lunes, 30 de junio de 2025

La cruel tragedia de un juguete roto: La Traviata, al fin escenificada, en el Teatro Real.


Madrid, 29 de junio de 2025.

Cada vez que se programa La Traviata en el Teatro Real es un evento cultural y social: mención en los medios de comunicación, presencia de la flor y nata de la alta sociedad madrileña el día del estreno, el cartel de "No hay billetes" colgado en las taquillas, y si se tercia, emisión por televisión. Este año, además coincide con la Semana de la Ópera, con lo que habrá transmisión directa de una representación en pantalla gigante en la Plaza de Oriente, con afluencia de miles de personas, y a muchos centros culturales de España el 19 de julio.

Para este regreso, se ha contado con la famosa producción de Willy Decker, que se estrenó hace veinte años en el Festival de Salzburgo, y que catapultó a la fama a Anna Netrebko, la gran diva rusa. Esta producción ha recorrido los principales teatros del mundo, con gran éxito, y se ha convertido en un clásico. En la temporada 2019-2020, el Real ya lo había programado para dos tandas de funciones en mayo y julio de 2020. Sin embargo, ese año tuvo lugar la pandemia por el Covid-19, que paró toda la actividad en el mundo y confinó a sus habitantes en sus casas en todo el planeta, lo que incluyó la paralización de la actividad operística, no había tiempo de pensar en ópera con tanta gente muriendo por coronavirus. Perdidas las funciones de mayo, cuando se anunció que en julio de ese año se iban a programar veintiocho funciones de esta ópera, con los repartos inicialmente previstos (excepto Nadine Sierra, Plácido Domingo como Germont padre, debido al escándalo surgido entorno a su persona; y el legendario Luigi Roni como el Doctor Grenvil ya que murió por Covid en marzo de ese año) , la sorpresa fue mayúscula. Finalmente, las funciones tuvieron lugar, con fuertes medidas de seguridad, en una versión semiescenificada (sin posibilidad aún de representar montaje alguno) que separaba a cantantes y coro en el escenario. Con este emotivo regreso de la ópera a la ciudad, también regresaba la ópera de primer nivel al mundo, pues el Real fue el primer teatro importante en volver a representarla.

Cinco años después, esta aclamada producción por fin llega a la capital, y con ella, el director de orquesta Henrik Nanási y la soprano Nadine Sierra, previstos para las funciones de mayo de 2020, y un par de secundarios de las funciones de julio de ese año; acompañados de nuevos elencos. En las navidades de 2022, Sierra y el tenor español Xabier Anduaga cautivaron al público del Teatro Real con La Sonnambula, y en la primavera pasada hicieron lo mismo en Barcelona con ese título. Ahora estos artistas, favoritos del público, vuelven a subirse a las tablas del Teatro Real para deleitarnos con la ópera más famosa del mundo, de la que son además reconocidos intérpretes.

La puesta en escena de Willy Decker sigue siendo tan dura y tan impactante después de dos décadas. Es una Traviata distinta a cómo estamos acostumbrados a verla, y al mismo tiempo tan fiel a la esencia de la historia, que sigue siendo vigente, ciento setenta y dos años después de su estreno. ¿Qué familia "bien" recibiría con agrado que su hijo tenga relaciones con una prostituta de lujo? Este tipo de personajes son víctimas de la hipocresía de la sociedad: son usadas como juguetes de placer, a las que se niega el derecho de rehacer su vida si intentan abandonarlo. De todo esto la minimalista producción se hace eco: no hay romanticismo, ni galanterías, ni trajes barrocos, ni salones lujosos ni habitaciones elegantes, aquí lo que importa es la tragedia de una mujer a la que le queda muy poco tiempo de vida, que sufre por intentar amar y luchar contra su inevitable muerte, y que la sociedad desecha tras haberse aprovechado de ella. Uno deja la función con una sensación de tristeza para con Violetta, y con indignación por su sufrimiento. Duele ver tanta crueldad para con una mujer enferma.

Nada más entrar al teatro nos espera ese curvo escenario blanco, con un enorme reloj, que representa el poco tiempo de vida que le queda, y cerca de él sentado el Doctor Grenvil, que representa la muerte. Al fondo, a veces se ve un mural de flores. La única mujer que importa aquí es Violetta, con su ya icónico vestido rojo. Los demás, son todos hombres babosos (incluso las mujeres, aquí vestidas de hombre salvo la sirvienta) que la rodean lujuriosamente. El reloj avanza rápidamente en el breve coro final del primer acto, acortando la vida de Violetta. El segundo acto empieza con Violetta y Alfredo jugando como una pareja juguetona, envueltos en batas floridas que se funden con las sábanas que cubren el sofá. La segunda escena de dicho acto no muestra a gitanas y toreros bailando, sino al coro enmascarado atormentando a Alfredo con un hombre con el mismo vestido rojo que lleva Violetta y acosándole sin parar,. Solo cuando, en la ya clásica escena en la que Alfredo humilla a Violetta tirándole el dinero para pagarle lo que ha gastado en él, el coro muestra algo de humanidad y aparece sin máscaras. Poco les durará: en el tercer acto, aparecerán para llevarse el enorme reloj, y poner encima de él a otra mujer vestida de rojo: el próximo juguete roto. En el triste tercer acto, el escenario más vacío que nunca, se ve a una Violetta débil, agonizante, ante la mirada antenta del doctor-muerte, a la que solo anima un poco la visita de Alfredo. De hecho, al final, la pobre muere sola ante la apática mirada de todos.


La dirección orquestal de Henrik Nánási tiene algunos momentos brillantes, como el tempo pausado en el arranque de cuerdas del preludio del primer acto, y a lo largo del triste preludio del tercero, dos momentos en los que se lució la Orquesta del Teatro Real. Pero poco más: la interpretación es rápida, y está más para acompañar a los cantantes y cuidar sus voces. Además, la función comenzó al estilo Bayreuth: las luces se apagaron y empezó a sonar el preludio, cuando algunas conversaciones aún se oían. A excepción del Addio del Passato, que se cantó completo, la partitura se presentó con los conocidos cortes en el Ah, Fors'è lui, el O mio rimorso y el Non udrai rimproveri.

El Coro del Teatro Real tuvo problemas para hacerse oír, debido a la forma de la producción, el cantar detrás de máscaras en el segundo acto, y el estar colocados a veces arriba del escenario, algo que también afectó a los comprimarios, muchas veces indistinguibles del coro. Aun así, la formación de José Luis Basso alcanzó su mejor momento en la segunda mitad del segundo acto, emocionante en el concertante final, donde se lució en toda su fuerza. Una vez más, a nivel actoral destacaron, transmitiendo la amoralidad que les pone la producción.


Nadine Sierra fue la indiscutible protagonista de la velada. Su aplaudida Violetta evoluciona tanto en lo interpretativo como en lo musical a lo largo de la función, lo que sumado a su magnetismo en escena, convierte la función en emotiva. Durante el primer acto, recurría a la pirotecnia y a su capacidad actoral para compensar alguna limitación (la voz sonaba un poco vibrante), y aun con todo el aria y la cabaletta del final del primer acto fueron impactantes. Pero desde el segundo acto... Sierra regaló al público una sucesión de momentos memorables. En el dúo con Germont padre del segundo acto, convenció como una mujer desesperada ante la petición del padre de su amado, triste por su fatal destino, así el Dite alla giovine fue cantado con exquisitez, en una línea de piano que resultaba conmovedora. Lo mismo al final del dúo, con "Conosca il sacrifizio" y al final del segundo acto con "Alfredo, Alfredo di questo core". En el tercer acto, su Addio del Passato, cantado con pasión, con vehemencia, con todos sus medios, con un bellísimo agudo, una voz aterciopelada y una conmovedora interpretación, fue el punto álgido de la función. El grave es igualmente bonito, convenientemente cantado en los momentos más dramáticos, lo que la llevó a una sobrecogedora versión de la lectura de la carta en el tercer acto. A nivel actoral, siendo además una mujer joven, bella y de espectacular físico, transmitió la sensualidad en el primer acto, y el agotamiento por su lucha contra la muerte, así como toda la tristeza del personaje. Si hay algo memorable en estas funciones, es ella.

Xabier Anduaga está pletórico de voz en estas funciones. Su Alfredo suena vigoroso, juvenil, y a nivel actoral transmite lo impulsivo del personaje. Al principio la voz puede sonar un poco nasal, pero se diluye ante la belleza de su voz y lo generoso de su volumen. Por ejemplo, en la conclusión del Sempre Libera de Violetta, con la frase "Amore è palpito dell'universo", que canta en escena debido a la producción. Su interpretación del aria "De miei bollenti spiriti" impresiona por sus potentes medios, así como en la caballetta "O mio rimorso". Muy conmovedor en el "Parigi, o Cara" en el tercer acto, que canta bellísimamente.

Recuerdo que Luca Salsi me gustó mucho en aquella Tosca que cantó aquí en 2021 con Anna Netrebko. Pero Germont padre es otra cosa, y han pasado cuatro años. Ahora la voz me parece irregular. Hay momentos en que la voz suena gutural, pero otros en los que, con la emisión más aseada, es aún capaz de conmover. Durante el dúo con Violetta, resultó muy bonito el responder en piano "Supremo è il veggo, il sacrifizio" a la compungida soprano, pero el resto de la interpretación dio una de cal y otra de arena, especialmente en el Di Provenza. 

El resto del elenco hizo lo que pudo dada la fusión con el coro y la posición del montaje. Mención para Tomeu Bibiloni como un vehemente Baron Douphol, de voz enorme. La habitual Gemma-Coma Alabert fue una Annina bien cantada. El rol del Doctor Grenvil, corto pero aquí de muchísima relevancia, y tristemente muerto Luigi Roni, que cantó el rol en esta producción por todo el mundo, es ahora interpretado por el veterano Giacomo Prestia, quien aún mantiene una poderosa voz, con un grave espectacular.


Posiblemente mucha gente del público hubiera preferido un montaje clásico como el que se vio en esta obra hace diez años, pero La Traviata emociona y gusta, así que el teatro estaba lleno. También hay otro sector del público que conoce ya la producción por el famoso vídeo de 2005 o en otros teatros, y a la que le convence. En cualquier caso, al final hubo ovaciones generosas para Anduaga y Sierra, en una velada si no para los anales de la historia del Real, emotiva por la gran interpretación de su protagonista.


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