Christoph Eschenbach, ¡toda una institución! El famoso pianista y director de orquesta alemán está de visita en España, poniéndose al frente de la Orquesta de Radio Televisión Española, con un programa doble, la Sinfonía nº 36, "Linz" de Wolfgang Amadeus Mozart, y la Séptima Sinfonía de Anton Bruckner, que además de en Madrid, interpretará en Úbeda y Granada a lo largo de este fin de semana. A sus 84 años, el maestro Eschenbach, quien tuvo una dura infancia como niño huérfano y superviviente de la Segunda Guerra Mundial, ha desarrollado una gran carrera que le ha llevado a ser titular de Orquestas como la Sinfónica de Washington, la NDR de Hamburgo o la de su Breslavia natal, además de haber desarrollado también una interesante carrera como director de ópera, especialmente wagneriana, incluyendo en 2000 un Parsifal en Bayreuth y un Anillo en París en 2006. En España ha venido de vez en cuando, dirigiendo la Orquesta Nacional de España y la presente orquesta, además de venir con la Orquesta de París a dirigir el "Sigfrido" de Wagner en El Escorial.
La sinfonía "Linz" fue compuesta por Mozart durante una visita a la casa del conde de Thun en dicha ciudad austríaca. A instancias del conde, estrenó la obra en noviembre de 1783. Dado que se encontraba de vacaciones, Mozart no llevaba consigo ninguna composición, así que tuvo que componer esta sinfonía en pocos días. Compuesta de cuatro movimientos, esta sinfonía virtuosa, de música grandilocuente y clásica, es hoy en día una de las sinfonías más famosas del compositor austríaco. El maestro, que se hizo esperar, entró y dirigió una notable versión, académica, que fue a más a lo largo de la obra. A destacar la perfecta fusión del sonido de la percusión con la cuerda, que también fue a más. El viento sonó vehemente, firme, durante las dos obras.
La segunda parte, era sin duda la más esperada: la bellísima y monumental Séptima sinfonía de Anton Bruckner. Eschenbach está ligado a este compositor, pues debutó con su tercera sinfonía. La Séptima supuso la consagración definitiva de Bruckner para el gran público, tras su estreno en Leipzig en 1884, cuando el músico ya rondaba los sesenta años. Fue el inicio de una década frenética, en la que empezó a revisar todas sus sinfonías, y cuyo culmen sería el éxito de la Octava Sinfonía en 1892. Hoy día es una de las sinfonías más queridas de este compositor que tiene fama de "difícil" entre los públicos no germanos. La estructura y la música de esta obra sugieren una ambientación en una catedral (un tema recurrente en la música de Bruckner). Los dos largos primeros movimientos resumen la esencia del estilo del compositor, con su belleza, su misticismo y su fuerte religiosidad, en una cima creativa que luego se compensa con los dos alegres y más ligeros movimientos finales.
La expectación era máxima y Eschenbach no defraudó: desde el inicio de la sinfonía, con los violonchelos anunciando el amanecer, seguidos por el metal, y seguidos por el resto de instrumentos que brillaron con luz propia, la orquesta mostró un sonido espectacular, con un ritmo tendente a lo calmado, que permite recrearse en la majestuosidad, el misticismo y la inspiración wagneriana de la obra. Uno de los pocos inconvenientes fueron quizá que en los tutti orquestales en el final del primer movimiento y al en el primer gran tutti del segundo, el poderoso metal tapó a las cuerdas, que tienen bellos pasajes. La interpretación del Adagio fue majestuosa, lenta, recreándose en cada sección, la cual transmitió el carácter religioso y espiritual de este movimiento, en el que la influencia de Richard Wagner está presente. El nivel se mantuvo en los dos movimientos finales, destacándose especialmente la cuerda en el tercer movimiento, y el metal en el movimiento final.
El concierto terminó con una ovación cerrada a Eschenbach y a la orquesta. Inexplicablemente para un evento musical de tal calibre, la sala estaba quizá a la mitad o menos de su ocupación. Quizá se deba a que se trataba de un concierto fuera de abono o a la popularidad de Bruckner, menor que la de Mahler. Pero los que estuvimos, salimos de la sala con el convencimiento de haber asistido a una velada realmente inolvidable.
Musical event in Madrid: Christoph Eschenbach conducts Bruckner and Mozart with the ORTVE.
Madrid, June 14, 2024.
Christoph Eschenbach, something of an institution! The famous German pianist and conductor is visiting Spain, to conduct the Orquesta de Radio Televisión Española (Spanish Radio Television Orchestra), with a double program, Symphony No. 36, "Linz" by Wolfgang Amadeus Mozart, and the Seventh Symphony by Anton Bruckner , which apart from Madrid, will be performed in Úbeda and Granada in a tour throughout this weekend. At 84 years old, maestro Eschenbach, who had a tough childhood as an orphan child and survivor of the Second World War, has developed a great career that led him to be the principal conductor of orchestras such as the Washington Symphony, the NDR of Hamburg or that of his native Wrocław, in addition to having also developed an interesting career as an opera conductor, especially in Wagner, including a Parsifal in Bayreuth in 2000, and a Ring in Paris in 2006. He has come to Spain from time to time, conducting the Spain National Orchestra , or in the past a touring performance with the Orchestre de Paris, to conduct Wagner's "Siegfried" in El Escorial.
The "Linz" symphony was composed by Mozart during a visit to the house of the Count of Thun in that Austrian city. At the count's request, he premiered the work in November 1783. Since he was on vacation, Mozart did not have any compositions with him, so he had to compose this symphony in a few days. This virtuoso 4-movement symphony, of grandiloquent and classical style and structure, is today one of the most famous symphonies of the Austrian composer. The maestro, conducted a remarkable, academic version, which went further throughout the work. To highlight the perfect fusion of the sound of the percussion with the strings, which also went further. The woodwind sounded firm during both works.
The second part was undoubtedly the most awaited: the beautiful and monumental Seventh Symphony by Anton Bruckner. Eschenbach is linked to this composer, since he made his debut conducting Bruckner's Third symphony. The Seventh marked Bruckner's definitive recognition in the musical scene, after its premiere in Leipzig in 1884, when he was around sixty years old. It was the beginning of a frenetic successful decade, in which he began to revise all his symphonies, and whose culmination would be the triumphal premiere of his Eighth Symphony in 1892. Today it is one of the most beloved symphonies of a composer who has a reputation for being "difficult" among non-German audiences. The structure and music of this work suggest a cathedralistic ambiance (a recurring theme in Bruckner's music). The two long first movements summarize the essence of the composer's style, with their beauty, mysticism and strong religiosity, in a creative peak, followed by the two cheerful and lighter final two movements.
The expectation was high, and Eschenbach did not disappoint: from the beginning of the symphony, with the cellos announcing the dawn, followed by the brass, and followed by the rest of the instruments that shone with their own light, the orchestra showed a spectacular sound, with a rhythm tending towards the calm, which allows one to recreate in the majesty, mysticism and Wagnerian inspiration of the work. One of the few drawbacks, was perhaps that in the orchestral tutti at the end of the first movement and in the first great tutti of the second, the powerful brass' volume covered the strings, which have beautiful passages. The interpretation of the Adagio was majestic, slow, recreating itself in each section, which transmitted the religious and spiritual character of this movement, in which the influence of Richard Wagner is present. The level was kept in the final two movements, with the strings in the third one especially standing out, and the brass in the final one.
The concert ended with an outstanding ovation for Eschenbach and the orchestra. Unbelievably for such a musical event, the hall was half occupied at its best. Perhaps it was because it was a non-subscription concert, or because Bruckner's popularity was lower than Mahler's. But those of us who were there, left the room with the conviction that we had attended a truly unforgettable evening.
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