La década de los años 80 fue la última década en la historia del Festival de Bayreuth en que se pudieron ver producciones tradicionales para todas las obras del canon, la mayoría filmadas en vídeo: Hasta 1985, se pudo ver el Holandés Errante en una versión de Harry Kupfer que hace aún reconocible el argumento de la obra. Entre 1985 y 1995 se pudo ver el Tannhäuser al estilo Nuevo Bayreuth de Wolfgang Wagner, nieto del compositor, quien mantuvo la estética clásica pese a la sencillez de decorados. Y de éste se pudo ver su producción de Parsifal en 1980 y 1981, igualmente clásico; así como sus míticos Maestros Cantores entre 1981 y 1988, los más tradicionales en la colina verde desde 1952. En 1987, se estrenó el bello y hechizante Lohengrin dirigido por Werner Herzog, el famoso cineasta, producción que se vio hasta 1993. En 1989, Wolfgang Wagner estrenaría una minimalista producción de Parsifal, pero aún se reconocería la estética de la historia. Entre 1983 y 1986, se estrenaría el último Anillo tradicional, dirigido por Peter Hall, con Georg Solti en el foso de la orquesta el primer año, que sin embargo fracasó y no se inmortalizó en DVD. Finalmente, entre 1981 y 1987 se vio una producción de Tristán e Isolda, dirigida orquestalmente por Daniel Barenboim, que dio inicio a 18 años de colaboración con el festival, y en lo escénico por Jean-Pierre Ponnelle, en uno de los más bellos Tristanes jamás representados en la verde colina. En octubre de 1983, se filmó en el Festspielhaus esta producción, sin público, con el mismo reparto del estreno de dos años antes.
El resultado es no sólo la mejor de las escasísimas producciones clásicas de esta ópera en vídeo, sino una de las más bellas y románticas que se hayan hecho de esta obra. Ponnelle no sigue al pie de la letra las indicaciones escénicas de Wagner, pero aún así crea una ambientación tradicional que permite seguir la historia fielmente. El espectáculo está cargado de lirismo, melancolía y belleza, imprimiendo juventud en los personajes, y con una fuerte presencia de la naturaleza, aquí una omnipresente observadora. Para esta filmación, se utilizan planos que no se resolverían tan fácilmente en escena, y que además refuerzan la visión del director de escena en el tercer acto.
Durante el preludio, se ven primeros planos del mar rodeando unas rocas, mientras de fondo hay un cielo gris. Cuando se abre el telón aparece una plataforma rocosa, con escalones, que recuerda a un barco, presidida por una enorme vela. Isolda está en el medio del escenario, un círculo rodeado por la estructura del barco, portando una corona en la cabeza, y un enorme y grueso manto. Este manto supone la posición de Isolda como futura reina, prometida al rey Marke, pero que ella no desea porque la oprime. Detrás del velo se sitúan el coro de marineros, Tristán y Kurwenal. Ese centro circular es el mundo de Isolda, al que sólo su criada Brangäne y luego Tristán pueden acceder. Cuando beben el filtro del amor, su extasis es visible y Dan lugar a una pasión desbordada, mientras la vela se alza, mostrando al coro, y al final llega Marke, al cual todos reverencian, incluida Isolda, a la que se le cae la corona.
El segundo acto es una de las imágenes más bellas jamás filmadas en Bayreuth. Un frondoso árbol preside todo el escenario, y de sus innumerables ramas emergen luces, como si fuera una recreación de un cielo estrellado. A sus pies, se extienden por el escenario un verdoso césped con flores y un pequeño charco. Durante el dúo de Isolda y Brangäne se ve una intensa luz roja, como si fuera de atardecer, cuando suenan los cuernos de los cazadores. Durante el largo dúo entre los amantes, se hace la noche, y la producción se convierte en hechizante. En un momento dado (durante el dueto "O sink hernieder, nacht der liebe") se acercan al charco y este los ilumina, bebiendo agua de él. Pero después del primer aviso de Brangäne, la noche se convierte en día, hasta el final, cuando Tristan recibe el ataque de Melot.
El tercer acto es el más singular y el más duro de todos. Tristan languidece en un pequeño islote, acompañado por Kurwenal y un enjevecido pastor, en el que solo hay un tronco de árbol abierto por la mitad. El mar y un cielo gris rodean amenazantes a estos tres personajes. Para Ponnelle, la visita final de Isolda es una alucinación de Tristán, así como el resto del desenlace. De hecho, cuando llega el barco de ella, en realidad Kurwenal lo que hace es ordenar al pastor que toque una melodía alegre para así hacerle creer que viene ella. En las funciones reales fue muy difícil poner en práctica esta idea, pero en esta filmación es más fácil: detrás de cada intervención de Isolda, se superponen los primeros planos de un Tristán agotado y afligido, y en el final, no se la ve ni a ella ni a Marke ni a su séquito: solo a Tristán muriendo, ahora sí, en brazos de su fiel Kurwenal y el pastor, mientras se hace la oscuridad. Tras este final cuesta volver a la realidad: tan dolorosa y solitaria ha sido la muerte del héroe.
Wieland Wagner quiso una pareja protagonista joven para su producción de esta ópera en los años 60, pero no lo consiguió, teniendo que acudir a los maduros e imponentes Wolfgang Windgassen y Birgit Nilsson, con el correspondiente legendario resultado. Pero Ponnelle, con una pareja no mucho menor que sus antecesores, consigue imprimir toda la juventud y frescura que Wieland no pudo. René Kollo y Johanna Meier, ambos en los 40, consiguen parecer unos deliciosos y jóvenes amantes no por su caracterización sino por sus creíbles actuaciones. Igualmente el resto del elenco, logrando una representación dinámica en lo actoral. Pocas veces se ha visto un dúo de amor tan juvenil y apasionado y una agonía de Tristán tan dolorosa. La pesadumbre de los personajes restantes pocas veces se ha visto reproducida con una atmósfera tan convincente.
Daniel Barenboim ha pasado a la historia por ser uno de los más grandes intérpretes de esta ópera, que ha grabado en multitud de ocasiones. Este es su primer registro de la misma, cuando contaba con tan solo 41 años. A Barenboim se le ha tachado de académico, de desigual, pero aquí se notan una energía y una pasión propias de su aún joven edad. Su lectura de la obra madurará en grabaciones posteriores. Al frente de la Orquesta del Festival de Bayreuth, realiza una interpretación por momentos apasionada, en otros momentos apoteósica y en otros más bien lírica, tensa en el primer acto, tierna y onírica en el y cargada de tristeza en el tercero. Durante las oberturas del primer y tercer actos la orquesta suena maravillosa. Los metales tienen momentos de lucimiento en los momentos más tensos del primer acto, y en los momentos finales de Tristán en el tercero. Las cuerdas también están espléndidas y en ocasiones suenan electrizantes, recreando los estados de ánimo reflejados en la partitura. El coro masculino del Festival suena tan bien como siempre.
René Kollo es uno de los tenores wagnerianos más importantes de los últimos 50 años. Si bien el listón para cantar esta obra lo han dejado muy alto gente como Lorenz, Vinay, Windgassen, e incluso habiendo un Spas Wenkoff (quien cantó la obra en las verdaderas funciones de 1983) que lo hacía mejor, Kollo deja su mejor versión de los registros que hay de él en este rol. El tenor berlinés tuvo una rápida carrera meteórica en la década anterior, y para cuando filmó este vídeo ya había cantado todos los grandes roles wagnerianos de tenor. Ello le pasó factura, pero aquí se encuentra decente. Claro que ese decente hoy sería aclamado y referencial. Su voz no es la de un heldentenor de voz robusta, sino la de uno de voz juvenil que consigue salir airoso de la enorme tarea. El timbre es bello, pero justo en otros momentos, e incluso hay un par de notas desafinadas en el segundo acto. Sin embargo, en el terrible tercer acto, sale adelante con sus limitados recursos, dando una interpretación convincente en lo actoral y en lo musical con algunos agudos impresionantes.
La soprano estadounidense Johanna Meier (que no debe ser confundida con Waltraud Meier, la mítica mezzosoprano alemana que cantaría Isolda en la década siguiente) es una Isolda notable, vocalmente en forma, con una voz que tiende a ser lírica, aunque por momentos cubre las cotas de timbre dramático. Al igual que la de Kollo, su interpretación es la de una joven delicada que se rebela de la situación impuesta, más que el de una enérgica e imponente mujer en otras versiones. Cargadas de belleza sus intervenciones en el tercer acto.
El resto del elenco es habitual del Bayreuth de entonces, de esta y otras grabaciones: Hanna Schwarz es una Brangäne que suena también más juvenil que matronil, y con la voz en plena forma, de bellísimo timbre. Matti Salminen es también un Marke en su mejor momento vocal, con una voz poderosa pero que matiza la decepción y el dolor de su personaje. Hermann Becht es Kurwenal: al principio suena demasiado gutural y grotesco, mas ideal del rol de Alberich que filmó con Boulez y que siguió cantando con Solti ese año, pero en el tercer acto la voz suena más noble. Robert Schunk destaca con una bella interpretación de la voz del joven marinero, y más discreto como Melot. Helmut Pampuch es un pastor bien cantado, y Martin Egel cumple en su breve rol del timonel.
Este DVD es la primera opción de todo aquel que quiera ver un Tristán e Isolda representado a la manera clásica, con trajes de época y una estética tradicional; sin duda ideal para iniciarse en la obra. Pero también para todos aquellos que quieran ver un espectáculo redondo a nivel no solo escénico sino también musical. Tanta belleza debe verse al menos una vez en la vida. Incluso, se echa de menos ver alguna producción así hoy en día. Totalmente recomendable.
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