Vuelve Tannhäuser a la colina verde después de cuatro años de ausencia, cuando se retiró del cartel la abucheadísima producción de Sebastian Baumgarten, que ambientada toda la obra en una fábrica de biogás.
Kratzer propone una versión divertida de la obra, convertida por momentos en una comedia camp, y consiguiendo algo nunca visto en Bayreuth: que el Festspielhaus mismo sea parte de la representación y ambientación, lo que en los dos primeros actos refuerza la ironía y la comicidad del montaje. El tercer acto, es por el contrario, desgarrador y trágico. Con Kratzer, la gran tragedia romántica del poeta maldito se convierte en una tragicomedia. Tannhäuser es un artista incomprendido, decididamente valiente y arrogante. El ser distinto es algo que le vale el rechazo radical de su comunidad. En la visión de Kratzer no es menos, solo que a diferencia de la visión tradicional, donde la esperanza se convierte en redención, aún cobrándose la vida de sus protagonistas, aquí no hay esperanza alguna, sino una ruptura total de los vínculos entre sus personajes.
La obertura empieza con una filmación desde el aire de los paisajes típicos de la Turingia, con el castillo de Wartburg. Abriéndose paso entre las carreteras, aparece una vieja furgoneta Citroën, donde encontramos a un grupo de cuatro amigos que van sin rumbo: Tannhäuser (vestido de payaso), Venus (caracterizada como una activista anarquista), Oskar (el personaje Oskar Matzerath, de la novela "El tambor de hojalata", de Günter Grass, interpretado por un actor con enanismo) y Le Gateau Chocolat (una drag queen negra), quienes se dedican al robo de poca monta. En un momento dado, Gateau se dedica a hacer footing mientras el coche atraviesa los campos de la Turingia. En el camino, pasan por una fábrica de biogás que cierra "por falta de demanda", una alusión a la anterior producción de la obra en Bayreuth. En un momento dado, el grupo se queda sin comida ni combustible. Entonces, deciden ir a un Burger King. Mientras Gateau y Oskar roban gasolina en un bidón y reparten panfletos (que se verán en toda la obra) con un lema de Wagner que dice "Libre en la voluntad, libre en la acción, libre en el disfrute", Tannhäuser y Venus intentan pagar la comida con una tarjeta falsa. Al intentar escapar, se encuentran con un policía. Venus no lo duda: pisa el acelerador y el policía muere atropellado. Aturdidos, los amigos deciden poner rumbo a ninguna parte.
Se abre el telón, y la furgoneta llega a una casa donde se ven estatuas de gnomos. Allí toman la cena del Burger. Tannhäuser está arrepentido, tocado por la experiencia del policía, mientras que Venus intenta que todo pase. Ambos se suben a la furgoneta y simulan conducir mientras la pantalla representa una carretera en movimiento. Tannhäuser se baja del vehículo y cae a un bosque (representado por la pantalla) y entonces se encuentra con el Pastorcillo, que es una blaue mädchen, es decir una de los jóvenes azafatos del Festival de Bayreuth, que se dirige al teatro en bicicleta. Se abre de nuevo el telón y se ve en escena ni más ni menos que la explanada del mismísimo Festspielhaus de Bayreuth, donde los peregrinos son los invitados al festival (¿será por las entradas por las que han esperado tantos años?), lujosamente vestidos. Finalmente Tannhaüser se encuentra con los caballeros y el Landgrave, que son artistas del festival.
El segundo acto nos muestra una representación de la ópera en el mismo Festspielhaus. Se trata de una puesta en escena completamente clásica, con una recreación de un pétreo salón románico y con los personajes vestidos casi como hace quinientos o setecientos años. Este escenario clásico ocupa una parte del escenario mientras que arriba se proyectan imágenes detrás de escena, con los artistas saliendo del escenario. Primero se ve a Elisabeth algo fría, pero luego se reconcilia con su amado. La entrada de los invitados es un momento divertido por lo que ocurre en los pasillos del Festival paralelamente. Venus, Oskar y Gateau llegan al Festspielhaus y ponen un estandarte con el lema de Wagner anteriormente mencionado. Luego, para colarse en la función, Venus encierra en el baño a una de las sopranos que interpreta a los pajes y se viste como ella, colándose en la función. El concurso de canto termina convertido en una trifulca auténtica. En su himno al amor, Oskar y Gateau aparecen, para alegría de nuestro héroe, y Venus descubre su identidad. Elisabeth pedirá por su amado, pero aunque primero elige estar con la diosa, termina conmovido. Ha habido un alboroto tan grande que fuera de escena (es decir, en la pantalla arriba del escenario) podemos ver como un técnico habla con una misteriosa rubia, que se ve obligada a llamar a la policía.
Esa mujer no es otra que la mismísima Katharina Wagner, que hace un cameo en el montaje. Llega la policía al teatro y se mete en el escenario, llevándose a Tannhäuser detenido al grito de "¡A Roma! mientras Gateau coloca la bandera del arcoíris en el arpa, cubriéndolo.
El tercer acto es una ruptura completa de lo anterior. Ahora se ve la furgoneta abandonada y destrozada, en estado calamitoso. Oskar, viviendo en la indigencia, se dispone a comer cuando aparece Elisabeth, aún con el traje de la representación, ya enajenada mentalmente. El coro de peregrinos es un coro de mendigos y gente pobre, no se sabe si simples indigentes o incluso refugiados (en alusión al fenómeno social que está viviendo Alemania en estos momentos), tras el cual, Elisabeth se despoja de su traje y se dispone a rezar, mientras Wolfram se viste con el traje de payaso de Tannhäuser. Solo así, engañando a Elisabeth en su locura, puede satisfacerse sexualmente, un deseo largamente mantenido. Ella le toma por Tannhäuser y mantienen relaciones sexuales en la furgoneta, tras lo cual él canta su romance a la estrella. Aparece Tannhäuser como un mendigo expulsado del sistema, Wolfram descubre una partitura de obras de Wagner que el protagonista destrozará al final de su relato. Venus aparece, siguiendo con su actividad revolucionaria en solitario. Finalmente, Tannhäuser entra en su viejo vehículo para descubrir que Elisabeth se ha suicidado. Mientras la abraza tristemente y el coro final de peregrinos y caballeros suena detrás de escena, en una pantalla situada a lo alto, se ve a Tannhäuser y Elisabeth fugarse juntos en la furgoneta por la carretera, una alusión a cómo deberían de haber sido las cosas si él hubiera tomado otro camino, tras lo cual cae el telón.
Valery Gergiev realiza una dirección que ha sido tachada de anodina. Ha obtenido un estilo a veces un tanto duro, con tempi rápidos y una áspera dirección, ideal para grandes obras del repertorio ruso, pero aquí un tanto desubicado. No obstante, con esta orquesta gloriosa raro es no salvar la noche. Quizá la entrada de los invitados y el preludio del acto tercero estuvieran entre los mejores momentos de la noche. El coro, como siempre a su excelso nivel a cargo de Eberhard Friedrich.
Stephen Gould vuelve a un rol con el que debutó en este escenario en el año 2004. Gould es uno de los grandes tenores wagnerianos de hoy, pero la voz ya aparece cansada. Durante el primer acto en la zona aguda ya da signos de cansancio. El mejor momento vocal de Gould ya ha pasado, pero el estilo y lo que un día fue esa voz sigue ahí. En el segundo acto consigue una interpretación heróica, y en el tercero aprovecha su debilidad vocal en su favor, logrando una interpretación conmovedora de la narración de Roma. Un gran artista como Gould consigue con su experiencia superar sus limitaciones vocales y lograr una interpretación sobrecogedora.
Lise Davidsen ha sido una gran revelación. A sus 32 años, la joven soprano se consolida como una promesa. En su voz hay sonidos que recuerdan el estilo y la emisión de grandes intérpretes wagnerianas, y en general suena agradable y con un timbre dramático admirable. Queda mucho por pulir, pero si lo consigue en poco tiempo será una wagneriana de referencia como hoy lo son Stemme y Theorin.
Markus Eiche vuelve al rol de Wolfram tras cantarlo en 2014 en el anterior montaje. La voz ha mejorado, pero sigue siendo el suyo un Wolfram más bien ligero, aunque con una apreciable dicción liederística. A medida que avanza la función mejora, logrando un tercer acto destacable.
Stephen Milling es un excelente Landgrave, deslumbrando en el segundo acto, con unas grandes intervenciones con su voz y graves de bajo profundo.
Elena Zhidkova es una Venus que si bien tiene un físico espectacular y como actriz cumple sobradamente con el personaje, pero vocalmente no es suficiente. Si bien el centro es apreciable, los agudos a veces le fallan y vocalmente no parece más monolítica que seductora.
Daniel Behle es un excelente Walther. Kay Stiefermann no termina de destacar como Biterolf. Katharina Konradi en cambio sí es un dulce y agradable pastorcillo. Esta función supuso el debut, n el rol de Heinrich der Schreiber, del asturiano Jorge Rodríguez-Norton en Bayreuth, siendo el tercer español que canta en la colina verde, tras Victoria de los Ángeles y Plácido Domingo.
Además de los roles cantados, mucha relevancia han tenido en el montaje, el actor con enanismo Manni Laudenbach como Oskar y el drag queen Le Gateau Chocolat haciendo de sí mismo, cuyos personajes han tenido el mismo peso que los de la obra, y dando el toque de humor al drama, especialmente Le Gateau, quien recibió un injusto abucheo al final, siendo el único del elenco al recibirlo, si bien los directores Gergiev y Kratzer recibieron más.
Esta producción ha sido recibida, como siempre con un estreno, con aplausos y abucheos. Los elementos que la componen son teatro puro, regietheater del más alto nivel. Y una vez más, gracias a la disponibilidad del vídeo en la web de la cadena de televisión alemana 3sat por un tiempo, de nuevo en cualquier hogar del mundo podemos disfrutar de la magia de Bayreuth.
Aquí puede verse en la web de 3sat hasta el 13 de octubre.
https://www.3sat.de/kultur/festspielsommer/bayreuther-festspiele-2019-100.html
Algunas fotografías no son de mi autoría, si alguien se muestra disconforme con la publicación de cualquiera de ellas en este blog le pido que me lo haga saber inmediatamente.
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