jueves, 2 de octubre de 2025

La última pasión de una mujer: Pepita Jiménez en el Teatro de la Zarzuela.


Madrid, 1 de octubre de 2025. 

Hoy en día Isaac Albéniz es conocido principalmente por su obra para piano. Pero también tuvo una faceta como compositor de música escénica, que no ha conocido el mismo reconocimiento. Y dentro de esta faceta poco explorada, Albéniz compuso varias obras en inglés, tres de ellas surgidas de la colaboración con el libretista inglés Francis Burdett Money-Coutts: Merlín, Henry Clifford, y Pepita Jiménez. Estas tres óperas han conocido cierta difusión debido a las grabaciones que José de Eusebio y Plácido Domingo hicieron a principios de los años 2000. Merlín fue estrenada escénicamente, con todos los honores, en el Teatro Real en 2003 (aunque en los años 50 en Barcelona se estrenó una versión corta en español). Henry Clifford se estrenó en el Liceu de Barcelona en 1895, cantada en italiano, conociendo un éxito discreto; siendo reestrenada en versión concierto en Canarias en 2009. Al año siguiente, en 1896, se estrenó, también cantada en italiano, Pepita Jiménez, basada en la novela de Juan Valera. 

De esta obra, habría varias versiones, que se conocieron en diferentes estrenos: si la de 1896 en italiano fue de un acto, en 1897 se estrenó en Praga en alemán, pero en dos actos, y luego en París y Bruselas en francés. En 1964, Pablo Sorozábal hizo una versión en tres actos, y cantada en español que se estrenó en el Teatro de la Zarzuela, con nada menos que Pilar Lorengar y Alfredo Kraus como pareja protagonista. En tiempos más recientes, se ha escenificado en versión inglesa. En 2013, se vio la versión en inglés en los Teatros del Canal de Madrid, dirigida en lo escénico por Calixto Bieito y con Nicola Beller Carbone en el rol principal, producción que se repondría en Oviedo en 2015. Ahora en 2025, vuelve al Teatro de la Zarzuela en la versión de Sorozábal.


Para esta ocasión, se ha contado con Giancarlo del Monaco para la puesta en escena. El veterano regista realiza una puesta en escena ambientada en los años veinte o treinta del siglo pasado, a juzgar por el vestuario de Jesús Ruiz. La escenografía de Daniel Bianco, muestra una omnipresente enorme estructura de tres plantas y escaleras, que además gira durante buena parte del segundo acto. Al comenzar la música, hay un telón negro, y Pepita, con la apariencia más de una viuda madura que de la joven veinteañera de la historia original, agarra el telón hasta tirarlo al suelo, convirtiéndolo en un enorme manto. Al fondo hay una pintura de un cielo en atardecer y en escena un cerezo, además de un enorme cuadrilátero con un espejo que refleja la puesta en escena. La represión sexual de Pepita no sólo se manifiesta con el amor prohibido hacia Luis, sino que en un momento dado, besa al vicario. En el segundo acto, la enorme estructura gira sin parar durante el aria de Pepita, para luego mostrar en el centro del escenario una enorme cama, y en las plantas superiores, al coro, con las mujeres vestidas de negro con una mantilla blanca en la cabeza. Durante el tercer acto, el más intenso en todo sentido, mientras suena el bello preludio, Pepita se desviste para dormir, mientras caen pétalos blancos sobre el escenario. Luis aparece descalzo, y es aquí donde empiezan las contradicciones con el libreto. Luis cae rendido a los encantos de una Pepita que, rodeándole con una enorme sábana negra, le empieza a desvestir, mientras que canta que su amor es fraternal y que el beso que se dieron fue un error. De hecho, hay un breve momento donde tienen relaciones sexuales (evidentemente simuladas), y mientras el libreto muestra un último intento de rechazar a Pepita, Luis parece seguir luchando contra las caricias de ella. Finalmente la acepta, pero ella muere en la cama. 

Aún a través de la orquestación de Sorozábal, se puede ver que la música de Albéniz muestra varias influencias tanto del verismo, wagnerianas y sobre todo una esencia española, presente en muchos momentos de la obra. Guillermo García Calvo dirige la Orquesta de la Comunidad de Madrid (la titular de la Zarzuela), en una interpretación entregada, tratando de extraer toda la fuerza sonora de la obra. El viento madera tuvo su momento de lucimiento en el bello nocturno que da inicio al tercer acto. Bien el coro, aunque algo afectado por su situación en la estructura escénica y por la orquesta.


Ángeles Blancas interpretó a Pepita. La voz tiene presencia y volumen, aunque en algunos agudos, cuanto más arriba, sonaba un poco estridente. Su autoridad escénica compensó cualquier limitación, convenciendo aquí como una Pepita que no es una joven viuda, sino una experimentada mujer madura ilusionada con un bello joven. 

Poco antes de empezar la función, se anunció que el rol de Luis lo cantaría el tenor Antoni Lliteres en lugar del previsto Leonardo Caimi. No sé cómo sonaría Caimi, pero Lliteres dio la interpretación más aplaudida de toda la función. Su bella voz juvenil, lírica transmitieron la belleza y pureza de su personaje. Estuvo espléndido en su aria del tercer acto, que fue muy aplaudida, y en el dúo siguiente. 

En cuanto al resto del elenco, todos bastante notables: el veterano Rubén Amoretti un Vicario muy bien cantado, igualmente la mezzosoprano Ana Ibarra, una Antoñona bien cantada, así como Rodrigo Esteve en el rol de Pedro (el padre de Luis) y Pablo López como Genazahar.

Nunca había estado en una función de estreno del Teatro de la Zarzuela, algo que me gusta que siga siendo asequible al público, a diferencia de las funciones de estreno del Teatro Real, a precios exorbitantes. No es que estuviera lleno el teatro, por otra parte.  

Al final de la función, hubo aplausos para el elenco musical, especialmente para Lliteres. Sin embargo, al salir el equipo escénico, hubo abucheos. Incluso Del Monaco hizo el ademán de poner la oreja para escucharlos. Mientras todo el equipo recibía los aplausos, un técnico del teatro colocó una bandera palestina en la plataforma escénica, lo que fue muy aplaudido. Sin embargo, poco después aumentaron los abucheos, no se sabe si por Del Monaco o por la bandera.

Con todo, recomendable asistir a estas funciones, es una oportunidad única, con una ópera interesante que no se repondrá previsiblemente en mucho tiempo.


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