martes, 28 de mayo de 2019

Capriccio in Teatro Real, Madrid. May 25, 2019.

After an eight-year-absence, Richard Strauss returned to the Teatro Real in a new production of Capriccio, his last opera, in which there is a reflection about opera. The story of a woman, who personifies opera, choosing between the love of a musician and the love of a poet. ¿Music or Words?

This work could be a bit difficult to an audience used to the power of the great symphonic works and operas by Strauss, specially when such a fascinating debate comes with a light, intimate music, which could result in a brainy comedy. However, Strauss' genius is present here: he had the merit to take this question into a marvellous score in an operatic stage, with a Finale placed among the most beautiful operatic moments of the 20th Century. In addition, La Roche's monologue about the metier of stage directing is intense and powerful, heir of Hans Sachs in Wagner's Meistersinger. The brief discussion of the servants about theatre is representing the opinion of the audience, in contrast with the main characters, whose thoughts on music, words and opera are done in the sphere behind the scene.


Note: this is a review of the dress rehearsal. The performance described below could improve as the performances go by. Indeed, the premiere was finally last night, and the Spanish press and some people from the audience qualified it as a big success.



Ten years later of his  controversial production of Lulu in Madrid (co-produced with London), Christof Loy returns to Teatro Real for this Capriccio, that is being premiered in its stage. And he remains faithful to his style: big spaces, little atrezzo and being extremely close to the concept of the opera: focusing his work into the debate, resulting sometimes in a bit reduced movement action more appropriate for spoken theatre than musical theatre. The curtain opens to show a big aristocratical salon, now decadent, with few furniture and a big mirror dominating the scene. There, the characters will start their interesting discussion. There are some glimpses of 18th Century, like some dances, a harpsichord and the Count's costumes, but most of the characters wore streetclothes, and added to the statism of the production, sometimes we could feel that we were attending to the scenification of a rehearsal. The finale was the most moving moment: the lighting diminished gradually, focusing on the Countess, who appears now with a beautiful classic-style gown and all the hall empty, in which the strenght of her dilemma reached and moved the audience. Her child and ancient personifications appear on stage and she ask them for any help to choose. At the end, she left the scene and her child avatar is playing with a puppet while the curtain falls. In the decadence of the salon, Loy's work convey the fact that such an interesting debate is taken place in a declining world, like the original story in the rise of French revolution and the Europe lead to its own destruction amidst the horrors of World War II, when this opera was premiered.

Asher Fisch conducted the Teatro Real orchestra, making a good job with it. He worked on the cameristic aspects of the score, playing in a smooth, tender volume, and the string section sounded in a good level. The Finale reached the highest momnent, in which the orchestra reached the necessary level of intimism, sincronizing with the staging, to move the audience, and the orchestra sounded Straussian, in a tender and charming way as the musician requires in the score.

Malin Byström sang the Countess with her dramatic soprano tone, and she kept her energy for the finale, in which she gave a fantastic rendition, with the voice well projected and beautiful singing. As an actress she has the physique.-du-rôle, as she is an attractive woman and her accomplished acting.

Christof Fischesser was the another big name of the cast, with his deep, dark, and big-volumed bass voice, and the La Roche monologue was one of the highlights of the night.

The rest of the cast did their part, but in a different level from Byström and Fischesser. Norman Reinhardt has a nice tenor voice for Flamand, but high notes are a bit difficult. André Schuen sang decently and acted better the role of Olivier. Theresa Kronthaler was a great Clairon, as well as Josef Wagner as the count. The italian singers sung by Leonor Bonilla and Juan José de León did well their difficult roles. The rest of supporting roles were well served, but at the same level of the rest of the singers excepting the higher level reached by the bass and the soprano.


The work resulted difficult for some people in the audience, and in the upper zones, some people were seen leaving the hall even shortly before the end, what was surprising for Strauss. However, the premiere was well received and the audience enjoyed it , since it was an opportunity to enjoy an Strauss opera rarely seen outside Germany and Austria.

Another reviews from the Spanish press:

https://elpais.com/cultura/2019/05/28/actualidad/1558998355_202924.html

https://shangay.com/2019/05/28/critica-de-opera-capriccio-regalazo-teatro-real-strauss/


My reviews are not professional and express only my opinions. As a non English native speaker I apologise for any mistake.
Most of the photographs are from the internet and belong to its authors. My use of them is only cultural. If someone is uncomfortable with their use, just notify it to me.

Any reproduction of my text requires my permission.

Capriccio en el Teatro Real de Madrid. 25 de mayo de 2019.

Richard Strauss es uno de los grandes músicos del siglo XX. Y su ausencia de ocho años en el Teatro Real quedaba subsanada con el estreno en este teatro de Capriccio, la última ópera del maestro alemán; que reflexiona sobre la ópera. Esta obra nos lleva a una agradable reunión en la casa de una aristócrata, pero no se va a hablar de cosas banales, sino de la discusión, la alternancia o la importancia de la música y el texto, que se funden en la Ópera. Una mujer, que encarna a la ópera, que se debate entre el amor de un poeta y el de un escritor. ¿Música, o palabra?


Sin embargo, acostumbrado a la opulencia del Strauss sinfónico o el de sus grandes óperas, una cautivadora y ligera partitura que se une a una discusión profunda sobre la ópera y el público, puede resultar una comedia sesuda y por tanto algo difícil. Pero en este punto, hay que reconocerle el mérito a Strauss por llevar a un escenario lírico este tema en el marco de una partitura que lleva su genio y su estilo , cuyo final es uno de los momentos más tiernos y emocionantes de la ópera del siglo XX. El monólogo de La Roche sobre el trabajo del director de escena, en el que se funden palabra y música para formar una ópera tiene mucha fuerza, y en algunos casos su profundidad es heredera del Sachs de Los Maestros Cantores de Núremberg. Por otro lado, la breve intervención de los criados, que también opinan sobre el tema, es un contrapunto curioso: ellos representan la opinión del público, frente a los protagonistas que representan el debate desde dentro del mundo de la escena. Un debate fascinante, en el que el espejo donde se mira la Condesa el mismo en el que se mira su época: así como el mundo decadente de la aristocracia dieciochesca desaparecía ante la revolución y la ilustración, la Europa de la época del estreno de esta obra se dirigía hacia su destrucción de la mano del horror de la Segunda Guerra Mundial.


Al asistir al ensayo general de esta producción, lo descrito aquí podría mejorar conforme las funciones vayan teniendo lugar. De hecho, la prensa y varios espectadores (en las redes sociales) están hablando de un enorme éxito en el estreno de anoche.

Después de diez años, y tras una controversial producción de la Lulu de Berg, el director de escena Christof Loy regresa al Teatro Real. Y lo hace fiel a su estilo: espacios amplios con poco atrezzo, pero está vez siendo fiel, demasiado fiel al debate subyacente de la obra, lo que lo hace demasiado teatral en muchas ocasiones. El telón se abre y nos revela un salón palaciego enorme, en otro tiempo deslumbrante, ahora en declive. Pocos muebles, un sofá y unas sillas, y con un enorme espejo ya gastado por el tiempo que domina el espacio. Aquí transcurrirá toda la obra. Los artistas discuten sobre la importancia del género musical, teatral, operístico. Pese a que hay momentos que evocan el siglo XVIII como danzas o los trajes de los empleados o del Conde, la mayoría del vestuario es contemporáneo, y un tanto informal. Ello, sumado cierto estatismo de la obra y la dirección de actores sencilla, hace que por momentos uno se sienta asistiendo a la escenificación de un ensayo rutinario sin atrezzo. El momento más emocionante vino, como no podía ser de otro modo, al final. La Condesa aparece vestida con un bello traje antiguo y con la iluminación ténue, para abordar su gran monólogo, es decir su gran duda. Y es aquí donde el trabajo del señor Loy llega a momentos de emoción, cuando en su indecisión se encuentra con sus yoes de infancia y vejez, vestidos como ella, a los que pide un consejo. Ella se marchará  y su yo de la infancia se quedará jugando con una marioneta mientras el mayordomo está a unos metros de ella, cuando finalmente cae el telón.

La orquesta del Real bajo la dirección de Asher Fisch logró un nivel  que empezó aceptable, que fue mejorando a medida que avanzaba la función. Es cierto que no fue todo lo straussiana que podía esperarse, quizá por estar en un ensayo después de todo, pero es de agradecer que las cuerdas no suenen flojas desde un principio, si bien en las zonas altas se perdía el volumen, algo que afectaba a la obertura. El trabajo de Fisch fue resaltar lo camerístico de la obra, aunque se alcanzó un nivel estupendo en el interludio y escena finales, donde la orquesta reflejó, en perfecta sintonía con la puesta en escena, la belleza del claro de luna  en el interludio y finalmente el intimismo de la decisión final de la Condesa, terminando de forma muy emocionante.



El reparto estuvo liderado por una Malin Byström con un timbre de voz dramático, aunque era de esperarse que se reservase para el final, que abordó maravillosamente. Como actriz cumple con las exigencias de la puesta en escena, además de ser una mujer muy bella y con un porte elegante, ideal para el personaje.

El bajo Christof Fischesser fue el otro gran nombre de la noche, con una estupenda voz que además corría por la sala. El monólogo de La Roche cantado por él fue el segundo mejor momento de la noche después del final.

En cuanto a los amantes, el tenor Norman Reinhardt y el barítono André Schuen como Oliver cumplieron con su cometido, pero no era del todo suficiente. Reinhardt tiene una bonita voz pero el agudo no termina de ser su fuerte. En este sentido Schuen estuvo mejor como Oliver, también en la faceta actoral. Theresa Kronthaler interpretó muy bien a Clairon, así como Josef Wagner como el conde. La pareja de cantantes italianos formada por Leonor Bonilla y Juan José de León cumplió bien con sus difíciles roles. El resto de comprimarios estuvo a un buen nivel, aunque al igual que los anteriores estuvieron eclipsados inevitablemente por Byström y Fischesser.


La dificultad de la obra se hizo patente para una parte del público del ensayo general, viéndose alguna que otra deserción en la zona del Paraíso, lo que no dejaba de ser sorprendente para un músico como Strauss. Sin embargo, nada ha tenido que ver con la calurosa y reconfortante acogida  que ha tenido en su estreno. Es por tanto una oportunidad para ver una obra  que es una rareza fuera de Alemania y Austria. Con el transcurso de las funciones posiblemente mejorará, porque con todo, parte de una excelente base.

Notas de prensa del  estreno que tuvo lugar anoche: https://elpais.com/cultura/2019/05/28/actualidad/1558998355_202924.html

https://shangay.com/2019/05/28/critica-de-opera-capriccio-regalazo-teatro-real-strauss/

Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.


viernes, 10 de mayo de 2019

Falstaff in Teatro Real, Madrid. May 7, 2019.

After the intense tragedy and solemnity in Otello, Giuseppe Verdi chose to bid his own farewell to music with a comedy, Falstaff, after William Shakespeare. An unusual register in his work catalogue (his only comedy after un Giorno di Regno, his first opera), Verdi's swansong is a taunt of society, and human condition, both in general as well as for aristocracy. Many operagoers find this work a bit difficult, specially after the final musical ecstasy and the dramatic devastation after Otello's death, as if nothing could come after. But Verdi's genius, such brilliant in his unforgettable dramas, is also able to create a comical masterpiece, heir of late opera buffa, full of irony and hilariousness and great musical moments; like the oboe solo in the ladies' reading of Falstaff's letters, the arias by Fenton and Ford or most of Act 3, in which Verdi's descriptive music recreates the magic and mistery of the night in the forest.

After 17 years of the last production of this opera in Madrid (in 2002, with Ambrogio Maestri and the well-famed Giorgio Strehler production from La Scala), Falstaff returns to Madrid in a production by Laurent Pelly. In this occasion, Pelly sets his drama in modern times, Falstaff being an old, decrepit, fat thug, and the Fords like a 60s upper-middle ancient family, as if they were taken from an old sitcom. Fenton and Nanetta are a young couple in love, always aroused and trying to liberate their passion in every corner to be about and finally caught. Pelly's aim is to that even in an ancient, boring and dark background, comedy and irony are possible. The curtain rises to show a small and gloomy tavern, which becomes bigger in later scenes. Ford's house is represented with laberintic, high old house stairs. Act 3 is, on the contrary, quite minimalistic, with few illumination and a green night-clouded sky, with a mirror representing the forest, coming and going fast to the stage when necessary.

Daniele Rustioni conducted the Teatro Real Orchestra with comical pulse, but not as scintillating as could be hoped from this opera. The orchestra improved as the performance was going by, and in third act it reached a good balance, with a mystical sound of the strings. The Chorus did a brief but fantastic performance, as usual.


The performance was sung by the second cast, being at a good level with some surprises.

Misha Kiria was revealed to be a well sung Falstaff, despite the voice could be a bit light for the role. His acting was excellent, both for his suitable physique-du-rôle like his humorousness. Ángel Ódena returns to Teatro Real with his powerful and big voice, and his scenical authority, quite acclaimed (in 2016 he was an unforgettable Iago in Alden's Otello and an amazing Germont in 2015) here. However, Ford is few role for such a voice, sounded quite loud for this character. One can't help to think of  what Leo Nucci could do in his place. Albert Casals has a nice voice, but not enough for Fenton: he has some difficulties in high notes, and  in the Act 3 aria he lacked some volume. A pity taking in account his good middle register and his adequate profile. The male supporting roles were well served, with Valeriano Lanchas with a deep dark bass voice as Pistola and the always accomplished Mikeldi Atxalandabaso as Bardolfo and Christophe Montaigne as Dr. Cajus.

As for the women, Teresa Iervolino was a sensation as Mrs. Quickly, with a beautiful and seductive mezzo-soprano voice and a great low contralto notes. Rocío Pérez was a nice Nannetta both physically and musically, despite being sometimes lacking a bit volume. Raquel Lojendio has a nice voice and better acting as Mrs. Ford and Gemma Coma-Alabert did well her part as Mrs. Page.

Despite not being the best Falstaff in the world, the audience enjoyed and applauded this funny performance, in which the most successful element was Verdi's music, containing his final message to the audience: In our lives, we have to laugh.


My reviews are not professional and express only my opinions. As a non English native speaker I apologise for any mistake.
Most of the photographs are from the internet and belong to its authors. My use of them is only cultural.

Any reproduction of my text requires my permission.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Falstaff en el Teatro Real. 7 de mayo de 2019.


Tras una larga carrera de éxitos, que le convirtieron en un autor universal, Giuseppe Verdi se animó todavía a componer una última ópera. De nuevo, el maestro, en colaboración con su genial libretista Boito, volvió a tomar la inspiración de otro maestro: el bardo de las letras William Shakespeare. El tema elegido, Falstaff, de la obra Las alegres comadres de Windsor. En 1839 el joven Verdi compuso una comedia, Un giorno di regno, que fue su primera obra. Y ahora con el siglo XX llamando a la puerta, se despedía con otra comedia, una última obra maestra en la que se ríe de la condición humana en general y de la aristocracia en general.

Falstaff es una obra vivaz, distinta a todo lo anterior del maestro, con una música más ligera, destinada al divertimento, y con momentos de gran inspiración. El hecho de que en el gusto de muchos aficionados tenga que competir con, por ejemplo su antecesora inmediata Otello, que juega en otra liga, hace que a esos aficionados les cueste un poco disfrutarla.Sin embargo, y pese a esas diferencias que marca más el aficionado que la calidad musical, Falstaff es una obra maestra por derecho propio. Entre otras cosas, es casi heredera directa de la tradición bufa, y no deja de tenerse esta sensación durante toda la obra, con esos hilarantes cuartetos y concertantes del acto segundo, con toda la intención de burla: Falstaff es burlado, pero a su vez él es consciente de que esos estirados señores tendrían una vida aburrida sin él. Y ellos caen en su propia trampa, porque al burlarse de él ellos terminan siendo engañados e igualmente burlados, cerrando la obra verdiana con el Tutti gabbati final.  Musicalmente es un registro distinto al de sus grandes dramas, pero tiene momentos inspirados como  los bellos solos de oboe en la lectura de carta, las baladas que cantan los personajes, el aria de Ford como contrapunto cómico al Credo de Yago o el aria de Fenton que nos recuerda a la Furtiva Lagrima donizettiana. En el tercer acto volvemos a escuchar al Verdi evocador musical, recreando con su partitura una noche oscura y deliciosa, con las apariciones de espíritus sugeridas brillantemente por las cuerdas.


Después de diecisiete años, las aventuras del orondo caballero volvían al Real. En 2002 se pudo ver con el legendario montaje de Giorgio Strehler y con el célebre Ambrogio Maestri como protagonista.
Ahora, se ha podido ver (mañana será la última función) en un montaje de Laurent Pelly. Ya conocido en el teatro por otros montajes exitosos de óperas cómicas, presenta un montaje oscuro pero que no pierde el aspecto cómico, pero que pese a su efectividad, para mucha gente no iguala otros trabajos brillantes como sus montajes de El Gallo de Oro o La Fille du Régiment. Pelly sitúa la obra en una época que podríamos definir como atemporal, en primer lugar porque la taberna de Falstaff es un tugurio actual, pero en la casa de los Ford el estilo es idéntico al de los años sesenta. En algunos momentos uno tiene la impresión de ver una de esas sitcom familiares de aquellos años, en blanco y negro o en mal color. Para Pelly, Falstaff es un mafioso de poca monta viejo, sucio, gordo y venido a menos, y la familia de Ford es una familia gris de clase media-alta con cierto aire rancio. Los jóvenes, Nanetta y Fenton, buscan cualquier momento para revolcarse a escondidas de los patrones que vetan su amor. El montaje intenta hacer reír, que el público se fije en personajes a los que no miraría por la calle. Es la comicidad de un mundo lúgubre y aburrido .La obra empieza con una taberna muy pequeña y reducida, pero que aumentará de tamaño posteriormente, con las ventanas de la calle encendidas como fondo. La casa de Ford es una escalera imponente, laberíntica y enorme, ideal para la cocción de enredos familiares. El tercer acto es mucho más sencillo, con un cielo nuboso de color verde de fondo (ya presente), con un espejo que da forma a los árboles del bosque que reducirá y ampliará el espacio de acuerdo al drama y la acción. Un momento muy bello es la aparición de Falstaff en la oscuridad con los cuernos y la bata verde, o a telón bajado las conjeturas de la familia contra Falstaff. Cuando se descubre el engaño, los solistas y el coro, embadurnados de blanco, se acercan al público al cantar el irónico final. 



Daniele Rustioni dirige una orquesta que si bien acompaña a los cantantes y consigue encajar en la maquinaria de comicidad que pretende Verdi, la orquesta tarda en arrancar hasta alcanzar un nivel notable en el acto final. Bien es cierto que algunos momentos son destacables, como el solo de viento en la escena de la lectura de las cartas o las cuerdas en la aparición de los espíritus. El coro, en sus breves apariciones, logró una bella y mística intervención con el coro de espíritus del tercer acto, así como en el final de la obra. Su actuación resultó muy divertida, con gestos y expresiones hilarantes.

La función del día 7 ha sido de segundo reparto, que ha mantenido un buen nivel.

Misha Kiria ha sido una revelación como Falstaff, con una voz bella, aunque un poco ligera para el personaje. No obstante, es de agradecer que lo cante, otros mezclan canto y declamación. En la parte actoral tiene el físico y el porte para el personaje, además de agradable vis cómica.

Ángel Ódena vuelve al Real con Ford, aunque su enorme voz y presencia escénica hacen que le quede un poco pequeño al personaje. Con esa voz, su Ford es más totémico que cómico. A uno le viene a la cabeza lo que haría un Nucci aquí, pero es siempre un placer escuchar la impresionante voz de nuestro barítono.

Albert Casals es un Fenton de bella voz pero insuficiente para el personaje, ya que partiendo de un timbre agradable, pasa algún apuro en el agudo y en el tercer acto la voz no terminaba de arrancar ni en color y no es que andase aquí muy sobrado de volumen. Una pena, porque el registro medio era salvable y físicamente es adecuado para el rol.

Los comprimarios estuvieron muy bien ,empezando por el Pistola Valeriano Lanchas con una voz enorme de bajo, y los excelentes Mikeldi Atxalandabaso y Christophe Montaigne como Bardolfo y Caius.

De las mujeres, Rocío Pérez como una bella tanto física como vocalmente Nannetta (aunque a veces le faltaba un poco de volumen) y Teresa Iervolino como una Mistress Quickly bien cantada, con graves estupendos y sensual voz de mezzosoprano; fueron las lideresas vocales del reparto femenino. Raquel Lojendio estuvo muy bien como Alice Ford, pero el nivel no era el de las anteriores, aunque tuvo momentos de belleza. Gemma Coma-Alabert cumplió igualmente bien como Mrs. Meg Page.


Aunque no fuese quizá el más ideal Falstaff, el público disfrutó mucho de esta divertidísima velada de ópera, en la que el mayor triunfador fue un Verdi que terminaba su inmortal obra con un mensaje de cómica ironía sobre la sociedad y con un mensaje: en la vida, hay que reírse.



Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación  de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.