Ante la proximidad de las funciones de esta ópera en el Teatro Real, y con el mismo montaje, he decidido ver, por primera vez en mi vida, con el famoso DVD de La Traviata dirigida por Willy Decker y con un gran trío protagonista: Anna Netrebko, Rolando Villazón y Thomas Hampson.
Esta Traviata supuso la definitiva consagración de su protagonista, que se convirtió en una estrella hasta el día de hoy. Pero además supuso una revolución por su tremendo montaje, que expone la crudeza que caracteriza la historia de esta mujer deseada y repudiada a la vez, sin el rococó y romanticismo con el que se asocia esta obra. Y no solo eso, lo supone también porque es sencillamente un montaje hijo de su tiempo: una pareja protagonista con cantantes jóvenes, atractivos y que además cantan bien y tienen química en escena. En 2005 Netrebko estaba en el apogeo de su belleza juvenil y eso hizo que muchos aficionados a la ópera hicieran de esta Traviata el más claro ejemplo de lo que querían ver en todos los teatros a los que suelen ir. Hoy en día, Netrebko sigue siendo todavía una mujer joven y bella pero en mi personal opinión ya dejó de ser ese símbolo sexual que la convirtió en un peculiar ejemplo a seguir en el mundo de la ópera. Villazón también era un cantante que resultaba atractivo, además de temperamental, y la increíble química en escena con la soprano hizo que se convirtieran en la pareja lírica de moda, comenzando una colaboración en forma de actuaciones, discos en obras como Manon, Elisir, conciertos a trío con Plácido Domingo y hasta una película de La Bohème.
Willy Decker pretende que el espectador se centre únicamente en el núcleo de la obra, del que más allá no hay nada. Violetta es una mujer que le planta cara a la muerte en soledad, porque siendo la mujer más deseada de París en realidad nadie la quiere por su condición de cortesana y mujer "perdida" para su sociedad. Un drama que sigue siendo vigente. Y este montaje lo refleja como nadie. El escenario gigante de Salzburgo se convierte en un decorado blanco y prácticamente vacío. Solo hay un sofá y en la esquina derecha un reloj gigante custodiado por un anciano con una mirada y presencia aterradoras. Violetta entra en escena con un vestido rojo, suplicándole a ese hombre, que no es otro que la muerte encarnada en el Doctor Grenvil, que no haga correr el tiempo. Grenvil le da una rosa. Termina el preludio y vienen los invitados en una actitud depredadora, tanto hombres como mujeres vestidos con traje de caballero (en este montaje solo se distingue a los protagonistas, Annina, Grenvil, Gastone y el Barón, aunque estos últimos resultan difíciles de reconocer del coro masculino). Todos devoran a Violetta con la mirada, todos desean poseerla y además al mismo tiempo. Alfredo es distinto, aunque proviene de ese entorno. Alfredo no es un joven engreído aquí, sino temperamental, aunque impulsivo. El reloj corre rápidamente, durante la despedida de los invitados en el primer acto, para angustia de la protagonista.
En el segundo acto, unos muebles cubiertos con sábanas floridas sugieren la pasión en el entorno bucólico donde Violetta y Alfredo viven. La pasión es palpable e incluso transferible. Alfredo se entera de las deudas de la pareja y se lo reclama a su amada mientras canta... para el recuerdo las caritas tiernas de "me has pillado" de Netrebko en esta escena. Cuando llega Germont, ella se despoja de su sábana florida y queda expuesta con una bata blanca, quedando vulnerable. Germont y su hijo pelean físicamente cuando el primero canta sus arias: el bofetón que le da cuando le dice "Ne rispondi d'un padre al affetto" a su hijo y luego el forcejeo y los gritos que dan cuando Alfredo decide ir a la fiesta a vengarse. La escena de la fiesta de Flora es la celebración de la humillación de Alfredo, con los invitados burlándose de él y un hombre vestido de rojo intenta seducirle de broma. Violetta ya aparece consumida, y de hecho cuando Alfredo le tira el dinero, lo hace sobre ella recostada en el reloj gigantesco, señal de que su fin está cerca. Es el único momento además donde el coro tiene algo de humanidad y cantan con solemnidad y hasta empatía. Durante el tercer acto, el coro retrocede ante la amenazante mirada de Grenvil-Muerte. El escenario queda desnudo, y Violetta canta su aria en el reloj. Al terminar, sucede algo terrorífico: los invitados cantan el coro de carnaval invadiendo la escena y traen a una mujer a la que ponen el vestido rojo y la ponen sobre el reloj, para llevársela al fin de la pieza. Todo ante la asustada mirada de Violetta, porque sabe que esa muchacha ocupará su lugar, una vez que la hayan usado hasta marchitarla. La llegada de Alfredo y su padre suponen el último acto de rebelión de Violetta, que le planta cara a la muerte. Finalmente, el doctor Grenvil-Muerte la abrazará, y tras esto la protagonista se desploma para siempre ante la vista de los presentes, y solo el doctor canta su línea trágica "È spenta!". Violetta muere sola y tristemente, ante la impotencia de los que la rodean. La tragedia de un juguete roto.
Carlo Rizzi dirige a la Orquesta Filarmónica de Viena de la que obtiene un sonido estupendo al principio, en el que la orquesta es una simple servidora del drama y de las voces, pero en el segundo acto pierde el control y la orquesta suena perdida, casi como una banda, durante el dúo de Violetta y su suegro. Luego se recupera en el tercer acto, dando una versión preciosa del preludio. En vivo debió de sonar como si estuviera abusando del forte. El Coro de la ópera de Viena está magnífico, y ofrece una actuación memorable (me pregunto si Decker pudo haber visto y sacado la inspiración de la turbia escena final de la película Réquiem por un sueño, donde unos lascivos ejecutivos disfrutan viendo sexo en vivo).
Anna Netrebko es la estrella de este vídeo. La fama que obtuvo tras esta Traviata ya la conocemos todos, de dimensiones hollywoodienses. Netrebko, además de estar en su esplendor físico, resulta ser una gran artista. Su voz era aún lírica, con un sonido sensual, un vibrato bien controlado que la beneficiaba, y su registro medio se acercaba al sonido dramático de los roles que hoy canta. Por eso mismo, posiblemente en el primer acto no rinda con la misma intensidad que en los restantes. Inolvidable versión la que da en el Addio del Passato, o el pianissimo dramáticamente entonado en Dite alla Giovine o Alfredo, Alfredo di questo core. Y como actriz también cumple, cambiando en la misma escena una mirada inicialmente tierna, alegre, en otra más demacrada, abatida, muestra de su enfermedad. Una interpretación histórica.
Rolando Villazón no se queda atrás, ya que aquí también se encontraba en el momento más álgido de su carrera. Su voz, suena juvenil, aunque aparecen trazos de brusquedad que quizá serían el origen de lo que pasaría luego con su voz, además de algunos sonidos baritonales. Posiblemente sea su mejor creación, ya que como se ha dicho antes su Alfredo es temperamental, apasionado, y todo eso lo pone al servicio de su voz, resultando en una actuación memorable.
Frente al brillo de la pareja protagonista, el punto flojo es el Germont de Thomas Hampson. Primero porque la voz se pasa un poco de aguda para lo que se espera oir del personaje, y luego porque su interpretación es irregular. En su primera aparición sus expresiones parecen de cine mudo, si bien luego mejora. Su Germont no es el padre conservador, autoritario e imponente de un Bruson y un MacNeil, sino un villano intrigante, liante y mentiroso que solo se da cuenta de su error cuando es demasiado tarde y lo hace con tintes melodramáticos, sin la compostura esperable de un personaje además orgulloso. Vocalmente mejora en su aria y cabaletta, donde enfoca su voz aguda con solventes fines dramáticos, impactante ese "Ah, resta" del final de la primera escena del segundo acto cuando intenta detener a su hijo. Esa solvente, alternativa interpretación de Germont la mantiene dignamente en el resto de la obra.
El resto del reparto está a un buen nivel, empezando por la Annina de Diane Pilcher. Pero en este montaje hay un cuarto protagonista: el Doctor Grenvil que aparece como la muerte, y está presente en casi toda la obra. El veterano Luigi Roni (recientemente fallecido por causa de este Covid-19 que azota al mundo) hace de la temible visión de Decker una interpretación memorable, dando realmente miedo con esas miradas amenazadoras, y robándose la pantalla cada vez que sale. Vocalmente es intachable en sus pocas frases, conservando su voz de bajo profundo. Por todo esto, ha interpretado este poco relevante personaje en la mayoría de grandes teatros que han escenificado este montaje, porque lo hace como nadie, que le llevó a cantarlo por todo el mundo, significando un glorioso retorno final a la escena musical.
Este montaje se ha convertido en La Traviata de nuestros días, por eso sigue vigente después de 15 años. Plenamente consciente de que su representación en Madrid no será la misma debido a las medidas de seguridad que nos impone esta pandemia que vivimos, espero que las funciones puedan retener lo máximo posible de la calidad original de este poderoso montaje.
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