lunes, 28 de septiembre de 2020
Watching the great Kna on video: Hans Knappertsbusch conducts Wagner in Vienna.
domingo, 27 de septiembre de 2020
El más grande, en vídeo: Hans Knappertsbusch interpreta a Wagner en Viena.
De los grandísimos directores wagnerianos del pasado, casi no existen grabaciones en vídeo de sus más importantes interpretaciones. Quizá entre los que grabaron alguna ópera completa del maestro estarían Sawallisch , Böhm o Karajan. Del decano de la dirección wagneriana, Hans Knappertsbusch, solo existen registros en vídeo de conciertos junto a la Orquesta Filarmónica de Viena, además del famoso vídeo en Bayreuth dirigiendo un fragmento de Parsifal en el foso.
Durante las famosas Festwochen vienesas de 1962 y 1963, Knappertsbusch filmó dos conciertos, con obras de Beethoven y Wagner, siendo las últimas las que interesan a esta crítica: Acto primero de La Valquiria, Preludio y Muerte de Isolda y el Idilio de Sigfrido.
El famosísimo primer acto de La Valquiria, (filmado en 1963) tan habitual de las salas de conciertos, tan lírico, tan psicológico y tan sinfónico a la vez, es lo más parecido a una ópera dirigida por el gran Kna en vídeo, y especialmente del Anillo, del que dejó tres versiones en disco consideradas como las mejores de la discografía. Las limitaciones de filmación en directo, especialmente para la televisión, no favorecían la filmación de óperas completas, por eso muchas de ellas eran películas, y de las mismas un gran número eran versiones reducidas de las obras originales. En este caso los conciertos estaban filmados en el emblemático Theater an der Wien, y todos en blanco y negro y calidad limitada de imagen, comparado con diez o veinte años más tarde.
Knappertsbusch hacía maravillas con la orquesta. Dentro de su estilo vieja escuela, tan opulento, tan mayestático, con la orquesta al máximo rendimiento, era capaz de hacer sentir la grandeza y la belleza del drama wagneriano, capaz de llegar al espectador (y al oyente en sus grabaciones), sin sobrecargarlo. Con la Filarmónica de Viena estableció un vínculo artístico tan prodigioso como el que tenía con el Festival de Bayreuth, y en este sentido todas sus interpretaciones wagnerianas con los wiener son referenciales. En estas filmaciones aparece, aunque todavía recio, ya anciano y aparentemente fatigado, pero aún es capaz de ofrecernos momentos para el recuerdo y absolutamente difíciles de superar.
Los tempi de Kna eran lentos, en el famoso estilo "Bayreuth" que aprendió de directores como su maestro Hans Richter, que habían trabajado con el compositor. A veces estos tiempos podrían resultar cargantes, si escuchamos las viejas grabaciones de Muck o Von Hoesslin, pero los del director de Elberfeld aguantan y superan el paso del tiempo. Esta lentitud, este estilo de grandeza hace que cada detalle, cada instrumento, sea percibible, disfrutable y eleve al oyente, puesto que da la sensación de que cada músico es parte de la epopeya musical wagneriana. Cada sección brilla majestuosamente. El preludio de este primer acto empieza lento: la tormenta y la sensación de huida de Siegmund se sienten quizá más rústicos que la violencia y sensación de agitación de un Solti, pero las cuerdas y la orquesta que se incorporan progresivamente tampoco dejan lugar al sosiego. Por otro lado, el sonido tan característico y especial de la orquesta le viene a este estilo como Anillo al dedo. Durante la primera parte, la más teatral, Kna saca momentos mágicos de los detalles más nimios. El cello mientras Siegmund bebe agua brilla con luz propia, el viento es elegíaco a más no poder cuando el héroe cuenta su vida. Durante la segunda parte, la más conocida y la más rica y musical, la orquesta alcanza su cénit, sobrepasando en belleza a los cantantes, y a la vez complementándose con ellos para conformar el drama. La escena de cuando Siegmund descubre la espada es simplemente memorable, y en los momentos finales la apoteosis orquestal quizá se alargue más que con otras batutas, pero nos consigue transmitir la excitación, la victoria de los hermanos y amantes, con esas cuerdas brillantes y el tutti orquestal final a golpe perfecto de bombo, propio de la perfecta percusión de esta orquesta.
Lejos de la gloriosa pareja protagonista de su disco de 1957, el reparto, cuenta con una leyenda, una soprano solventísima y un tenor que pese a sus limitaciones consigue ser notable.
Como Siegmund, Fritz Uhl tiene una voz de tenor que parece ligera comparada con sus legendarios contemporáneos. De hecho tiende a abrirse mucho en la zona aguda, mostrando sus carencias y falta de autoridad vocal, pero aún así tiene la suficiente solvencia como parecer mejor que muchas voces actuales, pese a que sus dos compañeros le anulan y del enorme gallo en el agudo final. Con todo, desde la escena final del acto logra estar inspirado, especialmente en su monólogo Ein schwert verhiess mir den vater.
Claire Watson realiza aquí una Sieglinde inolvidable. La voz no solo está en su sitio, tiene una dicción exquisita, y es de gran belleza, sino que como intérprete es sobresaliente. Su interpretación de la protaginista es la de una mujer frágil, tierna, pero decidida. Su interpretación del aria Der Männer Sippe es de antología, a la altura de sus históricas compañeras, con una pronunciación dramática y un bello registro grave, unos agudos bellísimos al final de Du bist der Lenz, que canta con una voz deliciosa, sino que también es capaz de dar una preciosísima nota en casi pianissimo en "mich dünkt, ihre klang, hört ich als Kind". Watson grabó Freia y Gutrune en el Anillo de Solti, además de ser Ellen Orford en el legendario Peter Grimes de Pears y Britten. En su tiempo, tenía que competir con las históricas Rysanek, Crespin, Brouwenstijn o Grümmer, pero lo que se aprecia aquí es de un nivel tan alto que hoy en día todos los teatros se pelearían por una Siglinda así.
El mítico Josef Greindl es Hunding. Y no decepciona, ya que aun siendo aquí veterano, no se aprecia decadencia ninguna: sigue teniendo esa voz tan oscura, potente, rotunda, que atemoriza e impone. Sus miradas y expresiones hacen que el concierto gane en teatralidad. Y su última frase "hüte dich wohl!" la pronuncia como un auténtico villano, muestra de las tablas que este bajo profundo de raza tiene aún.
lunes, 21 de septiembre de 2020
Big Scandal at Teatro Real: The audience prevent the performance due to lack of social distancing measures in the hall.
I was supposed to review yesterday's performance of Verdi's Un Ballo in Maschera. I was supposed to see Ramón Vargas in his return to Teatro Real after many years, and for many people under 35, an unique opportunity. However, all those expectations vanished, just to witness the biggest scandal in the modern history of Teatro Real, a consequence of the awful pandemics we are suffering.
Shortly before the performance could have started, a female voice adressed the audience through the loudspeakers, welcoming them and remembering the safety protocol. And at the mention of safety measures, the people in the mezzanine, the cheapest zones, called Paraíso (an equivalent of the Met's Family Circus) , started to yell and boo strongly. The reason was that in their zone most of spectators were seated together, like before Covid, with no social distancing, unlike the lower zones and the parterre, with huge spaces between seats and the safety distance completely guaranteed. Even the signals of "seat unavailable" were seen in the parterre, unlike the upper zone.
Suddenly, lights were shut down, and the maestro Nicola Luisotti came to the orchestra pit to conduct the opera. But then, the protest went wilder: the people not only shouted, but also started to clap the floor with their feet and shaking the lights of their mobile phones. The overture couldn't be heard and before the opening chorus, the violins hit their instruments with their archs and the curtain fell.
Lights were turned on and despite most of the upper zone was empty enough to relocate the remaining people, the audience's outburst of rage was unstoppable. The loudspeaker female voice offered again the refund to the disagreeing people and invited them to leave the hall. The police arrived and entered the hall, but only to talk with some accomodators and leave again, finding the social distancing was fulfilled. At this point, among the audience started some voices of disagree, stating that since the refund was offered, the performance should begin, also as a sign of respect towards the artists. But the protesters refused, and even some of them wanted to be relocated on the parterre and its closest empty balconies. Later it was said this was being done, but since my seat I couldn't see it.
For a second time, lights went down and Luisotti appeared again, now looking at the audience to talk, and despite the pleas to let him talk, the protesters didn't let him, so he started again to conduct. Despite many people have left the hall, there remained enough people to keep on protesting, and they clapped and shouted again. Someone said: "Respect the artists" and a woman said "Respect the people upstairs!" and another man yelled the woman "You're gonna get it (coronavirus) by shouting so much!" The music could be heard better but still with a big noise. And then, Ramón Vargas entered and the protests went louder, so he couldn't sing. Nevertheless, he could go ahead and sang "La rivedrò nell' estasi"in those circumstances. After his aria, he stopped singing and he looked at the orchestra pit in a gesture of asking what could they do. At this point, Luisotti abandoned the orchestra pit and the curtain fell definitively.
Then, people from the parterre confronted the audience from the upper zones, and interchanged shoutings and insults. For the last time, the woman on the loudspeaker intervened to state that only the 51% of the seats were sold, as established by the law, and since performance cannot be held, it had to be cancelled. The people left then the building with a mixture of sadness and outrage. As we were leaving, we could see the accomodators affected and still very nervous for what they had gone through.
Why this did happen? In a release, Teatro Real has said that safety measures have been strictly followed and the protest came from a reduced group. Yesterday, the differences were visible between up and down: the first ones sitting very close and the second ones sitting more separately. At the beginning of the season, Teatro Real started to sell the 65% of the seats for each performance. However, they found themselves with an obstacle: the alarming increasing number of Covid-19 cases in Spain and particulary in Madrid, again the pandemic focus in the country. And with this handicap they first closed the purchase for most dates and the opening Youth gala (finally hosted on September 16th), to be re-opened some days prior the performances began.
At the beginning, everyone upstairs, supported the protest because we couldn't believe our eyes. However the legitimate protest at such organization fail, turned into an unbereable revenge when the reduced remaining group insisted on boycotting the performance and didn't let the artists, technical and other staff to do their job. They were the real damaged. And many of us wanting to see a magnificent performance with Ramón Vargas of this Verdi classic have been deprived of this. The final sensation is of sadness, because it is not easy to repeat at the opera, due to the high prices, final circumstances and now a terrible new reason.
From today, 37 areas both in Madrid City and Region have entered into a regime of restricted movility due to the incrasing cases of Coronavirus, so around 800,000 people will could be able to leave their neighbourhoods just to the essential, and possibly opera is not included among that "essential".
I really hope that situations like this won't be repeated again, for the sake of audience and above all the Teatro Real staff and artists, who doesn't deserve such a thing. Teatro Real in its release has promised to work to prevent future incidents and to communicate better with audience. We hope so, and the remaining performances could run with spectators properly distanced and without any problem. Even when for many people living in the newly lockdown areas, despite their money will be refund, that opportunity has been gone for a while.
El público derrota al Teatro Real: se suspende la representación prevista ante protestas por falta de distancia de seguridad.
Hoy tendría que haber comentado la función prevista de Un Ballo in Maschera con la que el Teatro Real abría temporada. Hoy tendría que haber visto, por primera vez, a Ramón Vargas, el legendario tenor mexicano, quien cantaba en la función prevista para este día. Pero nunca, en 19 años de espectador de ópera me podía imaginar que esas expectativas se podrían hundir debido al mayor escándalo que se ha visto en la historia moderna de este teatro, consecuencia de esta pandemia que está afectando nuestras vidas.
Poco antes de que empezara la función, y con las luces de la sala aún encendidas, una voz grabada por megafonía daba la bienvenida al público y mencionaba el cumplimiento de medidas de seguridad, cuando en ese mismo momento desde la zona del Paraíso (la más alta y la más popular del teatro junto a la Tribuna) empezó a abuchear y gritar con fuerza. La razón se debía a que en esta parte del teatro los espectadores estaban ocupando la mayoría de las butacas, todos juntos, sin las separaciones de seguridad que se llevó hace dos meses en las funciones de La Traviata. Mientras tanto, en las zonas más bajas, y por tanto más caras, la distancia de seguridad se cumplía perfectamente, e incluso con las cintas de "No disponible" que separaban los asientos ocupados de los que no se podían llenar, e incluso había palcos enteros vacíos.
Al mismo tiempo que los espectadores del paraíso aplaudían, abucheaban, pitaban y gritaban fuertemente, la gente de Platea miraba estupefacta. La gente gritaba "vergüenza", pero aunque no se oía, algunos ya gritaban "suspensión". Ya se temía que la función no se realizaría. Aún así, por megafonía una voz femenina dijo que por "problemas de colocación en Paraíso (no se entendía bien)", la función se reanudaría en quince minutos". En la zona mencionada la gente se rió a carcajada abierta y siguió protestando. Poco antes de que la función comenzara, la voz de megafonía dijo que los espectadores que no estuvieran satisfechos, podrían pedir la devolución de sus localidades y apuntarse en una lista. La gente empezó a irse, pero no toda.
De repente se apagaron las luces y el maestro Nicola Luisotti empezó a dirgir a la orquesta. Entonces el público de arriba empezó, además de abuchear más fuerte, a zapatear y mover las luces de los móviles. No podía escucharse la obertura, tras la cual, los músicos empezaron a golpear los instrumentos y se bajó el telón. Hubo aplausos. La situación empeoraba, y de nuevo la voz de megafonía ofrecía la posibilidad de devolver el dinero a quien quisiera irse. En este punto la policía llegó al Teatro Real. Tres policías estuvieron hablando en la zona de Paraíso, pero no estuvieron mucho rato. La prensa, al parecer, dijo que habían visto cumplidas las distancias de seguridad.
Aunque mucha gente se había ido para entonces, y el Paraíso quedaba bastante despejado, no se fueron los artífices de la protesta. En este punto empezaron las diferencias entre el público de arriba: algunos pedían que ya que les habían ofrecido la devolución de la entrada, que dejaran que la función comenzara. Pero les respondieron que no. Incluso algunos exigían que se les reubicara en las zonas de abajo, donde había muchos espacios vacíos. Y la palabra "suspensión", junto a "fuera", sonaba cada vez más clara: mal presagio se cernía sobre la función. De nuevo se apagaron las luces y el director Luisotti volvió a salir al foso, pero esta vez se dirigió al público y movió las manos para intentar hablar. No le dejaron: los abucheadores seguían protestando, incluso algunos pedían que dejaran hablar al maestro, sin éxito. Aunque había menos gente arriba, estaba la suficiente para hacer el ruido necesario para impedir escuchar la música en condiciones, debido a los aplausos y los gritos de fuera durante la obertura. Alguien pidió respeto a los artistas, y una mujer dijo sonoramente: "respeto para la gente de Paraíso", otra persona le respondió: "Te vas a contagiar de tanto chillar". Todo esto mientras sonaba la obertura. En ese momento, tras el coro inicial, el tenor Vargas salió a escena, pero el público empezó a abuchear y no pudo cantar, siéndole entre otras cosas, imposible escuchar a la orquesta. Tras un rato, pudo empezar a cantar su aria "La rivedrò nell'estasi", pero las protestas no cesaron ni tampoco los gritos de suspensión, con lo que escucharle en condiciones no era posible. Con todo, pudo terminarla, pero en ese momento Vargas miró al foso en un gesto que parecía decir "¿Qué hacemos?". Entonces Luisotti abandonó el foso de la orquesta y el telón se bajó, esta vez definitivamente.
Tras iluminarse de nuevo la sala, hubo gritos desaforados, incluso amenazas entre la gente del patio de butacas y el paraíso... Por última vez, la voz de megafonía (en ningún momento salió algún responsable, posiblemente por no estat allí al ser función de domingo) argumentó que las entradas vendidas habían sido un 50% del aforo total, lo que desencadenó una última y sonora protesta. Tras esta afirmación por parte del teatro, la representación se dio por suspendida, una hora después del inicio del alboroto. La gente abandonó la sala con una mezcla de indignación y frustración. En las salidas se podía ver algunas acomodadoras visiblemente afectadas y nerviosas debido a la situación que tuvieron que enfrentar, imposible de lidiar ante unos enérgicos y violentos espectadores que si pudieron suspender la función, habrían podido cómodamente con ellas.
¿De quién fue la culpa? ¿Quién ganó y perdió? A priori, no queda duda de que el único responsable es el Teatro Real con su caótica venta de entradas. A principios de mes, la venta estuvo cerrada para la mayoría de las funciones, dejando las últimas para la venta. Se entiende que pudo ser, ante la subida de contagios de Covid-19 en toda España, que estuvieran esperando a saber qué harían con el aforo vendido y sin vender. De la gala juvenil finalmente celebrada el día 16 no se sabía nada a dos semanas de su anunciado estreno. Finalmente se reabrió la venta, y asegurando el Teatro que lo haría con el 65% de aforo y cumpliendo con las mismas medidas de seguridad que tan bien funcionaron hace dos meses con La Traviata. Nada de eso ha podido verse esta noche en la zona del paraíso: Si bien es cierto que dentro del mismo había zonas libres como las tres filas más altas del final, no habría sido posible reubicar a toda la gente allí concentrada para poder cumplir con la distancia de seguridad. Tampoco habría sido posible realojarlos abajo: desde hace al menos dos temporadas los acomodadores no permiten bajar a las zonas más caras que quedan vacías después del descanso... Aun así, desde mi asiento no pude verlo, parece que sí se intentó reubicar a algunas personas abajo. Y era evidente, que abajo se podían cumplir mejor estas medidas por lo antes mencionado.
Si el Real busca "conquistar" la normalidad, ¿qué quiere decir con ello? La impresión que ha dado es la de intentar vender como en el pasado y abrir a toda costa, sometiendo al espectador a la incertidumbre ya que las directivas del gobierno son claras: aforos reducidos. Y tampoco acompaña la situación de elevados contagios que España enfrenta de nuevo. Todo el respeto que ganó con la inolvidable Traviata que le plantó cara a la enfermedad hace dos meses, se ha perdido por completo. Y estoy convencido de que el escándalo que esto levante internacionalmente, nos va a convertir en el hazmerreír operístico del orbe por una temporada. En un comunicado oficial, el Real afirma que ha sido un grupo aislado de agitadores en el Paraíso, que se había ocupado el aforo en un 51 %, y que investigará lo sucedido para que no vuelva a ocurrir en un futuro.
Pero pese a que los grandes perdedores han sido el público que no ha visto una función de ópera, así como los artistas que hasta dos veces han intentado simplemente hacer su trabajo y nadie les ha dejado, desde el mismo momento en que los alborotadores se quedaron para exigir la suspensión del espectáculo, como si las fotos, las denuncias, las reclamaciones y las noticias no fueran ya suficientes como para meter al Real en un soberano lío, y boicotear la actuación en marcha, flaco favor han hecho a la inmensa mayoría que ha reclamado legítimamente su derecho a ver ópera con seguridad ante la falta de seriedad de las normas de aforo del Real. Era descorazonador ver a músicos y cantantes no poder hacer su trabajo. Se ofreció la posibilidad de devolver las localidades, pero pese a la, repito, legitimidad de la protesta, mucha gente ha perdido la oportunidad de ver ópera, para lo que habían pagado y puesto sus ilusiones en ello, también en la zona afectada. Y para muchos será difícil volver a verla: primero por lo caro de las localidades, las circunstancias de cada espectador y segundo por algo mucho más difícil.
A partir del lunes 21 de septiembre, 37 zonas básicas de salud de la Comunidad de Madrid entran en restricción de movilidad, lo que implica que casi un millón de personas no podrán salir de sus barrios salvo para lo imprescindible, entre lo que no está contemplado ir a la ópera o al teatro. Por lo tanto, aunque nos devolvieran el dinero, algunos de los asistentes, como yo, que vivimos en estas zonas; hemos perdido definitivamente la esperanza de ver esta producción o a Ramón Vargas, quien debido su edad, posiblemente no vuelva a cantar una ópera completa en Madrid.
Las fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.