Leigh Melrose con su excelente Stolzius. Uwe Stickert (en un principio, estaba anunciado Stefan Vinke) también cumplió como Desportes, aunque a veces la voz sonase un poco disonante; pero convenía al personaje. Noemi Nädelmann con su bella voz hizo creíble a la perversa condesa de la Roche. La veterana Iris Vermillion con sus enormes graves fue de las sorpresas de la noche, como la madre de Stolzius. Pero lo más sorprendente fue ver a la histórica mezzosoprano Hanna Schwarz aún en activo como la anciana madre de Wesener. A sus 76 años sigue siendo una intérprete de lujo y con una voz que no suena demasiado quebrada, interpretando el lamento y la advertencia del futuro de su nieta. Un verdadero milagro.



Sí, ha habido deserciones y verdadero recelo, como suelen despertar estas obras. Pero pese a su gran dificultad, no me parece la suya una programación prescindible sino necesaria. La complejidad de su monumental partitura, lo universal de su argumento y la maestría de su autor jusifican su presencia en el Teatro Real. Si vemos exposiciones de arte moderno en el Reina Sofía, la ópera no se queda al margen. Todas las grandes obras merecen ser vistas por el gran público, con independencia de su dificultad. Con todo, los que estuvimos al final aplaudimos con entusiasmo esta producción que va camino de ser lo mejor de la temporada. No pudo presentarse esta ópera con mayor honor.



Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con su publicación en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.

lunes, 7 de mayo de 2018

Jesucristo Superstar con Ted Neeley en Madrid. 6 de mayo de 2018.



Le tengo el mismo cariño que a mis óperas favoritas. Jesucristo Superstar es mi musical favorito. Y su versión película de 1973 está en mi discografía peculiar de cabecera. Por eso cuando lo vi anunciado con el legendario Ted Neeley y cantado en su idioma original en el Teatro Philips de la Luz en la Gran Vía no dudé ni un segundo en hacerme con una entrada.

La ópera rock más conocida de todos los tiempos es una obra de arte. La historia de Webber y Rice nos presenta un Jesucristo más hombre que figura  divina, que aparece como uno más de nosotros y no tanto como el ser innacesible y poderoso de la iconografía cristiana; e introduce el cuestionamiento en la figura de Judas, que es retratado como un hombre atormentado y que no comparte el delirio de los seguidores en su excesiva adoración. Dos hombres de la Antigüedad que tienen emociones y conflictos que podemos sentir como nuestros, además de la influencia hippy de los años 60, aunque el musical se estrenó en 1971 y la legendaria película en 1973.



Es innegable, que el gran reclamo de estas funciones es el Jesucristo de Ted Neeley. Su interpretación de Jesús de Nazaret en la película de 1973 es icónica. Por eso sorprende que sea capaz de interpretarlo a los 74 años de edad, aún en forma y en el marco de una gira larga por Europa. En estas cuatro décadas desde la película, espectadores de todo el mundo han podido conectar con su genial interpretación del hijo de Dios. Cuando entra en escena y dice sus primeras líneas Why should you want to know? Don't you mind about the future sabemos que estamos ante un gran artista.  Neeley transmite un magnetismo en escena que atrapa desde el primer momento. Su Jesús transmite autoridad a la vez que humildad. Es capaz de mostrar ternura ante Magdalena y los enfermos, serenidad ante Judas y la angustia en el segundo acto.

Sería absurdo ignorar las limitaciones propias de su edad. Aunque la voz se mantiene, suena avejentada. A veces parece perderse, y para evitarlo prefiere reservarse, acudiendo al canto parlato. Sin embargo, los falsetes aún son impresionantes, algo que preludia el momento mágico que vendrá en el acto segundo. Gethsemane es el momento principal del personaje y lo que justifica en gran medida este espectáculo, ya que es aquí donde Neeley demuestra por qué es el Jesucristo de referencia. Cuando el escenario se silencia y las luces se apagan para iluminarle, la voz guardada emerge en su esplendor, la tragedia de Jesús se hace evidente en su entrega. Y cómo no, el famoso falsete Why? que sigue siendo impresionante y poderoso en escena. Una interpretación memorable.
Por todo eso, hay que agradecerle que nos siga deleitando con su creación, con su capacidad para llegar a los espectadores en uno de los mejores musicales de la historia.


Nick Maia interpretó a un Judas de gran nivel. Pese a empezar con un prometedor Heaven on their minds al que afectó el atronador sonido de la orquesta, creó un Judas muy bien cantado, actuado y bailado. El Superstar puso a bailar a todo el auditorio. Posee una voz estupenda y se desenvuelve con agilidad por el escenario. Esperemos que lo interprete en futuras producciones y se haga un nombre con el personaje.



El resto del elenco, italiano en su mayoría, aun estando a niveles inferiores respecto de los protagonistas cumplió muy bien. Simona Di Stefano fue una bella Magdalena y con una voz muy agradable, alcanzando en Could we start again, please? su punto más álgido junto al agradable Pedro de Mattia Braghero. Giorgio Adamo fue un Simón Zelotes de gran voz y gran ritmo. Andrea di Persio fue un Pilato de voz no fea pero sí de poca fuerza, aunque muy bien actuada en la escena con Jesús. Salvador Axel Torrisi fue un Herodes divertidísimo y bien cantado, además de tener un físico espectacular. Paride Acacia fue un Anás caricaturesco y Francesco Mastroianni cantó un Caifás con enorme voz de bajo.

Emanuele Friello dirigió una orquesta pequeña que incluía guitarras eléctricas, dos teclados y viento. La amplificación sonaba muy fuerte y eso no permitía escuchar bien a los cantantes en muchas ocasiones. Las guitarras eléctricas cumplieron bastante bien, lo que no puedo decir del viento en alguna ocasión, sobretodo en la escena de Simón Zelotes.

Massimo Romeo Piparo es el creador de esta producción con una puesta en escena funcional, que comparada con otras grandes producciones puede parecer pobre; a mayor gloria de Neeley. Sin él, creo que perdería mucho, porque parece estar hecha  principalmente para su lucimiento.



El escenario tiene una escalinata en el lado derecho, mientras que en el izquierdo se encuentra la orquesta sobre una plataforma rodante que en el otro lado tiene unas columnas que completan la escenografía. En el fondo, unos pasadizos transparentes donde se mueven a veces los coros y donde también hace las veces de pantalla para las proyecciones. Las apariciones de Jesucristo son de gran solemnidad, emergiendo de la escalinata como aparición triunfal y divina. La influencia o la intención de reproducir el ambiente de la película se manifiesta en el vestuario, sobretodo en el de Judas que es casi idéntico, en deslumbrantes danzas o en la caracterización, con el fin de parecerse lo máximo posible a los originales. Una idea bastante original es que el número Superstar empiece fuera de la sala, en el vestíbulo del teatro, para que luego Judas y las coristas hagan su entrada entre el público, para terminar con el público en pie extasiado y la sala iluminada. Otros momentos cumbre fueron el Gethsemane, con la cruz iluminándose varias veces en pleno éxtasis musical, la coloridísima escena de Herodes con el escenario iluminado con luces de colores o en la escena de los azotes donde se proyectan imágenes de guerras, genocidios y atentados terroristas de nuestra historia reciente.



Aunque la producción es bastante mejorable y en ocasiones insuficiente, es una oportunidad histórica, por la talla de un Ted Neeley cuya caracterización de Jesucristo es una de las mejores de la historia del teatro musical y del cine. Un público de todas las edades aplaudía enfervorecido por la actuación del protagonista y la inmensa música. Y esto es algo que podremos contar en el futuro, con todo.


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